entrevista con Samuel Bossini

Entrevista con Samuel Bossini. La santa crítica. Julio 2020
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¿Cómo se inició como artista?

La apuesta consciente por el arte la tomamos en los últimos años de facultad, apoyados y alentados por nuestros profesores, que veían potencial en los proyectos que estábamos desarrollando en sus asignaturas. Te contesto en plural porque es una decisión que tomé junto a Julia Rivera, pues hasta 2002 trabajamos como equipo artístico. Si nos remontamos más atrás en el tiempo es cierto que de niño asistí a clases de pintura, cursos de teatro… y en casa siempre hemos sido muy “titiriteros” y creativos, aunque no vengo de una familia de intelectuales.

¿Cuáles han sido sus influencias?

Mis intereses y filias han ido evolucionando a medida que he ido adentrándome y descubriendo la Historia del Arte. Mis gustos son muy eclécticos, pero sin duda la búsqueda de la belleza, entendida en el más amplio sentido de la palabra, y el Mínimal son mis dos grandes referencias, y ahí cabe casi todo, desde Bronzino a Ettore Spalleti.

Un crítico ha dicho sobre su trabajo: El trabajo de Bracho se mueve así entre terrenos intangibles y subjetivos, a caballo entre el minimalismo y el arte conceptual. ¿Está de acuerdo?

Todo trabajo parte de un concepto, y la importancia o relevancia de esa idea inicial o concepto –llámalo como quieras– ya depende de tu posicionamiento, tu aptitud y la honestidad de tu propuesta. En mi caso su formalización o reflexión estética –porque de eso va el arte, de darle cuerpo al mundo de las ideas– si que se puede relacionar con el Mínimal por su depuración formal, solo lo justo y necesario.

El planteamiento de mis objetivos también están muy definidos desde el principio, aunque después los propios procesos y el significado de la obra se desbordan, y esa frialdad asociada para mi erróneamente con el minimalismo –pues siempre me han parecido obras tremendamente sensoriales, sensuales y evocadoras– se carga y se recarga con la exposición pública de los trabajos; de alguna manera se llenan de vida, con una mirada animista, más atenta y más consciente volcada hacia el mundo físico, a los espacios que nos rodean, a las “cosas”, y a la proyección de nuestro propio bagaje visual y emocional, el mío y el de todos.

Usted habla de la experiencia a través de la experiencia. ¿Qué abarcaría en su obra?

Lo abarca todo. El punto de partida es mi propia experiencia, pero una obra existe en muchas realidades paralelas y complementarias que se suman y se solapan; desde esa “primera revelación” hasta el momento que se ejecuta, y lo que viene después. Es cierto también que las primeras etapas de ese proceso pertenecen al ámbito íntimo, o compartido con un núcleo reducido (amigos, compañeros de trabajo, comisarios, galeristas…) y que esas vivencias son privadas y no se ven reflejadas o no se leen en la epidermis de la obra, en su forma física, y tampoco son relevantes y necesarias para el espectador; son lecturas y capas más profundas, aunque no inaccesibles pues siempre dejan restos y pistas que seguir.

Todas esas vivencias, que quedan de alguna forma ocultas o en segundo o tercer plano, esas experiencias, sí que están cobrando cada vez más importancia en mis proyectos. Desde hace años estoy muy interesado en el apartado didáctico de mis propuestas, ya sean talleres, visitas guiadas, conferencias… Es importante, y necesario, por el retorno que siempre ha recibido en todas esas actividades, que además de producir obra en el sentido más ortodoxo, un artista tiene el deber y podríamos decir también la obligación moral de compartir todos los conocimientos que acumula a lo largo de su trayectoria, ya que, aunque presentes en su trabajo, a veces no son visibles y legibles por parte del espectador, y compartirlos es siempre enriquecedor para ambos.

Háblenos de su obra: Arquitectura y «Yo».¿Es la arquitectura el eje centro desde donde construye su obra?, ¿Qué tanto influye el espacio donde montará la obra en las decisiones que la construirán?

Arquitectura y “Yo” es el título de mi última exposición individual. Una relectura de mis trabajos más íntimamente relacionados con esa disciplina desarrollados, o que se quedaron en el camino, desde 2002. Muchos de mis proyectos son “site specific”, y ese “espacio” sobre el que se actúa o reflexiona es vital. Las obras, ya sean una intervención, una performance, un vídeo o algo más objetual no son “objetos” neutros, siempre se relacionan con su entorno. Concretamente en esa exposición a la que te refieres esa relación era doble, con el espacio que las acogía y entre las propias obras, ya que se trataba de un montaje sin centro ni hitos, todo funcionan como una gran instalación.

¿Cómo construye el trabajo con sus colaboradores?

El conjunto de mi producción incluye vídeo, fotografía, instalación, performance, escultura, dibujo, obras sonoras, danza, libros de artista… medios que conozco o sobre los que investigo y me formo, pero que no siempre controlo a nivel profesional, técnico. Siempre que abordo un proyecto complejo y tengo que contar con un equipo –o incluso en otros más sencillos en los que necesito de asistentes– y también cuando trabajo con comisarios, instituciones o galerías elaboro una memoria y facilito información a los colaboradores, tanto de esa labor a desarrollar en concreto como del resto de mi producción, para que conozcan, reflexionen y contextualicen su tarea.

Después, durante el proceso, soy muy permeable y receptivo. Las ideas crecen, mutan, se transforman y a veces se redefinen, sobre todo cuando se trata de proyectos multidisciplinares o dilatados en el tiempo. A lo largo de todos estos años he tenido la suerte de trabajar con grandes profesionales –que en muchos casos se han convertido en grandes amigos– y por su experiencia y sus conocimientos trabajamos juntos, todo suma.

Háblenos de su obra: Geometría Dorada. ¿Cómo logra hacer funcionar en su obra conceptos como espacio, tiempo, azar?

El tiempo y el espacio son conceptos abstractos e íntimamente relacionados, pero también son experiencias físicas que definen nuestro mundo. Jugar, darles forma, desplegar el tiempo, plegarlo, condensarlo y derribar las barreras espaciales, aunque sea a nivel mental, son una constante en mi trabajo. Cuando te enfrentas a una obra en la que se cuestiona o se altera tu percepción espacio/temporal te ves obligado a tomar conciencia, a relativizar conceptos que a priori son inamovibles, y eso de alguna forma te libera y expande tu percepción de lo cotidiano, del mundo que te rodea, te hace sensible y no sólo al arte.

El azar y el error son parte de todo proceso creativo y vital, y en mi caso son el leitmotiv, el motor y el desencadenante de muchos de mis proyectos. Hay que estar siempre muy atento a todas las narraciones paralelas, a lo que ocurre mientras trabajas, al movimiento circular, pues por experiencia propia cuando arrancas nunca sabes cuando vas a parar, una idea es flor y futura semilla al mismo tiempo, principio, fin y renacimiento. Mi trabajo se define y crece releyéndose a sí mismo, “como si propiciase el avance ficticio a través de la fuga infinita abierta al enfrentar espejos paralelos”.

Usted trabaja en su obra con distintos elementos: fotografía, videos, murales etc. ¿Cómo se vinculan a la hora de decidir cuáles serán los elementos que seleccionará?

Dar forma a una idea es la decisión más importante que tienes que tomar cuando planteas un proyecto. Defines el lenguaje que vas a utilizar, aunque después le des la vuelta al comunicarte con el espectador. No es lo mismo tanto a nivel formal como presupuestario producir una fotografía o una escultura, un trabajo efímero como una intervención mural, o algo intangible como una pieza musical. También el contexto donde se va a presentar ese trabajo, el recorrido comercial –si lo tiene– que va a tener, el capital y el tiempo con el que cuentas son aspectos que considerar a la hora de tomar decisiones.

Muchos de mis proyectos son multidisciplinarios, pero no siempre son decisiones que tomo desde el principio. A veces mi propósito es hacer un vídeo, una fotografía, una intervención, pero después la naturaleza del propio proceso se desborda, crece, y empiezas a ver otras perspectivas desde las que posicionarte, y simplemente te dejas llevar. Es cierto que para mí es muy importante que todo sume, que cada nuevo proyecto tenga un sentido y dialogue con el resto de mi trabajo, no se trata de producir por producir.

Hay quienes opinan que su obra puede situarse en el ámbito de las prácticas conceptuales. ¿Está de acuerdo?

El “arte” es, o debería ser, reflexión estética, vivencial, conceptual…Pensar, experimentar, sentir no tienen que ser vías excluyentes. Lo conceptual, que para mí es la idea, es la máquina que lo mueve todo. Cuando se habla de “prácticas conceptuales” parece que nos estamos refiriendo a obras muy crípticas, inaccesibles, frías y distantes, verdades absolutas sólo al alcance de unos pocos. La experiencia artística –tanto de creadores como de espectadores– es una cuestión de actitud, de querer aprender a muchos niveles. El arte como todo campo específico tiene su propio leguaje –y sobre todo una historia que es importante conocer, o al menos tener conciencia de ella– requiere de conocimientos, de manejar ciertos conceptos, pero estar receptivo es el punto de partida, después todo se aprende –o se desaprende– con la experiencia.

¿Parte del dibujo para idear su obra?

El dibujo –ya sea un garabato en uno de mis cuadernos, un croquis, un boceto, un dibujo elaborado sobre un papel o una intervención mural– es un medio económico, práctico y muy disfrutable. Empecé a dibujar, a utilizar el dibujo como medio de una manera consciente por necesidad, tenía tiempo y muchas ideas en mi cabeza, y no me gusta rumiar demasiado, prefiero que todo fluya. y el dibujo es una herramienta ideal para ello.

¿Qué peso tienen los curadores en el montaje de las exposiciones?

Mi experiencia siempre ha sido muy positiva, cuando trabajo con un comisario doy por sentado su interés, que conoce bien mi trayectoria y que va a sacar lo mejor. Nadie conoce mi trabajo como yo, eso es lógico, convivo con él a diario; pero es una visión y una experiencia personal, parcial, y una mirada externa a veces te coloca en otro lugar, y ese ejercicio siempre es enriquecedor. En ese diálogo, si se parte del respeto, digo a casi todo que sí, aunque no lo vea claro, y después ya se verá, si durante ese proceso la cosa no funciona será evidente, y si es así pues se aprende del error y se sigue adelante.

¿Las Ferias de Arte han sumado a la difusión?

Ese gran tema. Es cierto que hay propuestas valientes que intentan invertir los roles, o al menos encender otro foco, como en el caso de Arco feria que conozco bien. Maribel López y su propuesta de “una feria para los artistas”, con Félix González Torres como tema en su última edición, y con un programa paralelo de actividades didácticas y proyectos expositivos. Pero no podemos olvidar que una feria es mercado, y se comporta como en cualquier otro sector, lo quiere y devora todo. Las ferias siempre han tenido un componente muy social, sobre todo en el ámbito latino, pero cada vez son eventos más exclusivos y excluyentes orientados a que los invitados, con el dinero y el esfuerzo económico de galeristas y artistas, se la pasen bien, y eso es muy perverso, y el pastel se lo acaba comiendo el que más poder tiene, aunque en parte lo pagamos todos. Nosotros, los artistas, estamos acostumbrados, que no resignados, a que nos instrumentalicen, a ser el eslabón más fuerte –por ser indispensables– y débil a la vez, a ser la moneda de cambio de las galerías, a que un trabajo se valore cada vez más por su contexto comercial, y eso mismo les está ocurriendo ahora a las galerías, son las ferias un rasero de medida de su trabajo, y eso es muy peligroso. Si que difunden, pero también confunden. Yo creo que es necesario que se reformulen. Esa escala descomunal, ese gasto de recursos a todos los niveles, viajes, transporte, material, son agotadoras.

¿Los coleccionistas son hoy una pieza de poder en las artes visuales?

Hablamos un poco de lo mismo, el poder. Un buen coleccionista debe ser honesto y valiente, no tener miedos y utilizar ese poder de una forma constructiva. Estamos todos en el mismo barco.

Una nota sobre su obra comienza: “Con lo complicado que es para un artista de mediana edad conseguir una exposición institucional…” ¿Complica la edad de un artista tanto como para que se le cierren puertas, aun con una obra valiosa?

Por mi edad y trayectoria soy un artista de media carrera, aunque lleve más de dos décadas caminando. He pasado de ser artista emergente, a artista emergido, y ahora me toca flotar y mantenerme, porque corro el peligro de hundirme. La escena artística, los medios, el mercado demandan continuamente nuevos productos y “la novedad” tiene un valor añadido, pero lo más importante en la carrera de un artista es el conjunto de su trabajo. Este año he tenido dos grandes exposiciones institucionales que han coincidido en el tiempo y en el espacio, es raro, pero ha sido casualidad. Es verdad que ha sido un momento muy especial, he trabajado mucho, lo he disfrutado.

¿Tiene la memoria un lugar de peso en su obra?

Todas las obras son memoria, aunque en algunas tienen un peso más específico. Varias de mis series, las “Geometrias para…”, las “Teorias…” las “Variaciones…” o proyectos como “Memories of love”, “Todos mis amigos me parecen guapos” o “Pastoral” son  arqueología de mi propio trabajo, de la labor de otros, o de espacios aparentemente neutros que al ser intervenidos revelan su propio geografía, su historia, la huellas que el paso del tiempo y otros agentes (artistas, visitantes, equipo técnico) han dejado impresas bajo capas de pintura, en definitiva la memoria no escrita pero latente de esos espacios.

¿En qué proyecto se encuentra?

Pues estoy con varias cosas. Queremos cerrar la “Trilogía del espejo” y estamos buscando financiación para la tercera pieza “Ángeles sin brillo” que es la más compleja y ambiciosa de todas (“Written on the wind” e “Imitación a la vida” se pueden ver en vimeo, como el resto de mis vídeos); tenemos en imprenta “Oráculo” mi última publicación que podrá también descargarse en breve en mi nueva página web (estoy actualmente actualizándola); dándole forma a “AYYO” la pieza que donaré al CA2M de Madrid, una obra que hemos diseñado con los “restos” de “Arquitectura y “Yo””; estamos cerrando “Una idea de paisaje” un proyecto para octubre que será mi primer comisariado. Se trata de un muy completo programa didáctico y de actividades y una doble exposición de mi trabajo; en uno de los espacios planteamos el acercamiento al paisaje a través de mi obra videográfica, y cómo ese “tema” ha evolucionado con los años y ha sido abordado desde diferentes perspectivas, y en otro de los espacios realizaré una intervención mural que servirá como telón de fondo o escenografía para el trabajo de otros artistas que serán invitados a reflexionar sobre esa idea de paisaje desde diferentes disciplinas, artes plásticas, música, poesía, danza. Y el último proyecto en el que nos hemos embarcado es “Nueva música”, una pieza sonora que voy a producir con una ayuda que me acaba de conceder VEGAP, y cuando la termine la vamos a bailar.

entrevista con Daniel Mesa

Entrevista con Daniel Mesa. Talento a bordo. Febrero. 2020
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El artista y dibujante Juan Carlos Bracho investiga las relaciones entre espacio, tiempo y percepción en las exposiciones “Arquitectura y «yo»”, en la Sala Alcalá 31, y “Tutti Frutti”, en el Centro de Arte de Alcobendas. Dos muestras interdisciplinares compuestas por dibujos, instalaciones, vídeos y fotografías en las que el gaditano vuelve a situar al espectador en el centro de la experiencia artística.

Lejos de muchos de sus coetáneos, la obra de Juan Carlos Bracho (La Línea de la Concepción, 1970) no busca la complaciencia en la mirada ajena. Tampoco el efectismo que, en la era de la supremacía de la imagen, aflora cada rentrée en galerías y ferias de arte contemporáneo. Sus creaciones hablan de un arte que tiene su punto de partida en el germen de las ideas y que se desarrolla a fuego lento en un tiempo y espacio sujetos a mil y un condicionantes, o lo que es lo mismo, a la vida misma.

El trabajo de Bracho se mueve así entre terrenos intangibles y subjetivos, a caballo entre el minimalismo y el arte conceptual. De ahí que cada una de sus piezas cobre un significado nuevo según quien la observe. Él lo llama “la experiencia a través de la experiencia”. Su dibujo, mecánico y a veces hipnótico, invade espacios en los que el error y el azar son entendidos como parte del desarrollo de la propuesta. Prueba de ello, su recientemente inaugurada “Arquitectura y «Yo»”, que puede visitarse en la Sala Alcalá 31 hasta el 2 de febrero, una muestra que invita a los visitantes a indagar en su propia percepción del espacio y la belleza.

Tu exposición en Alcalá 31 presenta un conjunto de piezas que tienen como eje central tu relación personal (y espacial) con la arquitectura, un tema presente prácticamente en toda tu trayectoria. ¿Cuál ha sido en estos años tu mayor hallazgo en esta dirección?

Sobre todo, entender el espacio y el tiempo, dos coordenadas que están íntimamente relacionadas, como un desarrollo mental. Todo es relativo, y tan solo depende de donde te sitúas, de las coordenadas que eliges en relación al tiempo y el espacio que te envuelven. En un avión, por poner un ejemplo, el tiempo va hacia adelante o hacia atrás, y puedes estar dentro o fuera, arriba o abajo. Todo depende según con qué lo relaciones.

Al igual que el montaje de la muestra, proyectada como una enorme instalación, las obras, como en el caso de la escultura Ahora y siempre, parecen encaminadas a crear un diálogo con el espectador, obligado de algún modo a encajar las piezas de la misma para llegar a una conclusión. ¿Qué rol juega la mirada del otro en tu trabajo?

La mirada del espectador es la que da sentido a mis acciones. Yo solo soy un simple ejecutor. El resultado de mi trabajo, que pertenece al propio proceso, es la suma de una repetición de elementos gráficos mínimos -rayas, puntos, trazos, frottages– que en su expresión son tan solo gestos. La imagen resultante y su significado pertenecen al que mira. Todo depende de lo que cada uno esté dispuesto a dar.

También para la realización de algunas de estas piezas has recurrido a personas de tu círculo íntimo. Por ejemplo, Hole For, elaborada por la persona a la que está dedicada la obra For Adam; o M sobre M, realizada a cuatro manos con tu pareja. ¿Qué reflexión arrojas con esta suerte de simbiosis creativa?

Hasta la realización de esta exposición todos mis dibujos los había realizado yo por una simple cuestión práctica, ya que carecen de esa carga aurática atribuida tradicionalmente a la figura del artista. Soy yo, pero podría ser cualquiera de nosotros. En los casos que comentas la idea es sumar capas de acción, así como emocionales. Se trata de poner en evidencia la propia técnica, el hecho de dibujar como apropiación, copiarme a mí mismo o a través de otros ojos y otras manos. Además, trabajar en equipo es siempre muy gratificante y enriquecedor.

El proceso o el viaje creativo es crucial en obras como Geometría dorada para E.C o Películas de mí mismo, donde el paso del tiempo, el azar e incluso la participación de agentes externos (objetos, personas) han sido y siguen siendo parte de su creación. Cuéntanos.

Mis trabajos suelen dilatarse en el tiempo. Son sencillos en su realización, pero requieren de una gran concentración y disciplina. Me gusta documentar estas acciones porque, al estar tan metido dentro, a veces no soy consciente de las narraciones paralelas que ocurren a mi alrededor o en mi ausencia. En el caso concreto de la Geometría mi intención era revelar esa red de intereses comunes, ese espacio compartido, esas capas, muchas veces invisibles, que configuran el significado de toda obra de arte.

Decía Sol Lewitt que “la idea misma, incluso si no llega a hacerse visible, es tan obra de arte como el producto terminado”. Siento que esta afirmación tiene mucha relación con tu trabajo. ¿Estás de acuerdo?

Totalmente. Una obra es lo que tú quieras que sea: el trabajo del artista, la reflexión estética sobre el mundo de las ideas, esas ideas… La obra existe desde el momento que la piensas, la compartes, o simplemente la dibujas en tu mente o sobre un trozo de papel. Después cobra forma, o no. En esta exposición, y a lo largo de toda mi trayectoria, hay proyectos que he tardado años en completar o formalizar, que han mutado, se han ramificado y se han materializado, o quizás no, pero existen.

Si bien en tu trabajo intercalas técnicas como la fotografía, el vídeo o el muralismo, tu obra es conocida sobre todo por el uso mayúsculo del dibujo. ¿Te sientes cómodo en la etiqueta de dibujante?

Sí claro, pero, ¿qué es dibujar? Trazar una línea sobre un papel, reproducir un objeto, una idea, moverte, bailar… Puede ser algo físico, tangible o mental. El dibujo es la herramienta más sencilla, a la vez que compleja. Dibujar bien, dibujar mal. No sé si seré un buen dibujante a nivel académico. Creo que el dibujo y el arte en general requieren actitud, y mi dibujo tiene mucho de eso; de acción, de apropiación, de constancia, de disciplina

En Alcalá 31 encontramos muchas obras realizadas ex profeso e in situ. ¿Podemos hablar de arte efímero?

Eso pensaba hasta la realización del proyecto Memories of love -presente en esta exposición- y que es una suerte de arqueología de mi propio trabajo, pero ahora sé que mis dibujos no son efímeros, simplemente dejan de verse, pero están ahí. ¿Es real solo lo que vemos? No lo creo. Todas las obras que hemos realizado directamente en los muros de la sala permanecerán allí para siempre, los veamos o no, estarán latentes. En estos casos en particular también existirán físicamente, pues todo el polvo de los frottages, las esquirlas de los lápices, la cinta de carrocero utilizada para delimitar esos dibujos, junto con otros restos -“ el negativo de los dibujos”, como los denomina Armando Montesinos, comisario de la exposición- serán parte de la donación que haré a la Comunidad de Madrid.

Además de la exposición en Alcalá 31 expones estos días Tutti Frutti en el Centro de Arte de Alcobendas, donde estudios de color ocupan la mayor parte del proyecto en una amplia reflexión sobre el error. ¿Qué significado tiene para ti el acto de errar en el arte o en la vida?

El error y el fracaso forman parte de todo proceso vital y creativo. Pero en una sociedad, la nuestra, dominada por el capital y el producto, se elimina y se discrimina, no interesa. Pero cuando te equivocas, cuando fracasas, ¿qué queda de toda esa experiencia? En esta dirección invito a los lectores a ver una de mis piezas videográficas como reflexión. Se trata de La boule de beige. Historia de un fracaso. Está en internet. ¡No digo más! (ríe).

¿Cómo afrontas esta temporada entre tanto proyecto?

Con mucha energía e ilusión. Me siento un afortunado.

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nueva música / Óscar Alonso Molina

Nueva música. Un texto de Óscar Alonso Molina para el libro de artista Oráculo. Centro de Arte de Alcobendas 2020
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«Dios es el grito del vocablo blanco que nuestras letras trazan para el ojo.» Edmond Jabès.

El azar y el error están en la base de todo proceso, tanto creativo como vital. Consciente de ello, y como si se tratase de incógnitas de una ecuación, Juan Carlos Bracho introduce continuamente esos nuevos factores en el marco de sistemas de formación de imágenes como los suyos, tan ordenados, precisos y en principio exactos, basados en ritmos repetitivos y modulares en la estela del minimalismo. El resultado de esta suerte de autosaboje desplaza inesperadamente su trabajo hacia la órbita conceptual y temática del romanticismo. Con ello, en el seno de la metódica normatividad conceptualista Bracho encuentra lo inesperado: surgen ideas poéticas e íntimas, mientras se imponen la exigencia de una morosa contemplación y los matices sensoriales de una belleza serena, cargada de emoción.

Toda su producción crece de forma orgánica y circular, releyéndose continuamente a sí misma, hasta culminar en proyectos cuyos finales se abren a guiños y relecturas de los pasos que él mismo ha seguido.

Este libro cristaliza nuestro interés mutuo por analizar su manera de hacer, tan rigurosa como siempre abierta a otras narraciones paralelas. Así, en algún momento del intenso proceso que le ha mantenido ocupado durante casi diez años en su investigación sobre el monocromo multipágina –un sistema doméstico para conseguir imágenes fotomecánicas económicas y de gran tamaño a partir de la suma de numerosas impresiones en simples folios–, Bracho encontró, entre las vastas remesas de hojas que salían de su impresora, cientos de errores, faltas e interferencias, que finalmente se traducían en una suerte de código gráfico. Era como un panel de luces parpadeantes, casi un mensaje encriptado o un enigmático «morse» dentro de la cuadrícula multipágina, que ha terminado por imponerse como índice de una nueva etapa, donde se apuntan ya la música, la danza y la perfomance.

De este modo, frente a la idea prestablecida sobre el color por la tecnología –el ordenador desde el que Bracho determina los colores de su impresora–, a lo largo de estas páginas que el lector tiene ahora entre las manos descubrirá lo subjetiva, fértil e inaprensible que resulta la vivencia cromática para el ser humano. Para ello hemos distribuido entre 100 amigos, familiares y colegas de profesión cada uno de los 100 colores que componen una serie cromática delimitada por Bracho a partir de escalas perfectamente ordenadas, pidiéndoles que le dedicasen un comentario, empleando el tono y formato que ellos mismos encontraran más adecuado en cada caso

El resultado es este libro de enigmática belleza visual y fascinante lectura. Una experiencia realmente variada y saturada de evocaciones; una auténtica fiesta de gamas, voces, matices y sabores tutti frutti.

Óscar Alonso Molina. Naz de Abaixo, Lugo, marzo de 2020

entrevista con Javier Díaz Guardiola

Javier Díaz Guardiola. Siete de un golpe. Enero 2020
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Dos citas en Madrid (Sala Alcalá 31 y Centro de Arte de Alcobendas), constatan por qué Juan Carlos Bracho es un gran «dibujante», mientras su autor pone en entredicho la técnica.

La obra de Juan Carlos Bracho (La Línea, 1970) se sustenta, como ya demostró hace unos años en el Museo ABC, sobre el dibujo. Un dibujo que es acción, que se copia a sí mismo, que se nutre del error y el azar, que invade espacios… Pequeños gestos que ocupan grandes extensiones: físicas y temporales. La próxima semana se introduce en la Sala Alcalá 31, en la capital. La posterior, en el Centro de Arte de Alcobendas. Madrid está de suerte…

El título de la muestra de Alcalá 31, Arquitectura y «Yo», podría llevarnos al error de pensar que toda su obra ha estado atravesada por la arquitectura. ¿Es así o tan sólo una línea de trabajo?

Mi trabajo tiene muchas ramas. Armando Montesinos, el comisario, lo define como una especie de arbusto en el que todo va creciendo y ramificándose, igual por abajo que por arriba, pero sin un tronco bien definido. La idea de duplicado, de lo que está oculto pero no se ve, es algo también muy recurrente en mi quehacer. El título de Arquitectura y «Yo» hace referencia a dos trabajos que sí que están muy vinculados con la disciplina.

Cuando empiezo a trabajar lo hago junto a Julia Rivera, y lo que nos interesa es el entorno más inmediato y cotidiano. Ese foco incial se fue expandiendo, fue creciendo mi idea de paisaje, también presente aquí de manera metafórica, de forma que todo lo contenido aquí, ahora, son proyectos delimitados por una arquitectura que los acoge, a la vez que se juega con el espacio de la sala.

Ese “Yo” del título se refiere a mí, pero se entrecomilla porque podríamos ser cualquiera de nosotros. El mío es un trabajo muy de acción pero lo podría hacer cualquiera en mi lugar. Nunca estoy presente: ejecuto y me voy. Por eso tanto los textos del catálogo y los desplegados en la sala -escritos por mi a mano- están redactados en segunda persona, te increpan a ti, como si fueras el ejecutor de las piezas. Son estas, obras que te obligan a posicionarte en el espacio y te cuestionan como espectador.

Lo que quizás sí que sustenta a todo ese arbusto es el dibujo, un dibujo en apariencia mecánico, obsesivo y que tiende a lo mínimo. ¿Que hay de cierto y falso en todo esto?

Parto de elementos mínimos del dibujo. Todo eso es cierto. Pero con el tiempo ha habido una evolución en mi proceder. Los primeros trabajos contaban con un trazo más evidente. El gesto era más «personal». Los últimos, como los frotages, son pura acción. Y el dibujo se convierte en una herramienta puramente cartográfica. En esta muestra cuento por primera vez con asistentes, para que esos trabajos más impersonales los realicen ellos. Así, aquí hay piezas ejecutadas por mí, otras ejecutadas por asistentes, una pieza ejecutada por aquel a quien se dedicó la obra y una última ejecutada entre yo mismo y mi pareja, que me copia.

Lo interesante además de esta muestra es que presenta obras acabadas, otras reinterpretadas y otras por hacer. ¿Cómo se relaciona todo eso con su forma habitual de trabajar?

Al tener muchas líneas de trabajo, muchas ramas, mis cuadernos, que se exponen por primera vez, se entienden como un espacio conceptual que lo unifica todo. Esos cuadernos funcionan como bitácoras, diarios y guías. Todo parte de ahí; es desde donde crece. Hay piezas que piensas pero a la hora de realizarlas no tienes tiempo o presupuesto. Algunas se presentaron primero como maquetas por esa razón. «Regreso al hogar», una obra que marca de alguna manera el eje de la planta de abajo, es la tercera vez que ejecuto. Hay en ella un paso del muro (que intervine), a la escultura (con las medidas de ese muro) y la peana (base para todo el material que se acumule de esta muestra). Otro ejemplo es la pieza que reproduce el suelo de la galería CRUCE. Aquí se adapta al de Alcalá 31 y se recorta cuando hace falta, de forma que se amputa, que muta. Pero esa amputación es una suma de otro tipo de valores, de niveles de acción, de referencias espaciales.

¿No le duele destrozarla?

Es que las obras, al final, son huellas. Mis trabajos hablan de la huella, y la huella lo es todo. Por eso todo el material residual de la exposición se va a conservar: el polvillo que cae, las cintas de carrocero… Todo eso se convertirá en la obra que finalmente se donará a la Comunidad de Madrid. Para mí son otros niveles de acción. Los cuadernos se van a presentar en unas mesas cuya forma, su perímetro, es la de la suma del área de los mismos. El primero es de 1995 y el último aún está por completar. Esas mesas serán finalmente los contenedores de todo el material residual. También incluirá «Regreso al hogar», que se va a trocear con las medidas de esas mesas, junto a los planos, el catálogo y todas sus pruebas, la gráfica de la exposición impresas en polímeros… Todo se va a reciclar. Y no por una intención ecológica, sino para hacer evidente otras fases que quedan ocultas y a otros agentes que intervienen en el proceso. Por contrato, tengo que desarrollar una parte didáctica que yo voy a ampliar y que se desarrollará en la propia sala. Todo lo que se genere ahí acabará como parte de esa pieza.

Es como si desmitificara el dibujo, la obra.

Siempre se ha hablado de que mis dibujos son efímeros, pero realmente, para mí, es que dejan de ser visibles. En esta muestra, eso se hace muy evidente. Aquí quedarán trabajos que se cubrirán con pintura blanca cuando acabe la cita. En Hangar, en Barcelona, recuperé dibujos de hace diez años, y aquí, en “M sobre M”, me copio a mí mismo, un dibujo antiguo, mientras mi pareja me copia justo al lado. Todo eso cuestiona qué es el gesto, qué es el dibujo, quién lo hace bien y quién mal. Dibujar para mí, al final, es una acción, y carente de maestría. Es cuestión de ponerse, de dedicarle tiempo, de comprometerte. Para mí es una manera de posicionarme.

Curiosamente, la expo está comisiariada por uno de sus profesores universitarios. Y en ese punto arranca la cita. ¿Qué ha aprendido con el tiempo, ya fuera de su magisterio?

Él se ha encontrado con veinte años de experiencia. Ha sido muy emocionante trabajar con Armando porque él fue capital en mis años de formación, el que abrió caminos en mí, del minimal al conceptual. Él me recordaba que un día llegué a clase diciéndole: “¡Lo entiendo!”. Asimilé el minimalismo como al que un día le entran las matemáticas. Con un click. Ya todo era  fácil. Recordar eso ha sido muy bonito. En el catálogo se recuperan piezas que hice con él en la facultad, en hojas de papel vegetal, en alusión a las capas. Mi trabajo tiene un componente estético evidente, en el que te puedes quedar o desde el que puedes ir profundizando, penetrando en esas capas.

Mencionó antes el paisaje. ¿Cómo entiende este concepto alguien al que se le relaciona con lo conceptual y con el minimalismo?

El paisaje es mental. Para mí, imagen, paisaje y espejo están intimanmente relacionados. Tú te sitúas ante una de mis piezas y eso te devuelve un paisaje, como en un espejo. Por eso he trabajado también con ellos. El paisaje es un espejo en el que te miras, un reflejo de nosotros mismos. Y una prolongación de lo construido. Por eso es tan fácil proyectarse sobre él a nivel emocional.

En cuanto al minimalismo, ¿lo asume como buena descripción para alguien, que, paradojicamente, vuelca tantas emociones en lo que hace?

En la planta superior una de las piezas es un texto escrito sobre la pared que compuse en su día para el CGAC en el que me invitaban, junto a otros agentes, a analizar piezas de su colección. A mí me asignaron una de Donald Judd. En ese texto  explicaba lo que significaba para mí el minimalismo, algo cálido,  sensual, para nada frío. Es una unidad de medida de tu relación con lo cotidiano, con tu espacio, con tu cuerpo. Y no hay nada más personal que eso. En mi opinión, la gran contradicción del minimalismo es que apela a los sentidos. Lo subrayo además en un momento como el actual en el que todo eso se barre, no interesa.

Me llaman la atención también los títulos (“Todos mis amigos me parecen guapos”, “Tutti Frutti”), que son, por otro lado muy antiminimalistas.

Mi trabajo conlleva un proceso muy meditado, calculado, metódico. Cuando te enfrentas a un dibujo de 40 metros tienes que ir con las ideas muy claras. Y eso hace que sea muy difícil vincularse emocionalmente, más bien, no dejar de ver las bambalinas, el proceso. Por eso uso esos títulos, para vincularme emocionalmente a las piezas. El de “Todos los amigos me parecen guapos” me lo dio Manuel Antonio Domínguez

Es curioso lo que dice, porque generalmente los títulos son trampas para el espectador, no para el autor.

Y eso que al final, en todo lo que hago hay mucha emoción. Montar esta exposición lo está siendo. Aquí hay obras de hace 15 años, 20… Pero esa experiencia es mía, y compartida a un nivel íntimo. Y los títulos, que pueden parecer disparatados, no dan tampoco pistas de nada. Todo lo contrario. Juegan al despiste total. A mí me sirven, sobre todo porque son guiños a gente cerca a su proceso de elaboración.

¿Estaría haciendo otro tipo de diario con ellos?

Puede ser. Suelen ser títulos de películas que he visto, frases con las que me topo en viajes, que intercambio con los amigos… Es verdad que esta muestra funciona como una suerte de diario desplegado en el tiempo, y en el espacio

En realidad, en la planta baja, en la que las obras se solapan como en un palimpsesto, no está solo: “Pastoral” recupera las huellas de los que antes expusieron aquí. Eso es muy generoso.

Se relaciona con la idea de cartografía de la que hablábamos. Los espacios al final están llenos de ecos, y mi idea es recuperarlos. Recuperar lo que pasó aquí antes. Esta sala es muy complicada, con una arquitectura muy particular. Yo he recurrido a su historia. A frotar sus paredes a ver qué sale, qué dejaron los artistas anteriores. A ver cómo mis piezas se pueden adaptar a sus espacios. Es de las pocas veces que se ha panelado tan poco. Las propias piezas funcionan como arquitectura de sala. Sus mensajes rebotan los de unos en otras. Todo funciona como una gran instalación.

Que es como va a acabar todo…

En mi trabajo se subrayan continuamente conceptos como los de anverso-reverso, positivo-negativo, lo que se pliega y lo que se despliega, lo oculto y lo visible… Eso está presente desde los años de facultad

Vuelvo a Julia Rivera. ¿Por qué no funcionó lo de trabajar en colectivo?

Por motivos personales. Estuvimos trabajando desde 1995, en la facultad, y después, pues cosas que pasan…

¿Cambió mucho su trabajo después de la «ruptura»?

El trabajo en equipo requiere más consenso. Cuando lo dejamos, lo que hice fue releer todos nuestros textos, revisar mis cuadernos de trabajo y sacar el germen de lo futuro. Era absurdo renunciar a esa experiencia. De ahí surgieron cosas muy positivas. No quería hacer algo continuista pero tampoco iba a rechazar esos años de formación. Lo recomiendo como actitud ante cualquier ruptura. Por eso quería que esa parte de mi labor estuviera aquí, aunque fuera de forma testimonial. Es cierto que el trabajo con ella era más arquitectónico, con el dibujo presente de otra manera, más geométrico. Ahora hay más acción. Estoy más “yo” en ellos.

Quedamos entonces en que no tiene piedad con sus obras, que está dispuesto a recortar y manipular algunas como “TMAMPG”.

En el fondo, las obras son experiencias, y todo se deteriora. Las que expondré en el Centro de Arte de Alcobendas son muy delicadas y en cuestión de años acabarán destrozadas. Todo en la vida acaba. Y yo haciendo este tipo de trabajos lo pongo de relieve. Ver el deterioro para mí es positivo, te hace sentir vivo. Lo que antes era verde hoy es azul, te indica que has vivido, que viste la transformación de esa pieza. La idea de conservarlo todo no va conmigo. Es luchar contra los elementos. ¿Realmente estoy destrozando la pieza? Yo lo leo como que se está apropiando del espacio. ¿Quién gana más con ello? Lo que tendrá al final serán cicatrices.

¿Tiene la misma idea para con las obras de los demás? ¿Es usted la bestia negra de los conservadores de museo?

Lo que soy es muy pragmático. Lo que no quita para que sea delicado con mi trabajo. Pero no puedo luchar contra los elementos. Si aquí, durante el montaje alguien ha pisado unos de los bocetos, un dibujo a lápiz, y tiene que ir en la mesa, ¿qué hacemos? Se queda con la pisada. También es verdad que mi trabajo se presta a ello. Siempre estoy muy atento a las narraciones paralelas. Pienso por ejemplo en  «Pastoral»: todo se adapta a la arquitectura. Yo no quería convertir esto en lo que no es. No se panela. De hecho, a «Pastoral»le sientan bien las columnas. Interrumpen la visión en su degradado, te obliga a que la rodees, a que la busques por otros lados… Esta es una exposición sin hitos. Tampoco principios ni finales. Quizás arriba está más marcado el tiempo, pero puedes hacer el recorrido al revés. Y no pasa nada. Y ecos de las piezas de abajo están también arriba. En todo el trabajo de un artista hay una parte muy intangible. Pero para mí es muy importante hacer programas didácticos asociados a los proyectos porque dan pie a un feedback que alimenta muy interesante… Y es un deber moral: tenemos que abrir puentes. Luego no vale ir diciendo eso de “no nos comprenden”.

Es usted un chollo para la administración.

Yo llego hasta donde me dejan llegar. Pero para mí es un placer. Si nos encerramos en nuestra burbuja de cristal, ¿qué encontramos? Es posible que mi trabajo puede ser “complicado” conceptualmente. Pero visualmente es muy accesible. Todo el mundo tiene capacidad para entrar en él, pero tienes que romper ciertas barreras. Yo puedo tenderte puentes, pero eres tú el que los tienes que cruzar. No será por mí que no lo hagas.

No es la primera vez que exponía aquí. “M sobre M” es una versión igual pero diferente a “Poni Aloha”. A este tipo de cosas me refería… ¿Cómo funciona en su caso la memoria?

Me interesa la idea de lo éfimero, nuevamente. Mis piezas no se destruyen, tan solo pasan a otro nivel, que es no visible. En este caso, ese dibujo ya la hice antes aquí, está ahí, pero en otro plano. Es como lo cuántico, que no lo ves, pero existe. Está latente. La primera idea era recuperar «Poni Aloha» con unos restauradores, pero la pieza justo al lado, basada en un proyecto para Hangar de siete años de duración, ya se basó en la realización de catas. Por eso se desechó la idea. Además de que iba a resultar muy caro. Para mí eso también es algo a lo que le doy importancia. El dinero es de todos y las cosas no se pueden basar en caprichos. Lo que hacemos finalmente es un dibujo con la misma dimensión que el anterior, con un lápiz de mina multicolor ahora. Dividido en dos partes, yo, como diestro, repito el de la izquierda, mientras que la persona que ejecuta el de la derecha es zurdo. Partimos de un gesto consensuado, un mismo trazo, muy sencillo, que se cruza en una línea de intersección, donde se juntan lo diferente pero igual. Y luego hay dos falsas catas del dibujo que está debajo, el primigenio. Yo me intento copiar a mí mismo sin ser el mismo, mientras que Jaime intenta copiarme a mí. Todo reflexiona también sobre el “esto lo hago yo” (o lo hace mi hijo). Pues fenomenal: ponte a hacerlo (o que lo haga).

Vuelvo a los cuadernos de trabajo. ¿No es eso exponerse mucho para un artista?

Es la primera vez que se exponen, eso es cierto, pero me parecía interesante que así fuera. Para mí es una manera de contrarrestar el frío de las obras. Y no los mostré antes porque no tuve la oportunidad. Ahora llego el momento, y el diseño expositivo se prestaba a ello, con esa idea que recorre todo el proyecto de bucear en un proyecto a largo plazo, de reflexionar sobre el tiempo, que no deja de ser una experiencia… ¿Puede ser impúdico? Allí no hay nada que no se pueda contar. Y si lo hay, que lo disfruten… No lo hago porque quiera exhibirme. Eso es un catálogo de referencias.

Yo también lo haría”, “Lo quiero todo”, “Otra vida futura”… Muchos de esos títulos suenan a imposibilidades. En Alcobendas subrayará el poder creativo del error, la posibilidad de que lo ideado no se parezca al resultado final.

«Tutti frutti» también es otra revisión del trabajo de los diez últimos años basada en la idea de error. Este concepto y el de azar son básicos para mí. De hecho, muchas piezas han surgido del fallo. Lo que se muestran allí son cien monocromos con los que se recupera cierta idea de paisaje o espacios de proyección realizados a partir de 88 papeles A-4 impresos con mi impresora. Yo troceo los monocromos en el ordenador, lo divido en 88 impresiones y lo lanzo a mi impresora. Puedes imaginarte lo que la máquina es capaz de hacer. Es imposible llegar al monocromo perfecto. Esas piezas van luego plegadas y, cuando las despliegas, funcionan como un mapa, otro territorio, otro paisaje. Como son cien piezas de dos x dos no se pueden mostrar todas. Lo que se verá allí serán dos series ya producidas con anterioridad, Campo de color y Escala de grises, a las que se unen las escalas del Cián, el Magenta y el Amarillo, hacia el blanco y hacia el negro, excluyéndolos, estos y los colores puros.

El resultado son 28 colores desordenados. Óscar Alonso Molina, el comisario, y yo estábamos interesados en jugar puramente con lo sensorial, con los colores como reflejo de las emociones. De los cien multipáginas, 28 se cuelgan, y el resto van metidos en cajas. Mientras producía esas cien piezas usaba una cuadrícula en la que iba anotando cada error. Pronto me di cuenta de que esa matriz generaba un código interno hermoso, que me ha llevado a crear otra serie de grabados, de cincuenta x cincuenta, que traducen los colores digitales a lo analógico. Es una serie hecha en el taller de Ogami Press que reproduce la cuadrícula eliminando los errores y convirtiéndolos en blancos. En esos 88 módulos, esos blancos saltan de un lugar a otro generando una especie de mensaje oculto. Y ahora esto trabajando en convertir ese código en música, porque, si  asocias cada franja a una nota, la traducción es posible. Estoy pensando en una pieza de videodanza, en la que yo baile con una coreógrafa y nos planteemos también qué es bailar, si yo lo hago bien… Enfrento el disfrute de dibujar con el disfrute de bailar, al alcance de todos.

Y todo desde una impresora…

Mi trabajo funciona mucho así. Una cosa me lleva a la otra. A veces vuelvo a los cuadernos, porque se pueden recuperar ideas…

Por cierto, ¿cómo le ha afectado el cambio de dirección del centro de Alcobendas a su exposición?

Creo que somos los últimos de una programación que se anula después. Me he salvado de milagro. Pero, para comenzar, me ha afectado a nivel personal. Yo trabajé ese proyecto con Belén Poole, era una apuesta suya, y es triste ver cómo no va a estar con nosotros. Pero ahí se ve cómo funcionan las políticas culturales en España. Yo entiendo que te pueda gustar más o menos el trabajo de alguien, que un centro se reoriente, pero tienes que trabajar la labor anterior. Yo no conozco personalmente a quien ha tomado la decisión, si no es la concejala y viene de más arriba en el Ayuntamiento, pero los artistas no los levantamos una mañana pensando que vamos a hacer un proyecto y este sale dándole a un botón.

¿Solo le ha afectado personalmente?

No. La exposición la componen 28 piezas. Yo tenía 40 y llegué a producir 60 más para completar el proyecto, fotografiarlo y editarlo. Y a la vez que trabajaba en lo de Alcalá 31. Este ha sido mi no verano. Las cien piezas se iban a recoger en una publicación con cien textos de cien colaboradores vinculados a mi trabajo y de mi círculo íntimo, una especie de red de afinidades, otro mapa, y esa idea se ha caído por decisión unilateral. La publicación se va a modificar, han decidido hacer una edición tan solo de cien ejemplares de las que el centro pensaba quedarse con la mitad Me he negado. Los cien ejemplares serán para nuestros  colaboradores. Para mí lo más importante es que las personas que han colaborado conmigo tengan su pieza. De hecho, si yo accedí en su día a hacer ese proyecto era para sacar adelante la publicación.

Entonces le han dado en toda la línea de flotación.

Los presupuestos allí, además, son los que son, y yo sabía que con este proyecto no ganaba nada. Perdía dinero. Allí no se ayuda a la producción. Yo cerraba un proyecto que para mí era interesante y que daba pie a una buena publicación. Esto no va a ser así.

Le quería preguntar por esos otros proyectos al final de su impresora…

Además de la pieza de videodanza, quiero cerrar la trilogía del espejo. Tengo ya dos de las tres videoperformances producidas. La segunda, nacida de un error de la primera. La tercera será mucho más ambiciosa y costosa. Y después estoy con un proyecto para primavera, en La Línea, mi pueblo, en el que invito a otros artistas de la zona y de Madrid para reflexionar sobre el paisaje, pero entendido de una manera amplia: de la memoria, literario, virtuales… Tendrá dos sedes: en una, un recorrido sobre el concepto de paisaje en mi trabajo, y, en la otra, un gran frottage que recorrerá el perímetro de la sala,  en su centre un espacio de documentación y anexo  un muro exento me servirá para ir invitando a artistas cada semana para que reflexionen sobre el asunto. No quiero dar nombres porque no hay nada cerrado, pero vamos a apelar a lo sensorial, en un momento además tan complicado. Creo que hay que despertar conciencias e implicar a otros agentes

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la exposición como proceso / Armando Montesinos

La exposición como proceso. Un texto de Armando  Montesinos para el catálogo Arquitectura y «Yo». Madrid 2019
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Arquitectura y «Yo» se titula esta exposición de Juan Carlos Bracho, y lo primero que llama la atención es ese «yo» entrecomillado que, al estarlo, se sitúa en un plano diferente, más ambiguo, al de la palabra que, rotunda, le acompaña. ¿Quién es, y qué relación tiene con la arquitectura, ese «yo»? ¿Y cuál la que tiene con el lector que ahora mismo está leyendo este catálogo, también así titulado?

Hay artistas y autores que son agentes vaciadores de significados y contenidos, modificadores del lenguaje a través de cambios en el modo de mirar. Que despojan a las formas de sus ropajes y las muestran desnudas, aunque hay quienes las siguen viendo, como al emperador, vestidas.

Aunque puedan parecer unos saltos un tanto extemporáneos, hablemos de algunos de esos agentes. De Édouard Manet, cuyo membrete rezaba «Todo sucede», que despojó a su pintura de toda carga retórica e historicista, y en cuyos cuadros nada añadía -ni simbolismos, ni historia, ni valores morales- a lo que veía, mostrando simplemente -algo no tan sencillo- solo lo que allí había. Así, la obra de arte comienza a dejar de representar para dar paso a un proceso de presentación, de producción de registros que son pura presencia. De Donald Judd, quien decía: «Si mi obra es reduccionista es porque no tiene los elementos que la gente cree que debería haber». Esos elementos que se echaban en falta eran, precisamente, los que tradicionalmente habían dotado de contenido a la obra de arte: expresividad, ornamento, imaginería, habilidad manual del artista… La obra, vaciada de representación, de metafísica, de metáfora, ya no «dice»: es, nada más, y nada menos, una presencia en un espacio.

Una presencia. Esa palabra nos pone en contacto inmediatamente con nuestro propio cuerpo, que es quien la detecta físicamente en el espacio expositivo. Interpelados por esa presencia, somos un cuerpo que –todo sucede-experimenta: ya no es la obra quien nos «dice algo», sino nosotros quienes podemos «decir algo» sobre la obra. Como escribe Juan Botella: «El arte ya no es lo que era, y no lo es porque tampoco el espectador es el que era. El ser no es lo que era. (Bergson: el ser es devenir, un continuo llegar a ser). El ser, el espectador y el arte son un hacer, una acción en el tiempo. Nótese que el infinitivo (hacer) es un tiempo impersonal, y aunque utilice a un YO para hacerse, no es el artista al que le pertenece, sino que es él quien pertenece al hacer».

De modo que tenemos ya alguna pista para identificar a ese «yo», que resultas ser tú, visitante de la exposición o lector de este catálogo. Arquitectura y «Yo» se refiere, entonces, no al propio artista, sino a cada uno de nosotros, y a cómo nos relacionamos con esas presencias que habitan y transforman los espacios expositivos, en este caso concreto la sala de exposiciones Alcalá 31. Una muestra que -tratándose de Juan Carlos Bracho solo puede ser así- no es tanto una exposición retrospectiva que pretenda fijar su trayectoria artística, como un work in progress, un episodio del constante bucle que es su proceso creativo, un capítulo sobre el que volverá en algún momento para estirar un resorte, prolongar un hallazgo, retomar una sensación, transformar una idea.

La mayoría de las prácticas artísticas contemporáneas son, más que multidisciplinares o interdisciplinares, a-disciplinares. Es decir, no están marcadas ni por una disciplina -lo que Kosuth llama «tipología»- ni por la combinación o interrelación de varias, sino por un uso discrecional de cualquiera de ellas. Si bien la herramienta principal de Bracho es el dibujo, su trabajo solo puede calificarse como a-disciplinar. En su empleo de unas técnicas o equipamientos -sean del propio dibujo, o de vídeo o fotografía, o de carácter performativo- adecuados a sus propósitos, Bracho actúa como un mero usuario que, al contrario de lo que advocaba Clement Greenberg, no se implica en la construcción o fortalecimiento de dicha disciplina en sí, sino en sus propias necesidades e intereses creativos.

En lugar de la direccionalidad implícita a una tipología, él ve el conjunto de su obra como si fuera un arbusto que, sin el tronco definido de un árbol, se ramifica desde la base; y cuyas ramas y su reflejo oculto, el duplicado subterráneo de sus raíces, crecen simultáneamente, ampliando su altura, su profundidad y su perímetro, y donde cada nuevo brote -cuyo tierno color le distingue momentáneamente de las hojas más antiguas- es a la vez único e indistinto de los demás, parte de ese todo vivo y en permanente expansión. Esos reflejos y duplicados, positivos y negativos, ese darle la vuelta al guante, son una constante en el quehacer de Bracho.

Fermín Soria describe con nitidez los rasgos del «sistema Bracho»: «Alejándose de una visión del arte como obra cerrada, se aproxima a otra en la que el elemento lúdico es entendido
como un movimiento libre, sin fin, que se repite sin cesar. El receptor es algo más que un mero observador ya que, en la medida en que participa en el juego que se propone y genera un trabajo propio, es parte de él. Se trata de un proceso de construcción y reconstrucción continuo, del que la obra es, por una parte, resultado, y por otra, inicio».

Otro de los rasgos contemporáneos es la casi completa desaparición del dibujo académico tradicional, y su sustitución por el dibujo personal, no sujeto a regla ninguna. Un entendimiento de la práctica ya no ligada a la representación realista, sino a otras ideas, como pueden ejemplificar estas palabras de la artista alemana Rosemarie Trockel: «Dibujar una línea es dividir el mundo en dos». Muy temprano en su proceso creativo -«mi trabajo parte de la idea de espacio entendido como desarrollo mental»-, Bracho encontró un método de dibujo completamente personal: la sistemática repetición de un trazo.

«En mis trabajos -comenta Bracho- no parto de ningún referente físico o mental… bueno, quizá la excepción sean esos primeros bocetos de mis cuadernos de trabajo… pero el dibujo final -que se materializa en una ‘traducción’ a gran escala de esos trazos en papel- es una imagen que se genera a partir de un proceso, de un sistema y de unas reglas prestablecidas, que en este caso es una repetición y concatenación de unos pocos signos mínimos que desencadenan un desbordamiento de los significados».

En palabras de Óscar Alonso Molina -quien ha escrito mucho y bien sobre el artista, como puede leerse en su texto en las páginas vecinas de este mismo catálogo-, «Bracho pone de manifiesto lo esencial, vertebral, de los conceptos dibujísticos en dicción contemporánea. Preeminencia de la idea, pues, que entre sus manos tiende a encarnar una corporeidad frágil pero extensiva, sutil pero clara, de apariencia monótona o discreta pero cuajada de matices y gran potencial».

Esos trazos repetidos metódicamente -carentes de toda expresividad personal, algo ausente en su trabajo- son una manifestación de su entendimiento del dibujo como algo performativo, una acción que puede realizarse sobre cualquier soporte y espacio. Bracho entiende el tiempo como volumen, como arquitectura moldeable, y como hace con el espacio imaginario de una maqueta, en el que a menudo prepara sus proyectos, lo modifica con cambios de escala. Plegado o desplegado, el tiempo de ejecución de sus acciones performativas sigue existiendo en los vídeos o fotos que las registran y documentan, a menudo origen de otros giros en su obra: «A veces este cambio de perspectiva, este giro, es una reflexión que surge después de analizar el material de documentación de realización de la obra, expandiendo la idea original (…) A veces son las pruebas de taller, los errores (…), lo que me motivan a desarrollar el trabajo por caminos alternativos. Se trata de estar atento a todas las narraciones paralelas, y a las posibilidades transformadoras que las ideas pueden tener al ser llevadas a la práctica».

Sin duda Bracho -en esa atención a las posibilidades paralelas, en ese generar «a partir de un proceso, de un sistema y de unas reglas prestablecidas»; en ese resultado final que «pertenece al propio proceso»- se reconoce en algunas de las famosas «Sentences on Conceptual Art» de Sol LeWitt:

«La voluntad del artista es secundaria al proceso que inicia desde la idea hasta su terminación. Su voluntarismo es solo ego.»

«Una vez establecida la idea de la pieza en la mente del artista y decidida la forma final, el proceso se lleva a cabo ciegamente. Hay muchos efectos secundarios que el artista no puede imaginar. Pueden servir de ideas para otras obras.»

«El proceso es mecánico y no se debe interferir en él. Debe seguir su curso

En su texto «Oh!!! Donald Judd», que se incluye en la muestra y en este catálogo, Bracho expone su entendimiento de la obra del artista minimal como algo cálido y enormemente bello, lejos de la rigidez y frialdad que se le suele atribuir. En efecto, el despojamiento de los atributos radicionales que daban contenido a la obra no se traslada al espectador, quien puede seguir vertiendo en ella, pero ya no a su dictado, no solo sus reflexiones, sino también sus emociones y sensaciones. Por su parte, las del artista apenas se filtran a través de sus títulos. «Suelo escoger títulos de canciones, libros, películas o frases que me voy encontrando. Es una forma de vincularme emocionalmente con ellos, de abstraerme de alguna manera del propio proceso. Mis dibujos para mí implican horas de trabajo, de planificación, un horario que tengo que cumplir, en definitiva, un esfuerzo físico. Sí que disfruto enormemente dibujando, pero no tengo la perspectiva suficiente como para proyectar emociones que no estén relacionadas con el hecho de dibujar (…)Yo me puedo pasar horas dibujando, que para mí es un ejercicio fantástico y con el que disfruto mucho, pero es una experiencia mía, que difícilmente puede extrapolarse, porque es un trabajo muy físico. Pero mi experiencia no es trascendente. Es un trabajo nada más, ese es su valor».

El objetivo de Bracho es observar, percibir y producir belleza a través de una atenta mirada sobre las cosas. Emoción perceptual y profundidad conceptual. Esa atención -también lúdica, como puede percibirse en la diversidad de materiales que sedimentan en sus cuadernos de trabajo- tiene algo de animista, de saber que «todo sucede».Y es, también, la que le permite reflexionar sobre las condiciones en las que se desarrolla su profesión: «El arte no es o no debería ser solo evasión y mundos llenos de fantasías, sino una herramienta útil e imprescindible que nos ayuda a ser conscientes, estar alerta y ser críticos con lo que nos rodea y con nosotros mismos».

El arte, veíamos más arriba, no es lo que era, y tampoco su valor social o su economía. El trabajo de un artista se concretaba exclusivamente en los objetos que producía; hoy, en muchos casos, son sus ideas, su investigación, y el tiempo de su trabajo los valorados -lamentablemente poco comparado con otras actividades que requieren su misma alta especialización- por la economía contemporánea del mercado.

«Vivimos -dice Bracho- en una época dominada por el capital impaciente, en la que existe un deseo constante y compulsivo de resultados rápidos y en la que el error y el azar no forman parte, o se eliminan y discriminan de todo proceso vital. El arte, desgraciadamente, no escapa de esta corriente. Está inmerso en una enorme ola mercantilista que arrastra y hace desaparecer todo lo que no es nuevo, vibrante, brillante, vendible y asimilable en una fracción de segundo. (…) La publicidad y todo su imaginario irradian, sin duda, un magnetismo atractivo e inquietante. Sin embargo, la diferencia con respecto al arte es, o debería ser, bien sencilla: no se trata de condicionar ni de generar diferencias sino de proponer un espacio de libre pensamiento».

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Arquitectura y «Yo» presenta un conjunto de trabajos que abordan relaciones con la arquitectura, realizados -o proyectados, pero no ejecutados, por causas diversas- entre 2003 y 2018, más unas obras concebidas específicamente para este proyecto.

Tres grandes grupos de obras componen la exposición: las piezas realizadas específicamente para el espacio de la sala, aquellos proyectos que quedaron materializados en dibujos, fotos
o maquetas, y los que vuelven, de nuevo el bucle, a cobrar existencia en otra reencarnación o variación. A ellos se unen los cuadernos de trabajo del artista, que se muestran por primera vez en público, y cuyo modo de presentación -lo que hoy se llama dispositivo expositivo, unas mesas diseñadas para la ocasión- ha sido germen de una pieza que solo existe en la exposición en potencia, una especie de figura oculta como la que hay que encontrar en ciertos pasatiempos: la obra «AYYO», que solo cobrará forma físicamente tras el desmontaje de la exposición, ya que recogerá y reciclará todos los restos y residuos de materiales de las obras realizadas in situ, los bocetos y planos del montaje, el material informativo, las pruebas de imprenta del catálogo, etc., etc. Se trata, pues, de la primera consecuencia de este work in progress que, como se ha dicho, es esta exposición. En los textos de sala se ha utilizado una tipografía escrita a mano por el artista. Contienen tan solo sucintas descripciones de las obras, con la voluntad de no mediatizar la experiencia y la reflexión propia de cada espectador, subrayando así la materialidad -«aquí y ahora»- de la presencia de cada «yo» en el espacio expositivo.

Este catálogo, prolongación temporal y espacial de la muestra, concebido como tal -«relación ordenada en la que se incluyen o describen de forma individual libros, documentos, personas, objetos, etc., que están relacionados entre sí», según el diccionario de la RAE- contiene las fichas completas, ordenadas cronológicamente, de las obras expuestas. Dichas fichas están escritas en segunda persona, en un desplazamiento del «yo» del artista que genera un diálogo con el «yo» del lector, que se ve situado como autor. «Es otro, hablándome a mí, y a cualquier otro», comenta Bracho.También incluye materiales de trabajo y planos del proyecto expositivo, que por la complejidad del montaje y los tiempos de la institución no aparece reflejado en las habituales fotografías con vistas de la sala. Como complemento a las fichas y a los planos, confiemos en que un breve recorrido por escrito, aunque no aborde todas las obras expuestas, permita al lector, al modo de los fotogramas que antiguamente anunciaban las películas en los vestíbulos de los cines, imaginar algunos rasgos del montaje.

En la planta baja, una primera obra corta diagonalmente la sala. «Regreso al hogar» es la tercera vuelta de tuerca a una idea -sus reencarnaciones anteriores tituladas «Here, there and everywhere» (2004) y «Ahora y siempre» (2006), ambas presentes en la exposición como documentación o mediante piezas generadas a partir de ellas- que reflexiona sobre las relaciones o fronteras entre arquitectura y escultura. Preguntado David Smith por el buen tamaño de sus piezas, el escultor estadounidense respondió que no habría querido hacerlas tan grandes como arquitecturas ni tan pequeñas como esculturas. Aquí, la obra funciona como elemento que articula el espacio expositivo, como arquitectura de sala sin serlo.

Posiblemente la intervención más llamativa, por su tamaño, es «Pastoral», que ocupa con sutiles gamas de colores las largas paredes de los dos pasillos laterales. Consiste en unos laboriosos y delicados frottages monocromos de gran formato, realizados con barras de pastel que -como en un delicado dibujo de Ingres, donde ambos materiales, el leve vello del papel y el grafito, rozándose apenas el uno al otro, se hibridan dejando un vestigio cromático- revelan la orografía invisible creada por el rastro que la sucesión de proyectos y actividades expositivas ha ido dejando en esos muros.

Al final de los pasillos su gradación cromática contrasta, pese a que tienen el mismo tamaño, con la pareja de dípticos -uno blanco, el otro negro- «Interludio, Preludio, Idilio y Romance». Ambas hechas con cinta de velcro, como la serie de obras que Bracho / Rivera -el equipo que formó, hasta su disolución en 2002, con la artista Julia Rivera- realizaron ya durante su etapa universitaria, en la facultad de Bellas Artes de Cuenca. Aquellas eran piezas contundentemente tridimensionales, híbridos de pintura y escultura al modo de los objetos específicos de Judd; estas, por el contrario, pegadas las cintas directamente a la pared, operan como una piel más que se añade a las capas de pintura que han ido cubriendo los muros tras cada exposición. Cada díptico consiste en el enfrentamiento de las diferentes texturas -pelo y gancho- del velcro en sendas paredes, creando una atracción casi magnética entre ambas, que parece anunciar la inescapable inminencia de su unión.

«M sobre M» también reflexiona sobre los estratos del tiempo y de la piel de la sala. Retomando la idea de «Poni Aloha» , un enorme dibujo mural en grafito negro realizado en 2007 en esta misma sala, para la colectiva Aquí y ahora.Tiempo y espacio, Bracho regresa ahora «al lugar del crimen», a esa misma pared, para realizar un nuevo mural del mismo tamaño, esta vez multicolor y realizado a cuatro manos con una persona cercana. Pero aquel dibujo efímero sigue, en realidad, existiendo bajo la blanca y repintada epidermis del muro, y hacerlo visible de nuevo es, como en una prospección arqueológica, visibilizar también la dermis del tiempo. La idea original era, mediante sendas catas de restauración, recuperar partes del dibujo original, haciendo coexistir así pasado y presente y dinamizando la simetría del nuevo mural. El tiempo disponible para el montaje de la exposición lo hacía imposible, pero, en otro bucle o vuelta de tuerca del «sistema Bracho», en una especie de arqueología inversa, el artista decidió que, si no era posible ahondar en las capas, sí lo era añadir otra: las proyectadas catas son ahora ficticias, recreaciones –el artista se copia a sí mismo, y es copiado por su partenaire– del antiguo dibujo. «Hole No1 (For Adam)», otro frottage, ubicado en las alturas de la segunda planta como un enorme rosetón ciego, recuerda a la conocida declaración de Lawrence Weiner:

«1. El artista puede construir la pieza.
2. La pieza puede ser fabricada.
3. La pieza no precisa ser realizada.

Siendo cada una (de estas posibilidades) igual a, y coherente con, la intención del artista, la decisión de su condición recae en el receptor en la ocasión de su recepción.»

La obra tiene una existencia permanente -en la forma de un grabado gofrado y un texto con el contrato y las instrucciones de montaje y conservación-, y una posible, como mural, que en esta ocasión ha sido ejecutado por la persona a la que está dedicada.

Otra pieza que se modifica al exhibirse ahora es «Todos mis amigos me parecen guapos». La obra original (2014) apilaba en una peana los 132 papeles de poliéster sobre los que Bracho había registrado, a escala 1 / 1, el suelo de Cruce, la asociación cultural puesta en marcha en Madrid hace justamente 25 años por, entre otros entusiastas dinamizadores culturales, el  pintor Manolo Quejido. En esta ocasión aquel suelo se despliega completo sobre el de la sala, recortando los fragmentos que sea necesario para adaptarlo a sus peculiaridades, trasladando así la presencia –de nuevo esa palabra– de un espacio a otro. Bracho: «Lo interesante es el reto que supone adaptar una obra a un espacio para el que no está diseñada, o con el que no se establece una relación amable».

El montaje de la planta primera está concebido como una línea de tiempo donde se presentan cronológicamente las diferentes etapas de producción, evolución, formalización y difusión del proyecto artístico de Bracho. La línea de tiempo viene marcada por la obra «Yo también lo haría», pieza compuesta por 272 pequeñas imágenes, encapsuladas en metacrilato, fotogramas congelados de la vídeo-performance «Felix y su amiga F», que transmutan el tiempo de ejecución de dicha performance en espacio físico, y que se despliega por todo el perímetro de la planta. A su alrededor se articulan desde documentación de sus primeros trabajos en equipo con Julia Rivera, hasta su más reciente producción, los cuatro grabados de «Horizon» y la pareja de «dibujos» recortados «Churrete I / II». Entre ellas se presentan tanto obras acabadas -dibujos, fotografías, intervenciones- como reproducciones de croquis, bocetos o dibujos preparatorios, entresacadas de los cuadernos de trabajo que se muestran en las mesas, especialmente diseñadas para la exposición, que serán la base, como se dijo antes, de la obra «AYYO».

En palabras del artista: «Lo que ves es lo que tú proyectas, la intensidad de tu experiencia dependerá de tu aptitud a la hora de enfrentarte a una imagen que te interroga sobre tu propia manera de mirar y de interpretar tu bagaje visual o emocional. En definitiva, es poner en evidencia nuestros mecanismos de codificación de las imágenes». La exposición, en tanto que work in progress, no cierra ninguna lectura, sino que se abre a la experiencia del espectador, de ese «Yo» que somos cada uno de nosotros.

The exhibition as process. A text of Armando Montesinos for the catalog Architecture and  «I». Madrid 2019
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The title of this Juan Carlos Bracho exhibition is Architecture and «I», and what first grabs our attention is this «I», with its quotation marks that place it on a different, more ambiguous, plane to that of the word that sits emphatically alongside it. Who is this «I», and what is his or her relationship to architecture? And what is his or her relationship to the reader who is now reading this catalogue, which has the same title?

Some artists and creators are agents who strip away meanings and content, who alter vocabularies through new ways of looking. Who remove the trappings from forms and show them naked, even if there are still those who see them, like the emperor, as clothed.

While it may seem something of a leap in time, let’s consider some of these agents. Édouard Manet, for example, whose letterhead proclaimed «Everything happens», who stripped all rhetorical and historicist content from his work, and who, in his paintings, added nothing −not symbolism, not history, not moral values– to what he saw, simply showing (something that is not so simple) only what was there.Thus, the artwork began to shift from representing towards a process of presentation, of the production of works that are pure presence. Or Donald Judd, who said: «If my work is reductionist, it’s because it doesn’t contain the things people think it ought to contain».Those elements that were missing were precisely those that had traditionally given art its content: expressivity, ornament, imagery, the manual skill of the artist… Stripped of representation, metaphysics, and metaphor, the work no longer «says»: it is nothing more and nothing less than a presence in a space.

A presence.This word immediately puts us in contact with our own body, which is what physically detects it in the exhibition space. Confronted by this presence, we are a body that –everything happens– experiences: it is no longer the work that «says something» to us; rather we are able to «say something» about the work. As Juan Botella argued: «Art is no longer what it was, and this is because the viewer is no longer who he or she was. (Bergson: being is becoming, a constant coming into being). Being, the viewer, and art are an acting, an action  in time. Note that the gerund (acting) is an impersonal tense, and although it uses an I to be enacted, it is not the act that belongs to the artist, but the artist that belongs to the act».

Thus we now have a clue to identifying this «I», which turns out to be you, the visitor to this exhibition, or the reader of this catalogue. Architecture and «I» refers then, not to the artist himself, but to each one of us, and to the way in which we relate to these presences that inhabit and transform exhibition spaces, in this specific case Alcalá 31. A show that -as could only be the case with Juan Carlos Bracho- is not so much a retrospective exhibition that attempts to pin down his trajectory as an artist, but a work in progress, an episode in the continuous loop that is his creative process, a chapter to which he will return at some point in order to tighten a spring, expand upon a discovery, reconsider a feeling, transform an idea.

The majority of contemporary art practices are not so much multi- or interdisciplinary as adisciplinary. In other words, they are characterized not by a discipline -what Kosuth calls a «typology»- or by a combination of or interrelation between several, but by a discretionary use of any one of them. While Bracho’s principal tool is drawing, his work can only be described as adisciplinary. When he employs techniques or equipment -whether those of drawing itself, or related to video, photography, or of a performative nature- appropriate to his intentions, Bracho acts like a mere user who, contrary to what was advocated by Clement Greenberg, is not involved in the construction or reinforcement of that discipline in itself, but in his own needs and creative interests.

In place of the directionality implicit in a typology, Bracho sees his body of work as if it were a bush that, lacking the defined trunk of a tree, branches out from the base; and whose boughs and hidden reflection, the subterranean double of its roots, grow simultaneously, increasing its height, its depth and perimeter, and where each new shoot -whose tender colour momentarily distinguishes it from the older leaves- is both unique to and indistinguishable from the rest, part of this living and constantly expanding whole.These reflections and doubles, positives and negatives, this turning inside out of the glove, are a constant in Bracho’s artmaking.

Fermín Soria provides a clear description of the features of the «Bracho system’: «Distancing himself from a vision of art as a closed work, he moves towards another in which the playful element is understood as a free and never-ending movement, which is repeated over and over again.The receiver is something more than a mere observer since, by participating in the game that is suggested and creating his or her own work, he or she can become part of it. It is a process of constant construction and reconstruction, of which the work is, on the one hand, the result, and on the other, the beginning.»

Another contemporary trait is the almost complete disappearance of traditional academic drawing, and its replacement by personal drawing, ungoverned by any rule. An understanding of the practice that is no longer associated with realist representation, but with other ideas, as illustrated by the words of the German artist Rosemarie Trockel: «Drawing a line is dividing the world in two». Very early in his creative process -«the starting point for my work is the idea of space understood as a mental development»- Bracho discovered a totally personal method of drawing: the systematic repetition of a stroke.

«In my works,» Bracho stated, «I don’t start with any physical or mental reference… well, maybe apart from those first drawings in my sketchbooks… but the final drawing -which takes the form of a large scale «translation’ of these strokes on paper- is an image that is generated through a process, through a system and certain pre-established rules, which in this case is a repetition and concatenation of a few minimal signs that unleash an outpouring of meanings.»

In the words of Óscar Alonso Molina -who has written extensively and cogently about the artist, as can be seen in the text on the adjoining pages of this catalogue- «Bracho reveals the essence, the core, of drawing concepts in a contemporary idiom.The preeminence of the idea, then, which in his hands tends to embody a fragile yet extensive corporeality, one that is subtle yet clear, monotonous or discreet in appearance yet imbued with nuances and great potential.»

These methodically repeated strokes -free from any personal expression, something that is absent in his work- are a manifestation of his understanding of drawing as something performative, an action that can be carried out on any support and in any space. Bracho understands time as volume, as malleable architecture, and as he does with the imaginary space of the models in which he often prepares his projects, he modifies it with changes of scale. Whether condensed or extended, the time in which his performative actions were executed continues to exist in the videos and photographs that record and document them, often giving rise to new developments in his works: «Sometimes this change of perspective, this shift, is a reflection that emerges after analysing the material that documents the work, expanding the original idea (…) Sometimes it’s the tests, the mistakes (…) that motivate me to develop the work along alternative lines. It’s about being aware of all parallel narratives, and of the transformative possibilities that ideas can have when they are put into practice.»

Without a doubt, Bracho -in this awareness of parallel possibilities, in this generation «through a process, through a system and certain pre-established rules»; in this end result that «belongs to the process itself»- would identify with some of Sol LeWitt’s famous «Sentences on Conceptual Art»:

«The artist’s will is secondary to the process he initiates from idea to completion. His wilfulness may only be ego.»

«Once the idea of the piece is established in the artist’s mind and the final form is decided, the process is carried out blindly.There are many side effects that the artist cannot imagine.These may be used as ideas for new works.»

«The process is mechanical and should not be tampered with. It should run its course.»

In his text Oh!!! Donald Judd, which is included in the exhibition and in this catalogue, Bracho expresses an understanding of the work of the minimal artist as something warm and enormously beautiful, a far cry from the severity and coldness usually attributed to it. In fact, the removal of the traditional attributes that give a work content is not transferred to the viewer, who can continue to confer not only his or her ideas on it, but also emotions and feelings, yet no longer at the dictate of the work.Those of the artist, meanwhile, are merely suggested. through his titles. «I usually choose titles of songs, books, films or phrases that I come across. It’s a way of connecting emotionally with them, of somehow detaching myself from the actual process. My drawings for me involve many hours of work, of planning, a timetable that I must stick to, a physical effort in short. I do enjoy drawing enormously, but I don’t have the perspective to project emotions that aren’t related to the act of drawing (…) I can spend hours drawing, which I find a fantastic exercise and one which I enjoy a lot, but it’s a personal experience, which is hard to extrapolate, because it’s a very physical task. But my experience is not transcendent. It’s simply work, that is its value».

Bracho’s aim is to observe, perceive and produce beauty by looking carefully at things. Perceptual emotion and conceptual depth.This care -which is also playful, as can be seen in the wealth of materials that sediment in his sketchbooks- has something animistic about it, a knowledge that «everything happens». And it is also what enables him to reflect on the conditions that govern his profession: «Art is not or should not be only evasion and worlds full of fantasy, but a useful and vital tool that helps us to be conscious, to be alert, and to be critical about what surrounds us and about ourselves.»

Art, we have already seen, is not what it was, and neither is its social value or its economy.The work of an artist was once manifested exclusively in the objects he or she produced; today, in many cases, it is the artist’s ideas, research and time spent working that are valued -sadly little in comparison with other activities that require the same high level of specializatio- by the contemporary market economy.

«We live,» says Bracho, «in an age dominated by impatient capital, in which there is a constant and compulsive desire for quick results and in which error and chance have no part, or are eliminated or separated from every vital process. Art, unfortunately, is not immune to this trend. It is engulfed in a great commercialized wave that sweeps away, into invisibility, everything that is not new, vibrant, brilliant, saleable and assimilable in a fraction of a second. (…)There is no doubt that advertising and all of its imagery exude an appealing and unsettling magnetism. Nevertheless, the difference in terms of art is, or should be, very simple: it is not about influencing or creating differences but about proposing a space for free thought.»

2

Architecture and «I» presents a group of works that address relationships with architecture, produced -or planned, but not realized, for various reasons- between 2003 and 2018, as well as a number of works created specifically for this project.

The exhibition comprises three major groups of work: pieces produced specifically for the gallery space; those projects that take the form of drawings, photographs or scale models; and those that have come into being once more -the loop again- in a new incarnation or variation. These are supplemented by the artist’s sketchbooks, shown for the first time in public, and whose mode of presentation -what is now referred to as an exhibition device, a number of specially designed tables- provided the seed for a piece that only exists as a possibility in the exhibition, a kind of hidden form such as that which has to be revealed in certain games: the work AYYO, which will only acquire a physical form after the exhibition is taken down, through the collection and recycling of all the vestiges and residues of materials from the works produced in situ, the sketches and installation plans, the informational material, catalogue proofs, etc. It is thus the first consequence of the work in progress that, as said earlier, this exhibition is.The in-gallery texts are handwritten by the artist.They contain only succinct descriptions of the works, in the desire not to mediate each viewer’s own experience and thoughts, thus emphasizing the «here and now» materiality of the presence of each «I» in the exhibition space.

This catalogue, the temporal and spatial prolongation of the exhibition, conceived as such -«an ordered record that includes or individually describes books, documents, people, objects, etc., that are related to one another», according to the Real Academia Española dictionary- contains the full descriptions, chronologically organized, of the exhibited works.These descriptions are written in the second person, in a displacement of the «I» of the artist that generates a dialogue with the «I» of the reader, who is put in the place of the artist. «This other, speaking to me, and to everyone else», Bracho says. It also includes working material and plans for the exhibition design, which due to the complexity of the installation and the timings of the institution are not reflected in the usual gallery view photographs. As a complement to the descriptions and the plans, we hope that a brief written tour, while not including every work, will -in the manner of the stills once used to advertise films in cinema foyers- allow the reader to imagine some of the characteristics of the installation.

The first work we encounter on the ground floor cuts diagonally across the room. Regreso al hogar [The Homecoming] is the third take on an idea previously addressed in Here,There and Everywhere (2004) and Ahora y siempre [Now and Forever] (2006), both of which are present in the exhibition as documentation or through pieces based on them, that considers the relationships or boundaries between architecture and sculpture. When the American sculptor David Smith was questioned about the considerable size of his work, he replied that he hadn’t wanted to make them as big as architecture nor as small as sculptures.Thus the work functions as an element that organizes the exhibition space, like architecture of the room without being so.

Perhaps the most striking intervention, due to its size, is Pastoral, whose subtle ranges of colour occupy the long walls of the side corridors. It consists of a number of laborious and delicate large monochrome frottages, produced with pastels that –as in a delicate drawing by Ingres, in which both materials, the soft down of the paper and the graphite, each barely caressing the other, amalgamate to leave a chromatic trace– reveal the invisible terrain created by the traces left on those walls by the succession of previous projects and exhibitions.

At the end of the corridors, their chromatic gradation contrasts, despite the works’ identical size, with the pair of diptychs -one white, the other black- Preludio / Interludio, Idilio / Romance [Prelude / Interlude, Idyll / Romance]. Both are made of velcro tape, like the series of works that Bracho / Rivera -the partnership he formed, until its break up in 2002, with the artist Julia Rivera- made while still studying at art school in Cuenca.Those pieces were very much three-dimensional, a hybrid of painting and sculpture in the manner of Donald Judd’s specific objects; these newer works, in contrast, with the tape stuck directly to the wall, function like another skin added to the layers of paint that have covered the walls after each exhibition. Both diptychs consist of the confrontation between the different textures –hook and loop– of the velcro on each wall, creating an almost magnetic pull between them that seems to announce the inescapable imminence of their union.

M sobre M [M on M] also considers the layers of time and the skin of the gallery. Returning to the idea of Poni Aloha, an enormous wall drawing in black graphite produced in 2007 in this same gallery for the group show Aquí y ahora. Tiempo y espacio [Here and Now.Time and Space], Bracho now returns «to the scene of the crime», to the same wall, to produce a new wall work of the same size, this time multicolour and produced in tandem with someone close to him.Yet, in fact, that ephemeral drawing continues to exist beneath the white, repainted epidermis of the wall, and making it visible again is, as in an archaeological excavation, also making the dermis of time visible.The original idea was, through a restoration process, to salvage parts of the original drawing, thus bringing past and present into coexistence and enlivening the symmetry of the new work. It wasn’t possible to do this within the time available for installing the exhibition, but, in another loop or twist in the «Bracho system’, in a kind of reverse archaeology, the artist decided that if it was not possible to uncover the layers, it was possible to add another: the planned excavations are now fictitious, recreations -the artist copies himself, and is copied by his partner- of the original drawing.

Hole No. 1 (For Adam), another frottage, placed high up on the second floor like an enormous blind rose window, calls to mind Lawrence Weiner’s famous statement:

«1.The artist may construct the piece.

2.The piece may be fabricated.

3.The piece need not be built.

Each being equal and consistent with the intent of the artist, the decision as to condition rests with the receiver upon the occasion of receivership.»

The work has a permanent existence -in the form of an embossed print and a text with the contract and instructions for installation and conservation- and another possible existence as a wall work, which in this case has been executed by the person to whom it is dedicated.

Another piece which has been altered for the current exhibition is Todos mis amigos me parecen guapos [All my friends seem good-looking to me].The original work from 2014 consisted of a stack of 132 sheets of polyester on a plinth. On the sheets Bracho had recorded, on a 1:1 scale, the floor of Cruce, the Madrid cultural association founded exactly 25 years ago by a number of enthusiastic and dynamic cultural agents, including the painter Manolo Quejido. On this occasion the floor is spread out in its entirety over the gallery floor, with the fragments cut where necessary to fit its particular features, thus translating the presence -hat word again- of one space to another. Bracho: «What is interesting is the challenge involved in adapting a work to a space for which it is not designed, or with which it does not establish an easy relationship.»

The layout of the first floor is conceived as a timeline that presents, chronologically, the various stages of the production, evolution, formalization and dissemination of Bracho’s artistic project. The timeline is marked by the work Yo también lo haría [I’d do it too], a piece consisting of 272 small images, encapsulated in perspex, frozen stills of the video performance Felix y su amiga F [Felix and His Friend F], that transform the time in which that performance was enacted into a physical space, which unfolds along the entire perimeter of the first floor. Around it are placed everything from documentation of his first collective works with Julia Rivera, to his most recent work, the four Horizon prints and the pair of cut-out «drawings» Churrete I / II [Stain I / II]. In between are both finished works -drawings, photographs, interventions- as well as reproductions of diagrams, sketches or preparatory drawings, taken from the sketchbooks that are displayed on the tables, specifically designed for the exhibition, that will be the basis, as mentioned before, of the work AYYO.

In the words of the artist: «What you see is what you project, the intensity of your experience will depend on your aptitude when you stand before an image that asks you questions about your particular way of looking and of interpreting your visual or emotional baggage. Ultimately, it is about revealing the mechanisms by which we codify images».The exhibition, as a work in progress, does not shut out any reading, but rather is open to the experience of the viewer, of this «I» that is each one of us.

oh!!! Donal Judd / Juan Carlos Bracho

Oh!!! Donal Judd. Un texto de Juan Carlos Bracho para el catálogo La distancia crítica. CGAC 2008
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Si nos limitamos a una lectura estrictamente formal «Sin título», una pieza de Donald Judd fechada en 1988, se puede describir sencillamente como una serie de cuatro estructuras cúbicas de aluminio y plexiglás que, a simple vista, se pueden confundir con estantes para libros, cajoneras o simples taquillas. Una observación que se puede aplicar a toda la producción de este artista, ya que todas sus obras obedecen a una serie mínima de normas a las que se mantuvo fiel durante toda su vida: repetición, repetición, repetición.

Pero, ¿qué nos induce a comparar una obra de arte –porque de eso se trata– con un simple objeto de consumo? ¿Qué los diferencia y los confunde? Desde mi punto de vista tan solo se trata de una cuestión de actitud, de una posición firme, honesta y coherente; una postura que Donald Judd, el más esteta y riguroso de todos los artistas minimalistas, mantuvo hasta el final.

Junto con el Pop Art el Minimal Art hizo suyos los procesos de producción en serie propios del capitalismo tardío, despojando a la obra de arte de todo valor simbólico asociado a su manufactura, cambiando para siempre las reglas del juego. Ya todo era posible, reproducible y consumible.

Paradójicamente, mientras que Warhol conseguía uno de sus mayores sueños –la democratización de su legado y de él mismo– el paso del tiempo ha jugado en contra de toda la producción minimalista, restándole toda su potencia crítica y transformando esos «Objetos Específicos» en mobiliario geométrico y en atrezzo para escaparates de grandes almacenes.

¿Soñaría Judd con este momento?

Ya nos es imposible ver y experimentar esas obras como volúmenes neutros –que en su fría apariencia se sitúan por encima del bien y del mal– cuando a la vuelta de la esquina, y en la propia tienda del museo, los encontramos reproducidos en cientos de catálogos que recogen lo mejor y más selecto del diseño internacional, portador de lujo, refinamiento y buen gusto.

Sin embargo, en el arte no todo se limita a la simple apariencia.

Tras la precipitada pérdida de esa presencia y autoridad con la que estas obras se presentaban a principios de los sesenta, la conquista del cuerpo y del espacio se convierten en el principal logro del movimiento minimalista. El espectador como sujeto pasará así de ser modelo a imitar a cuerpo que experimenta, y el espacio de simple contenedor a desencadenante de mil y una experiencias.

Las obras minimalistas ya no remitían de forma metafórica a nada, ni permitían referencia ninguna a otras imágenes plásticas. Un lenguaje de formas reducidas, de carácter serial y no relacional que en su supuesta neutralidad se emparentaba estrechamente con el programa del movimiento arquitectónico moderno; ausencia de ornamento, racionalismo de la forma y democratización del espacio. Una visión que reivindicaba una experiencia de la arquitectura atemporal y definitiva. Un estado perfecto de la forma vaciada de todo contenido y valor simbólico. Una propuesta utópica que en su huida hacia adelante condensaba toda una tradición histórica filosófica de culto a la belleza y la forma que va desde Pitágoras a Platón, pasando por Boullée, Cézanne y Le Corbusier.

Ya no se trataba de reconocer e interpretar, sino de sentir, y en esta radicalidad anida la gran contradicción del movimiento minimalista. Toda su intención está focalizada en una experiencia del aquí y el ahora que reclama un total protagonismo de los sentidos y, como todos sabemos, estos son los mejores portadores de fantasmas y fantasías.

Al contemplar «Sin título» –una obra menos dogmática y más abierta que las primeras piezas con las que Donald Judd y sus contemporáneos sorprendían a la crítica y al público de principios de los sesenta– no puedo dejar de imaginarme al artista retirado en su particular desierto del Jordán; territorio desde el que resistiría a mil y una tentaciones, tal y como Guillermo Pérez Villalta lo describe en su maravilloso cuento «Judd y la montaña».

La trayectoria vital de este artista, sin duda la figura más carismática del movimiento minimalista, refleja sin pretenderlo una actitud intensamente romántica. Judd, huyendo de la creciente banalización de la escena artística neoyorkina y del nuevo establisment del arte, creará en torno suyo todo un universo limpio y claro como él deseaba. Seducido por el paisaje extremo del desierto tejano rehabilitará en la ciudad de Marfa unos antiguos barracones y hangares militares, en los que se dedicará en cuerpo y alma a desarrollar su trabajo, exhibir el de sus compañeros más admirados y prestar apoyo a toda una nueva generación de artistas. Paradójicamente este viaje supuso para él una vuelta al paisaje, género que había cultivado al inicio de su carrera, y a un lugar yermo y estéril pero cargado de un fuerte componente simbólico y metafórico.

Sin duda en «Sin título» Judd expresa sin la menor inhibición su seducción por la forma a través de la fría sensualidad contenida de los materiales; una sensación que se potencia al explorar físicamente la obra con nuestras manos. Experiencia prohibida que recomiendo a todo aquel que se enfrente a una obra de estas características.

En «Sin título» el aluminio y el plexiglás juegan sutilmente y adquieren una cualidad de espejos donde no solo se proyecta, se difumina, se amplía e invierte el espacio circundante, sino nuestra propia figura reflejada. Contrariamente de lo que pueda parecer en un primer momento en su economía de formas y materiales, y en un simple juego de volúmenes, radica la potencia de esta obra, que es mucho más flexible de lo que a primera vista podría parecer, pues cada cambio, por mínimo que sea, evidencia un desarrollo infinito de sus formas en el espacio.Y es precisamente ese ir y venir del vacío el que permite que entre toda la subjetividad en la obra.

Desde su visión ascética de la bello y lo sublime Judd nos invita a una interpretación expansiva de su obra, y de estas dos categorías asociadas íntimamente con el concepto de infinitud; un territorio en el que el maestro se movía a sus anchas. Enfrentarse a una obra de estas características es en definitiva una experiencia que te transporta y te hace soñar, y en la que nuestro cuerpo, en comunión con la forma, se sumerge en una experiencia pura de  escala y medida de sí mismo, y del espacio que lo envuelve. Lo físico y lo mental.

Oh!!! Donald Judd. A text of Juan Carlos Bracho for the catalogue The critic distance. CGAC 2008
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If we were to stick to a purely formal interpretation of Untitled, a piece by Donald Judd dating from 1988, one could simply describe it as a group of four cubic aluminium and perspex structures which, at first sight, might be taken for book shelves, boxes or simple drawers. In fact, one could apply this same observation to the whole of the artist’s output, given that, throughout his entire life, Judd’s work remained true to a short number of rules: repetition, repetition, repetition.

But, what would prompt us to compare an artwork -which is, after all, what it is- with a simple consumer object? What is it that differentiates and mixes them up? To my way of thinking, it boils down to a question of attitude, to a steadfast, honest and coherent stance; a posture that Donald Judd, the most aesthete and rigorous of all the minimalist artists, maintained right till the very end.

As well as Pop Art, Minimalism also adopted the serial production processes of late–capitalism, divesting art of the symbolic value associated with its making, thus altering the rules of the game forever. Now everything was possible, reproducible and consumable.

Paradoxically, while Warhol achieved one of his greatest dreams, namely the democratization of his legacy and of himself, the passing of time has played against all the minimalist production, bleeding it of all its critical clout and transmogrifying these ‘specific objects’ into geometrical furniture or props for department store window displays. Did it ever occur to Judd that this could happen?

It is no longer possible for us to see and experience these works as neutral volumes whose cool semblance put them beyond good or evil. When around the corner, and in the museum shop itself, we find them reproduced in hundreds of catalogues that compile the best and most select examples of international design, badges of luxury, refinement and good taste.

But, of course, not everything is mere appearance in art.

After the sudden loss of the presence and authority which these works laid claim to in the early seventies, the conquest of the body and of space became their main achievement. The spectator as subject would thus go from being a model to imitating the body that experiences, while space transmutes from a simple container to the trigger for a thousand and one experiences.

Minimalism no longer spoke metaphorically about anything, not did it countenance any reference to other visual images. In its purported neutrality, this serial, non–relational language of reduced forms was closely related to the program of the modern architecture movement: the absence of ornament, the rationalism of forms, the democratization of space; a vision that defended a timeless and absolute experience of architecture; a perfect state of the form emptied of all content and symbolic value; a utopian proposal that, in its leap into the dark, condensed the whole historical philosophical tradition of the cult of beauty and form that spans from Pythagoras to Plato, including Boullée, Cézanne and Le Corbusier.

It was no longer a question of recognising and interpreting but one of feeling. However, dwelling

at the heart of this radicalness is the crux of the minimalist movement. Its whole intention is focused on an experience of the here and now, which calls for the absolute prominence of the senses. And, as we all know, they are the best carriers of ghosts and fantasies.

When contemplating Untitled, a less dogmatic and more open work than the first pieces with which Donald Judd and his coevals surprised critics and public alike in the mid–twentieth century,

I cannot stop imagining it on retreat in its own personal desert in Jordan; a place where it will resist one thousand and one temptations, as Guillermo Pérez Villalta imagined in his wonderful short story Judd y la montaña.

The life of this artist, arguably the most charismatic of the Minimalists, unwittingly reflected an intensely romantic attitude. Judd, fleeing from the increasing banalization of the New York art scene and the new art establishment, would build around himself the clean pure world he longed for. Seduced by the extreme landscape of the desert in Texas, he refurbished some old military hangars in the town of Marfa where he would dedicate himself wholeheartedly to developing his own work, exhibiting the work of his closest colleagues and lending support  to a whole new generation of artists. Ironically, this journey meant for him a return to landscape,  a genre he had cultivated at the beginning of his career, and to a barren, sterile place which  was nevertheless charged with a strong symbolic and metaphoric power.

Beyond all doubt, Untitled reveals without the slightest inhibition how Judd was seduced  by the form through the cool sensuality contained in the materials. This sensation is further enhanced when physically exploring its edges with our hands; a forbidden action that I would recommend to anyone in front of a work of these characteristics.

In Untitled, there is a subtle play between the aluminium and the perspex that lends them  a mirror–like quality which not only projects, diffuses, amplifies and inverts the surrounding space, but also our own reflected person. Counterintuitively, the power of this work, much more flexible than it might seem at first sight, given that every change, however small, evinces its infinite development, lies in its economy of forms and materials, and in the simple play of volumes. And it is precisely this coming and going of empty space that enables the entry of all subjectivity.

Through his ascetic vision of beauty and the sublime, Judd invites us to take an expansive interpretation of these two categories intimately bound with the concept of infinity, a territory  in which he was perfectly at ease. Looking at Untitled transports you and makes you dream, and our body, in communion with the form, is engulfed in a pure experience of scale and measure  of itself, and of the space that surrounds it. The physical and mental space.

florencia/venecia / Óscar Alonso Molina

Florencia/Venecia.Un texto de Óscar Alonso Molina para el libro de artista Florencia/Venecia. Museo Barjola. Gijón  2019
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Florencia/Venecia
Todas las formas de abordar el paisaje (un exterior), desde el interior (estudio, hogar, museo…), se pueden resumir en dos modelos: mirarlo reflejado en un espejo, o a través de una ventana. Es decir, a la florentina o a la veneciana. En la primera, el príncipe es convocado a mirar el territorio que gobierna a través de una tabla perforada donde aparece representada su ciudad. ¿Qué encuentra allí dentro ese ojo privilegiado, sometido ya al rígido control de la colocación, de la postura y del movimiento, reducido a la ceguera parcial del guiño? Encuentra nada más y nada menos que la fenomenal construcción de la perspectiva lineal, matemática y geométrica, ¡exacta!, a través de la cual (ítem perspectiva) el mundo se resume en sus contornos de manera plausible. Brunelleschi parece ser el primero que desarrolló de manera completamente convincente tan ingenioso ardid, por el cual el ojo persuade al cerebro de la mecánica organización de cuanto nos rodea. Pintó en una tabla el Baptisterio de San Juan y, a la altura en que debía estar el punto de vista, la perforó. El ojo del regente fue invitado a por allí para ver reflejado el conjunto urbano en un espejito que el artífice situaba justo delante del ingenio. Más difícil todavía: el efecto se completaba al estar el cielo cubierto de pan de plata bruñido, aumentando así la sensación de realidad al reflejarse la luz y las nubes que en ese momento pasaban por encima. ¿No les parece magnífico? Descubrir el mundo de las maravillas al otro lado del espejo es toda una tradición del arte moderno. El artificio miniaturizado consigue resolver matemáticamente la eterna duda infantil de cómo ese edificio que es tan grande cabe en mi ojo. Cabe, querido niño, porque tú te empequeñeces gracias precisamente a ese despiadado sistema. Y con él arrastras todo a escalas menores, cada vez más y más pequeñas, de tal manera que la pirámide visual las comprime al cabo en un apretado punto de fuga. La astrofísica no pondría objeciones en esto, ¿verdad? El potencial espectador, el sujeto que puede mirar desde entonces el arte, está, como las semillas, suspendido entre la vida y la muerte, esperando las condiciones adecuadas para el surgimiento de la experiencia estética: latente; allí aguarda un molde “genético” en el que la flexibilidad de la mirada viva habrá de encorsetarse para llegar a ver. Yo creo que de todo esto también nos hablan las dos acciones encadenadas recogidas en este libro. De que la mirada frente al paisaje está siempre afuera. Y que así sea.

Ó.A.M.
[Madrid, marzo de 2019]

Florencia/Venecia
Todas las formas de abordarnos a nosotros mismos (mente y cuerpo), desde el paisaje (los sueños, las ideas, el análisis, la fantasía), se pueden resumir en dos modelos: mirarnos reflejados en un espejo, o proyectarnos a través desde una ventana. Es decir, a la florentina o a la veneciana. En la segunda, la humedad y la niebla, el resol o los vapores, la calima o  simplemente los meteoros vuelven inestable todo el conjunto que se ofrece a la mirada. El cristal tiembla o se empaña. Amaneceres y ocasos son  especialmente caros a esta sensibilidad. Pero también las tormentas en alta mar, las ventiscas de nieve, y, por supuesto, el acontecer de la catástrofe natural en estado puro: arrasadores huracanes que mezclan lo de arriba y lo de abajo; grandes incendios que disuelven la perspectiva y todo lo abaten; escenas volcánicas, con sus fumarolas, erupciones, coladas de lava; incluso colapsos planetarios, choques de galaxias… Es cierto que la tradición no llegó tan lejos y se contentó con el fin del mundo, un milenarismo. El Apocalipsis cuestiona si el reino de Cristo será terrenal, y entre los amantes del cuerpo la duda es infinita… Pero en cuanto al terreno concreto de las imágenes se refiere, la naturaleza sin otra perspectiva que la aérea (el paisaje sin línea de horizonte estable, superponiendo todas sus capas unas sobre otras en el plano de representación), anuncian de algún modo la amenaza de que los bordes salten al centro y, sin jerarquías ni fijación, todo se descoloque para nuestro desconcierto. Sería el gran momento de la  carcajada que deja en suspenso el orden del significado. La idea de que la risa es satánica deriva sin duda de ello. Estos trabajos que aquí  presentamos en torno a la ventana son, sin embargo, de una seriedad apabullante, solemnes incluso. En ellos vemos a un personaje trabajar afanosamente -pintando y despintado, borrando el alumbre de dos grandes espejos colocados en paralelo en un paisaje desértico-, volviendo  permeable la membrana de la imagen, trasteando con la ambivalencia de lo de dentro y lo de afuera, lo de atrás y lo de delante, lo real y lo reflejado… En todo momento parece consciente que la transparencia de la ventana deja mirar lo que hay al otro lado de forma reversible: atrae también al interior al mirón o al espía. Las ventanas son, más allá de la arquitectura, tanto intervalos de tiempo como nexos entre los reinos de lo visible y lo invisible. De hecho, antaño se abrían cuando el muerto expiraba para que el alma accediera a la inmortalidad. Amén.

Ó.A.M.
[Naix de Abaixo, Lugo, marzo de 2019]

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mezcla, entropía y Tutti Frutti / Óscar Alonso Molina

Mezcla, entropia y Tutti Frutti. Un texto de Óscar Alonso Molina para la escalas de los colores primarios
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“El color es el lugar donde nuestro cerebro y el universo se encuentran” M. Merleau-ponty

El demonio, y con él dios, está en los detalles… ¿o más bien habría que decir que por los rincones? En cada ocasión que el universo se pliega surge el destello de las variantes, la combinatoria y posibilidades que se multiplican hasta el infinito, donde priman ya los matices que separan el bien del mal, la belleza de la fealdad, la perfección de lo informe. En esta tercera y ultima entrega de su proyecto sobre el color, Bracho completa el círculo cromático y la carta de grises de sus series anteriores con todo un arsenal de mezclas que van del más claro al más oscuro de los colores primarios -escalas del cyan, magenta y amarillo-, ofreciéndonos al cabo de los dos lustros que le ha ocupado el trabajo una auténtica cosmovisión. Esa palabra –“ver, mirar, observar el mundo”- increíblemente tardía, que hubo de esperar al siglo xix para que Dilthey, su inventor, la aplicaría a los tipos ideales y las formas contradictorias de concebir la relación del ser humano con la naturaleza.

Precisamente, de eso mismo se trata aquí: en la dialéctica por definir los colores con precisión, de aislarlos y reducirlos a una imagen estable, la tecnología que iba a ser la principal aliada del artista ha venido a decir en voz alta lo que ellos mismos silenciaban: que, más allá de los errores que salpican cada uno de los grandes pliegos de color supuestamente uniforme que componen las series de sus multipáginas, en el fondo lo que ocurre es que los colores son sencilla y simplemente intratables. Wittgenstein llegaría a una conclusión parecida; en el aforismo 45 de la segunda parte de su famoso libro sobre los colores nos advierte de cómo frente a ellos “se debe siempre estar preparado para aprender algo totalmente nuevo.” Algo que ni la psicología ni la física serían capaces de aprehender por completo sobre “lo que ahora estoy viendo”. Porque el color, viviéndose en radical soledad, es a la vez el puente que se (ex)tiende entre todos nosotros para poder compartir la vida con los demás; una narración tejida entre multiples voces; un eslabón por cada experiencia individual.

Colores mezclados en procesión con el blanco y el negro, viciados o imperfectos; confusos y raros; desviados, sucios, complejos… Aristóteles decía que “los colores puros básicos son aquellos que los pintores no pueden fabricar.” Asistimos entonces en esta ocasión a los colores mismos de la cultura, como aquellos tan del gusto de los manieristas que, por su alambicada sofisiticación, necesitaban para su nomenclatura casi de un relato propio: “español enfermo”, “amiga triste”, “mono moribundo”, “vientre de nonato”, “sangre de dragón”… ¡ay!, Lo que Bracho y yo nos habremos reído también poniendo los títulos a los multipáginas de cada tanda después de nuestras serias sesiones de trabajo a lo largo de estos años. El acto de nombrarlos, rozando muchas veces lo cómico o el disparate, era una suerte de catarsis que aliviaba la tensión del esfuerzo, reservándonos siempre el momento para el final de la jornada. Feroz enloquecimiento del verbo persiguiendo la idea esquiva, que así, sólo por el camino paradójico, la retórica o esa suspensión del sentido que es propia de la carcajada, le dará supuestamente alcance. ¿Pero, la habremos siquiera rozado? Ojalá.

En cualquier caso, aquí se cierra el ciclo, y el proyecto acaba como no podría ser de otra manera: completando los huecos de la trama y habiendo aparecido por fin todos sus protagonistas; saturando las secuencias, los primeros planos y los secundarios; poniendo en escena la totalidad de las posibilidades que albergaba el guión… el desenlace es un despliegue resumido del espectro visual completo. Así que, tú que miras, ya tienes los títulos de crédito a tu entera disposición. Ha de caer el telón, y el fundido en negro sobre el escenario supone, como bien sabrás, la suma de todos los colores que por allí han aparecido. Guárdalos en tu memoria, bajo los párpados, porque lo demás es silencio, ver a solas la nada, o simplemente ceguera…

Óscar Alonso Molina [Seixo – Pontevedra-, agosto de 2019]

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colores mentales / Óscar Alonso Molina

Colores mentales. Un texto de Óscar Alonso Molina para el catalogo Campo de color. Galería Ángeles Baños. Badajoz 2013
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«Hay una cierta inopticidad, una cierta consideración fría, en esos colorantes que no afectan sino a ojos imaginarios.»
M. Duchamp

«El buen colorista se revela hasta en un apunte al carbón», aseguraba Matisse. Pero, seamos sinceros, frente al trabajo de Juan Carlos Bracho, insistentemente concentrado sobre los procesos del dibujo en sus facetas más reduccionistas y repetitivas, quién habría sospechado la pulsión, la pasión cromática que ahora nos revela encendida con tanta severidad como rigor, con tanta contundencia… Acostumbrados ya a su radical empleo del blanco y el negro -sólo en contadas ocasiones ampliado al escueto trío de colores luz primarios- la carta específica que aquí despliega no puede ser recibida como una simple caída en el placer infantil ante el arcoíris o los tonos animados, encendidos, contrastados. No, estos Campos de color, supuestamente uniformes y regulares, si hemos de fiarnos de cómo se ordenan en su planteamiento conceptual, al cabo parecen proponernos una experiencia concentrada del paisaje y del vacío en clave hermética y extrañamente contenida.

En efecto, resulta aquí fundamental entender el concepto de multipágina plegado como mapa, donde se despliega un territorio o campo (paisaje) monocromático: la superficie plana y neutra de la representación deviene una especie de orografía de papel con mínimos relieves y estrías, realces y planicies, picos y valles. Ya en anteriores ocasiones el artista se ha acercado muy conscientemente, con sus característicos tanteos metalingüísticos en torno al grado cero de representación, a reflexiones semejantes sobre la construcción mental del paisaje desde la abstracción más radical.

Al fin y al cabo, los vínculos emocionales que establecemos con el color dependen de lo que sobre él proyectamos, tal y como ocurre con el paisaje en nuestros recuerdos.

Pero os estaba hablando de ordenación, del rigor interno que vertebra la serie. Era también Matisse quien sostenía que «el color no es cuestión de cantidad; es cuestión de selección… El color adquiere expresividad total solamente cuando está organizado.» Y, en efecto, es por debajo de la sucesión tan rigurosamente analizada y regulada de estos grandes pliegos monocromos donde nuestro artista despliega una animación inédita en su trayectoria, aunque en absoluto ligada a rasgos expresionistas. ¿Habrá algo más distanciado de la efusión psicológica, de los aspavientos del «yo interior» que esta carta de color maniáticamente programada y producida, que este círculo cromático desplegado pieza a pieza que termina por envolvernos, dejándonos como centro de un perímetro frío, y sin embargo tan sensual y placentero?. 

Justo en el límite entre lo dibujístico y lo pictórico se presenta Bracho en esta ocasión. Por su parte, la monótona trama que van tejiendo su impresora y sus tintas industriales hacen surgir aquí y allá, desperdigándolos entre los centenares de folios que componen las piezas, irregularidades de variado tipo -desde descuadres del mosaico a errores de impresión-, mistakes que humanizan el trabajo desdiciendo el plan perfecto de la idea, y tejiendo caminos alternativos. La naturaleza conceptual del proyecto es, por decirlo de alguna manera, de filiación florentina, pero serán estos imprevistos, más que el protagonismo del color mismo, lo que le empuje insistentemente hacia las revueltas del dibujo veneciano, con su indefinición y falta de claridad, con su incertidumbre loca, vertiginosa, aunque, al cabo, igual de convincente que la de la escuela enemiga.

Así que, ¡paradoja!, donde más color creíamos ver resulta que no hay tanto, ni siquiera el suficiente como para mirarlo concentrada, embelesadamente… Como diría Fromentin, «el color no existe, puesto que, como sabemos, cada color cambia bajo la influencia de los colores que le rodean», y, os hablo desde el centro de este círculo de colores, parece que la cosa no cesa ni un segundo… Es, sencillamente, como diría Octavio Paz, un muy sutil vértigo el que provocan estos «colores verbales que vemos con los ojos cerrados» descritos por Duchamp en las notas de la Caja Blanca, donde por cierto también se habla de crear un «nominalismo pictórico». Lo digo por los títulos, que tampoco deberíais perder de vista… Esto es todo.

Óscar Alonso Molina [Madrid, abril de 2013]

Mental colors. A text of Óscar Alonso Molina for the catalogue Campo de color. Ángeles Baños Gallery. Badajoz 2013
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«There is a certain inopticity, a certain cold consideration,  these colorings affecting only imaginary eyes»
M. Duchamp

«A colourist makes his presence known even in a simple charcoal drawing» Matisse frankly, looking at Juan Carlos Bracho’s projects, an artist deeply focused on drawing’s processes in its more reductionist and repetitive expressions, no one would have expected to find such pulsion, a rigorous and severe chromatic passion mixed with such powerful conviction. We are used to his radical drawings just black and white, once in a while he opens to a brief treble of primary colours. This specific letter which is being unfurled is not a simple concession to a childish pleasure towards a rainbow or vivid tones, bright and contrasting. These «Campos de color» are, in theory, regular patterns according to its conceptual planning. After all, they seem to offer us a window to an experience based on the landscape and the void in an inscrutable and surprisingly austere way.

Actually, we must understand the concept of multipaging. We can explain it with this image, a map where the landscape unfurls forming a monochromatic territory or field (a landscape). The plain and neutral surface of the representation becomes a kind of paper orography with minimum reliefs and strias, highlights and plains, peaks and valleys. In previous projects, the artist has got consciously  closer with its well known metalinguistic touches around the zero degree of representation, to similar reflections about the mental construction of the landscape from a radical abstraction. In the end, the emotional attachment we establish with colour depends on what we are using to project, just like it happens with a landscape that we remember.

But I was talking about order, the internal rigour that provides the backbone of the series. Matisse argued that «colour is never a question of quantity, but of choice… Colour attains its full expression only when it is organised, when it corresponds to the emotional intensity of the artist». In fact, under this succession so rigorously analysed and regulated, these big monochromatic foldings where the artist develops a new animation in his repertoire. However, this is by no means linked to any expressionist feature. Are there anything farthest from the psychological efussiveness, from our inner self fuss than this coloured letter maniacally programmed and produced? This chromatic circle unfolded piece by piece ends engulfing us, leaving us in the center of a cold perimeter, in spite of its sensuality and pleasentness.

This time Bracho presents himself in the edge between drawing and painting. His printer and industrial inks loom a monotonous pattern through hundreds of pieces of paper which in turn, compose his project. These varied and irregular shaped pieces, that range from unframes to impression errors, humanises the project breaking the perfect plan contained in the idea. Thus, waving alternative paths. The conceptual nature of this project is, so to speak, of florentine origin. However, these unforessen events move the spotlight from the colour itself to the riots of the venetian drawing with its lack of  definition and clarity, its mad and vertiginous uncertainty. But is as convincing as its rival school of art.

Paradoxically, our sight fails us because the more coloured parts are not fully coloured. So, we are not going to be able to focus our sights on it like we initially supposed. Like Fromentin said «colour itself doesn’t exist, because, like we know, each colour changes under the influence of the colours around it». I am  speaking to you from the center of this coloured circle that it seems is not ceasing to move. Simply put, like Octavio Paz said, it is a subtle vertigo caused by «these verbal colours which we see with our eyes closed» which is described by Duchamp in the White Box notes, where by the way, he also writes about the creation of a pictoric nominalism. I mention these because you should take a look to it… That is all.

Óscar Alonso Molina [Madrid, April 2013]

la sombra arrojada del mundo / Óscar Alonso Molina

La sombra arrojada del mundo. Un texto de Óscar Alonso Molina para el catálogo Carta de grises. Galería Municipal Manolo Alés. La Línea 2013
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«Es el gris fundamental que distingue a los maestros y es el alma de todo color»
Odilon Redon

«Todo hay que reducirlo a su máxima simplicidad, pero no más», decía Albert Einstein. Y Juan Carlos Bracho es una idea que sigue con infalible instinto a fin de lograr que, a la manera de la conocida máxima de Van der Rohe, en las imágenes menos sea siempre más… Los elementos sintácticos de su trabajo aparecen abreviados casi al límite, y en este sentido la obra de este artista se pone en la estela de las propuestas radicales que desde la abstracción geométrica hasta el minimalismo apostaron a lo largo del siglo XX por hablar de lo que está más allá del grado cero de la representación.

En paralelo, junto a semejante radicalidad (la búsqueda de los recursos mínimos es también aquí la de una suerte de arqueoescritura gráfica y visual, indagación sobre la mínima enunciación, sobre la capacidad de decir el desierto desde prácticamente la nada), Bracho despliega esa simplicidad comentada por Einstein que, a pesar de las apariencias, no es tan fácil encontrar.

En esta nueva serie dedicada a la escala de grises, que sucede a la que protagonizó el círculo cromático, repitiéndose formatos, tamaños, técnica y número de piezas que la componen, encontramos buen ejemplo de su capacidad para que las cosas se decanten dentro del proceso de la manera más natural, clara y espontánea. Entre el blanco y el negro, los multipáginas monocromáticos que nos ocupan van matizando tono a tono el espectro de la mezcla; además, para nuestra sorpresa, ofrecen un marco de referencia y vuelven a reconducir al interior de las premisas y códigos habituales de su producción la serie de color, que tan irreductible parecía a ellos hasta justo este momento. De golpe, todo es más sencillo. Simplemente.

Frente a las ideas latentes del paisaje que se desprendían de su anterior recorrido por el arcoiris, esta carta de grises nos muestra una versión escueta, sobria y muy serena de la problemática largamente experimentada en la modernidad alrededor del tándem ojolenguaje: la agonística en torno al vacío donde no hay nada que ver o donde no hay nada que decir. Justo como en la grisalla, esa técnica que adquirió en la Edad Media cristiana un significado específico relacionado con la Cuaresma -que no es un tiempo de pérdida o luto, sino de meditación, melancólico y recogido-, simbolizado en los cuarenta días que Jesucristo pasó en la soledad del desierto como antesala de su labor pública, y que no casualmente empieza en un Miércoles de Ceniza.

Gris ceniza, gris plomo, sombra gris…; como el grafito que tantas veces ha sido la única herramienta en el trabajo de Bracho (también la materia gris del cerebro ronda de cerca nuestra alegoría); gris será de nuevo, precisamente, el color del manto de Cristo-Juez en las representaciones medievales presidiendo el Juicio Final. ¿Pero, aquí, qué sería lo que permanece inerte -exangüe, pálido, pura sombra o entre nieblas- y es interpretado, juzgado, por el ojo? Posiblemente la propia vitalidad de la imagen, sometida en su origen, desde estos pliegos, al monótono rasguear de la impresora doméstica del artista sobre cientos de folios, línea a línea, punto a punto; esa «fetichización moderna de la vista», que diría Rosalind Krauss, y que Greenberg asociará al plano del cuadro o a la superficie pictórica.

Me imagino el cabezal de su impresora como la hoja de esa navaja que rasga, desde un primer plano intolerable, el ojo de la mujer en la mítica escena de Un chien andalou Negación del ojo y la mirada, que sólo puede entretenerse ya en las salpicaduras de los errores –azarosos e imprevisibles, manuales o mecánicos- producto de una impresión y un ensamblaje imperfectos, y que rasgan el velo (aletheia) de las apariencias. Lo demás en una veladura sucesiva que, a la manera de la pintura clásica, va cubriendo capa a capa el espectro de lo visible para hacerlo tangible: las apariencias de la vida, el mundo en cuyo seno nos recreamos gozosamente ante los cuerpos, las figuras, los enseres y nuestras «pequeñas sensaciones»… Todo progresivamente nublado tras la fina telilla de unas cataratas que nos abocan a quedarnos a solas en el reino de las ideas y de un lenguaje en estado puro; sin contacto material ya con las cosas, de las que quizá prefiramos sus sombras arrojadas en la pared de la caverna.

Se ha demostrado que, frente a lo que se creía popularmente, los recién nacidos no ven sólo en grises, y que sus ojos distinguen el color, aunque no puedan enfocarlos con precisión. Laceguera nos acecha entre la luz total, deslumbrante, y su ausencia extrema en las tinieblas. Abrir los ojos y cerrarlos; nacer al mundo y volver a ser polvo, ceniza, nada… Pero en los mitos, los muertos y los espíritus que vagan entre reinos son aún todos grises. Y que así sea.

Óscar Alonso Molina [Madrid, abril de 2013]

 

The world’s shadow throw. A text of Óscar Alonso Molina for the catalogue Grey card. Manolo Alés Municipal Gallery. La Línea 2013
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«The fundamental grey, wich differentiaties the master, expresses them, is the soul of all colourr»
Odilon Redon

Albert Einstein said; «Everything should be as simple as it is, but not simpler». This famous quote by Einstein is one of Juan Carlos Bracho’s most beloved mottos. He follows dearly with a goal in mind «Less is more». Like Ludwi Mies Van der Rohe, Bracho’s applies this maxim to his images, where the scarcity of syntactic elements has been pushed to the core. In that sense, the works of the Cadiz native follow closely 20th century radical movements like the geometry abstractionist or the minimalists whose ideas developed the concept of, What is behind the zero degree of representation?.

At the same time Juan Carlos not only deals with such radicalism, he investigates the possibilities of the minimal enunciation, the ability to evoke the desert with practically no elements at all. During the process, those minimal resources form a sort of architecture that rises from each of Bracho’s strokes both graphically and visually. Bracho unfurls its trademark simplicity which contrary to what you might expect is not found so easily.

This new series, devoted to the grey chromatic scale, takes the spotlight from its previous work about colour, however, it replicates some elements from it like format, size, techniques and the number of pieces that compose the whole work. It is an excellent example of his capability to arrange everything in a natural, simple and spontaneous way. In the crossroad between black and white, the monochromatic pages shade step by step the the whole spectre of the mix. Surprisingly, it works as a guide, it drives us to the codes and premises present in his former work about colour. Suddenly everything becomes easier to handle and understand in such a simple way.

As we mentioned before, in his previous visual tour Juan Carlos explored the rainbow. Hidden among the study of colour, there were some underlying ideas based on the landscape concept. On the other hand, his latest work, the gradation of grey offers a brief, sober and serene vision of a recurring problem in modernity; the binomial eye-language. When there is nothing to see or tell, the artist suffers a terrible agony, he/she is in the brink of falling down to the void. Just like «grisaille» -the technique that acquired a specific meaning during the Christian Middle Ages- was linked to Lent; a time of meditation and melancholy. Actually, Jesus spent forty days in the desert on his own as a test for his upcoming public service which purposely started on Ash Wednesday.

Ash grey, lead grey, dark grey… The graphite, the only element used in some of Bracho’s works is grey. There is a substance in our brains called grey matter. Even grey is present in the Middle Age depictions of Christ during the Final Judgement. How our eyes study, judge that pale, pure shadow in the darkness? By chance a domestic printer located in the artist’s house shows the vitality of the image. Hundreds of pieces of paper are being drawn, point by point, line by line. As Rosalind Krauss would describe «It is the modern fetishism of the image», this is linked also to Greenberg’s «pictorial surface» concept.

I imagine the printhead as a razor’s edge cutting along the eye of a woman, the famous scene in Buñuel’s film «Un chien andalou». This means a negation of sight, it can only be entertained with the manual and mechanical mistakes -unexpected and by chance-. They are the result of an imperfect assembly and printing. They tear the veil («aletheia») of what appears to be. The rest acts like a succession of veils which, like classic paintings cover layer upon layer the spectre of what is visible to make it tangible. The world in which we delight our visual sense looking at bodies, figures, things and our «little sensations». Everything is progressively clouding behind waterfalls of dim fabric, we are destined to be left alone in the kingdom of ideas with a pure language, far from the material feeling of things. We may prefer the shadows thrown over the cave’s walls.

Newborn babies, contrary to popular belief, can distinguish more than just grey. In fact, they can do it with colours as well, even though they cannot focus them precisely. Blindness lurks when in presence of a dazzling strong light, the same occurs with its absence in the shadows. Open and close the eyes, to be born and return to be dust, ashes, nothing… The myths describe the dead and spirits that wander between kingdoms as grey. So be it.

Óscar Alonso Molina [Madrid, April de 2013]

un mensaje para Anabel / Óscar Alonso Molina / Juan Carlos Bracho

Un mensaje para Anabel. Un texto de Óscar Alonso Molina y Juan Carlos Bracho para el catálogo Un mensaje para Anabel. Museo ABC. Madrid 2011
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El proyecto
Un mensaje para Anabel se podría definir como un proyecto “no lineal” que se expande en múltiples direcciones, tejiendo una red de intereses comunes y dibujando un espacio donde las historias se multiplican en un proceso de metamorfosis continuo; un trabajo que reflexiona sobre el poder de las imágenes y la circularidad de los procesos creativos contemporáneos.

Un mensaje para Anabel se construye a partir de gestos mínimos y pequeños relatos personales; aquello que se ha venido a llamar “paisajes de la memoria”, en minúscula. Una memoria colectiva como receptáculo del pasado en el presente, pero no como un legado único, universal e inmutable, sino como un concepto expansivo y cambiante que construimos todos con nuestra propia experiencia, y en el que tienen cabida todas las voces.

Un mensaje para Anabel nos plantea la posibilidad de construir una historia compartida que va de lo íntimo a lo global. Un proceso con principio pero sin final, cuyos pasos han sido los siguientes:

I. Desde hace años Juan Carlos Bracho viene realizando con su impresora doméstica pruebas multipágina como parte del proceso de producción de sus piezas fotográficas. Estas hojas, una vez impresas y pegadas entre sí, le permiten trabajar con un modelo a escala 1/1, siendo fáciles de plegar, transportar y almacenar, y con un coste económico muy bajo.

Con el paso del tiempo el artista ha ido construyendo una colección de estos multipáginas paralela a sus obras que se exponen y salen al mercado. Bocetos que, en muchos de los casos, cuelgan precariamente de las paredes de su estudio o de su casa. Algunos de ellos se han convertido en regalos para amigos, se han destruido, o simplemente han desaparecido en cualquier mudanza, y otros, incluso, se han llegado a exponer recientemente.

II. Un mensaje para Anabel parte de esa metodología de trabajo y del carácter acumulativo propio de su obra, realizando un profundo ejercicio de reflexión y análisis sobre los procesos de consolidación de las imágenes donde los factores privados de cada espectador-receptor cobran relevancia.

En definitiva, la intención última de este proyecto es crear una nueva pieza que sólo exista en formato multipágina. Dicha obra –con un tamaño real de 110 x 145 cm– será el único documento de un dibujo mural efímero que se distribuirá gratuitamente por medio de una web creada específicamente para este cometido. A este dominio, con versión en castellano e inglés, tendrá acceso cualquier persona interesada en recibir una copia de la edición ilimitada de Un mensaje para Anabel. A través de un proyecto abierto, el espectador-receptor se convertirá así en copartícipe de la obra, y en ejecutor de una parte importante de su génesis.

III. En el tiempo que dure la descarga, cada solicitante recibirá día a día –en la dirección de correo electrónico facilitada en su suscripción– un fragmento numerado, formato A4, de una sección de la obra. El último envío irá acompañado de un certificado nominal con la numeración del ejemplar descargado.

Para crear su propia versión multipágina de Un mensaje para Anabel sólo tendrá que imprimir y pegar todas las imágenes siguiendo unas sencillas instrucciones que le serán enviadas por correo electrónico, o si lo prefiere, construir su propia versión.

De esta nueva obra existirán tantos ejemplares como participantes. Un proceso de multiplicación en el que también podremos colaborar todos activamente reenviando nuestro mensaje a cuantas personas deseemos. Se tratará de crear, dibujar y construir entre todos una cadena sin fin alrededor del mundo. El resultado será una pieza que se revelará como metáfora del propio canal donde se inserta, Internet: ese universo que no es infinito, pero sí ciertamente inabarcable.

Como última parte del proyecto a cada participante se le invitará a enviar un texto y una imagen. Podrán ser reflexiones sobre el proceso o relatos personales, imágenes de la pieza ya montada o de cualquier otra relacionada con su experiencia.

Con este material se editará finalmente un libro en el que se recogerá una selección de las imágenes e historias recibidas, y un listado por orden alfabético de los nombres de todas las personas que hayan participado en el proyecto hasta la fecha de su publicación. Toda esta información se actualizará diariamente en la web, y se podrá también consultar a través de un mapa interactivo.

IV. De nuevo, como en otros trabajos anteriores del artista, el punto de partida de Un mensaje para Anabel vuelve a ser un gesto mínimo que se repite sin cesar. En este caso, miles de mensajes que compondrán una imagen dibujada con infinidad de trazos de un lápiz de mina multicolor (rojo, verde y azul).

Procesos metódicos y repetitivos (el dibujo y su recepción) en los que, sin embargo, el azar volverá a estar presente en la dinámica del proyecto y en el propio dibujo: un vaivén de miles de rayas en las que este y su significado se moverán sin cesar, describiendo grandes paisajes y pequeñas historias.

Un mural dibujado con tres colores, rojo, verde y azul (RGB, nomenclatura de la imagen luz) con cuyas infinitas combinaciones están compuestas todas las imágenes electrónicas que compulsivamente consumimos a través de las cientos de pantallas que diariamente atrapan nuestra mirada.

V. Entonces, ¿qué es lo que veremos y qué significado tendrá…? Un mensaje para Anabel se propone como una reflexión sobre la imagen, que nos interroga sobre nuestra manera de mirar en el presente, pero también de interpretar nuestro bagaje visual y emocional. Un dibujo donde podremos encontrar tanto como estemos dispuestos a dar. Así, pues, será el receptor, con su paciencia y perseverancia, quien le otorgará su particular sentido, dependiendo de la relación que establezca con lo observado.

Una experiencia que nacerá en el pasado –en el mismo instante en el que cada persona decida participar en el proyecto – se fija en el presente y se proyectará en el futuro, y en el espacio indefinido que generan las nuevas tecnologías; un lugar donde las coordenadas parecen estar invertidas.

Sin embargo, paradójicamente, aunque Un mensaje para Anabel se sirva de Internet para crecer –un medio paradigma de la inmediatez y omnipresente que agiliza un incesante intercambio de información de todo tipo–, la utilización de la red será un tanto perversa, ya que se trata de un proyecto de gestación lenta que se dilata en el tiempo. Manejaremos, pues, una  imagen cuya multiplicación no banalizará su significado, más bien todo lo contrario: fomentará la sensación de un pensamiento colectivo y en movimiento; y de que en el arte, como en la vida, las historias nunca terminan realmente.

Todas las imágenes enviadas (y reproducidas) independientemente de su final, serán otros tantos ecos, otras pantallas que recibirán la irradiación de un pensamiento vivo, y una reflexión sobre el acto reproductivo de las imágenes, del carácter acumulativo de estas, de su fragilidad, de sus límites y del poder que ejercen sobre nuestra conciencia.

La exposición
Comisariada por Óscar Alonso Molina para Conexiones Un mensaje para Anabel es el segundo proyecto de este ciclo. Un programa donde a los artistas participantes, siempre ligados al dibujo en cualquiera de sus manifestaciones actuales, se les invita a desarrollar una exposición tomando como punto de arranque la elección de un par de obras: una de la Colección Santander, y otra de los fondos del Museo ABC.

Bracho ha elegido en esta ocasión dos piezas que, en su diálogo, tensan un arco conceptual de lo muy concreto a lo genérico: de ABC llega el retrato del fundador del periódico y su colección, Torcuato Luca de Tena, realizado en abril de 1929 por la mano de Joaquín Xaudaró, mientras que de los fondos del Santander se ha decantado por un magnífico bodegón francés anónimo del siglo XVII, inscrito en el género de las vánitas.

En esta ocasión la selección de las piezas responde a la intención de establecer un diálogo; tensar un arco conceptual de lo muy concreto a lo genérico. De ABC llega el retrato del fundador del periódico y su colección -Torcuato Luca de Tena- realizado en abril de 1929 por la mano de Joaquín Xaudaró; mientras que de los fondos del Santander la elección ha sido un bodegón francés anónimo del siglo XVII, inscrito en el género de las vánitas.

Partiendo de esta imágenes ha realizado sendos vídeos donde cien obras seleccionadas del catálogo de ambas colecciones se funden lentamente, formando una nueva imagen abstracta. Tras su exhibición serán donados para que entren a formar parte del inventario de esas mismas colecciones que parafrasean.

El diseño de la muestra incide en un particular método de abocetar del Bracho, el multipágina. Se trata de sencillas impresiones domésticas que él realiza como parte de la producción de sus fotografías de gran formato. Cada multipágina “trocea” estas imágenes en económicas impresiones sobre folio, que una vez pegadas entre sí ofrecen de nuevo la imagen completa.

Desde una perspectiva didáctica el montaje final en el museo establece un recorrido donde el espectador descubre pasa a paso el desarrollo y formalización de Un mensaje para Anabel; utilizando el modelo múltipágina para desplegar parte de todo este proceso. Se genera de esta forma un espacio a modo de laboratorio de pruebas, donde la información, las ideas, los conceptos y las obras se superponen y entrelazan en diferentes capas y estratos.

A través de estos dispositivos, multipáginas, vídeos, pantallas… la exposición reflexiona sobre nuestra manera de mirar en el presente, de interpretar nuestro bagaje visual y emocional, pero también sobre qué es una colección en nuestro presente. Ésta es finalmente entendida y planteada como una red, un tejido permeable plagado de conexiones internas que deja pasar unas imágenes mientras rechaza otras, dando lugar al final a una composición particular donde cada espectador, cada usuario es una suerte de coleccionista que sobre ese “texto”, nunca concluido, toma sus propias decisiones.

La obra on line:
El proyecto se desarrolla paralela y democráticamente en la red a través de  www.unmensajeparaanabel.com. A partir de esta página web y siguiendo unas sencillas instrucciones todo el que lo desee podrá recibir gratuitamente en su ordenador día a día un fragmento de una imagen original del autor, que se completará en un multipágina que cada cual podrá montar a su gusto. Durante los días que la exposición esté abierta al público, en las salas del museo se irá completando un ejemplo de este proceso de creación donde el artista (lo particular, lo concreto) se disuelve en una autoría colectiva (lo genérico, lo universal).

Un mensaje para Anabel es, en definitiva, la tercera colección con la que se ha trabajado en este proyecto. Si en el caso de los fondos de ABC y de la Colección Santander la suma de todas sus partes ha generado una nueva imagen condensada y abstracta, en este caso una única imagen se abre a una infinidad de interpretaciones, según la relación que establezca con ella cada una de las personas encargadas de su configuración final.

Un mensaje para Anabel se propone, pues, como una imagen de naturaleza compleja que nos interroga sobre nuestra manera de mirar en el presente, pero también de interpretar nuestro bagaje visual y emocional. Un dibujo donde podremos encontrar tanto como estemos dispuestos a dar.

El texto
25 de mayo. Un mensaje de Juan Carlos Bracho para Anabel Amor:
Hola Ana!, qué tal? estoy trabajando en una individual para octubre de este mismo año, en el Museo ABC de dibujo de Madrid, que lleva tu nombre: Un mensaje para Anabel; está dedicada a ti, y te quería mandar la info, las fechas y explicarte de qué va.

No sé si recuerdas que, cuando nos vimos la última vez en BCN, te gustó la pieza multipágina que tenía colgada en mi salón. En ese momento quedamos en que te enviaría día a día un fragmento de la foto para que tú te la pudieses imprimir y montar en tu casa. Pues resulta que la idea surge de este “no envío”, y de alguna manera con este proyecto, después de tanto tiempo, cumplo mi promesa. La idea me ha estado dando vueltas todos estos años, y por fin ha surgido la oportunidad de desarrollarla.

Te mando un pdf con el proyecto y la nota de prensa del Museo, donde, además de Un mensaje para Anabel –nombre que también da título a la expo– habrá más piezas en las que estoy trabajando actualmente. Como verás, es una obra en la red, y para la promoción vamos a realizar un vídeo tutorial. Querría saber si puedo utilizar tus datos (nombre, apellidos, ciudad, país y correo) para incluirlos en una animación que estamos haciendo y en unos murales multipáginas que vamos a desplegar en el montaje de la sala. También me gustaría que cuando empiece el proyecto on line seas la primera persona que se apunte, si te apetece, claro. Eso le daría todo el sentido, tanto público como privado.

Estamos trabajando intensamente, es un plan complicado, hemos tenido que montarlo en poco tiempo y para la web estoy colaborando con el estudio de un amigo de Madrid, Underbau. Yo ahora vivo en Valladolid –ya te contaré–, y necesitaba a alguien que estuviese cerca. Como es lógico, teniendo un proyecto en Internet, me gustaría retomar y hacer por fin mi web personal. Y como fue algo que pensé desde un primer momento hacer contigo, no sé si ahora tendrás tiempo y ganas de embarcarte de nuevo en ello. Los contenidos los tengo casi al 80%, incluso me ha dado tiempo a hacer una maqueta del diseño. Sé que soy un desastre para esto de las distancias…, pero espero que esta nueva aventura nos sirva para retomar el contacto.

Un abrazo fuerte, Carlos.

P.D.: No sé como andarás de tiempo en septiembre, pero me gustaría invitarte a venir a Madrid a la inauguración que será el jueves 28. Yo tendré alquilada una casa en Madrid. Dime y te saco los vuelos!!!! Espero que te guste el proyecto y te animes a todo.

26 de mayo. Un mensaje de Juan Carlos Bracho para Óscar Alonso Molina:
Hola Óscar, qué tal? Ya tengo elegidas las piezas de las colecciones!!! Del ABC me he quedado con un retrato de Torcuato Luca de Tena, fundador del periódico y de su colección: una caricatura muy simpática en la que con las manos en la cabeza parece que está diciendo Deu Meu!!! Del Santander he elegido una vánitas francesa anónima del XVIII (yo quería un Teniers, pero no ha habido suerte), como ese cuadro de gabinete tan bonito que tienen en el Prado y del que hemos hablado tantas veces… Creo que entre las dos piezas se genera una tensión que va de lo particular –la figura de don Torcuato, reflejada en la persona que participará en el proyecto–, a lo general –el misterioso personaje retratado en el bodegón, cuyo autor, por cierto, es también desconocido–. Te las envío para que las veas, a ver qué te parecen. Nos vemos la semana que viene en Madrid.

Besos. Carlos

28 de mayo. Un mensaje de Juan Carlos Bracho para Óscar Alonso Molina:
Hola Óscar!!!, a toda velocidad contesto tu última pregunta: a mí siempre me ha gustado enfrentar en mis trabajos los tiempos de la lectura, mucho más pausados e introspectivos, con los tiempos de la mirada; ralentizarla de alguna manera. Por ese motivo me gusta la idea de utilizar para describir mis trabajos adjetivos como palimpsesto, paralipómenos o palíndromo que, aunque son términos literarios, describen a la perfección mi manera de proceder. Procesos que en ocasiones no tienen centro, ni clímax, se pueden leer en ambas
direcciones, y cuyo significado es una suma de notas, suplementos y adicciones sobre un texto inicial. Espero al menos haberte dado una pista sobre cómo veo yo el asunto del que tratábamos. Seguimos!

Espero tu respuesta. Un beso,
Carlos.

5 de junio. Un mensaje de Óscar Alonso Molina para Juan Carlos Bracho [fragmentos]:
[…] y por eso proponía como línea de lectura para este proyecto, tan singular en tu trayectoria, la idea de repetición, concatenación junto a la del desbordamiento que tanto te gustó. Es, como tú bien entendiste, generar un método de interpretación que se desborda en el propio proceso (¡aunque bien pensado, como si pudiera darse alguno que no sufriera de esa inercia!).

[…] por otro lado, está ese tiempo dilatado, conseguido a partir de la brevedad de pequeñas anécdotas. Como nuestro propio trabajo aquí, con Juanjo, Carlota y Ana; o Joaquín en Granada; tú allí, mientras Inmaculada, Jesús, Jimena, Lucía y todos los del equipo del Museo ocupan otros puntos; Anabel no sé ya dónde… creo que me dijiste en Bélgica, ¿no? Ese proyecto “al que estamos todos invitados”, como tanto te gusta decir a ti, empieza desde su compleja gestación a partir de una idea que ya no tiene centro ni seguramente periferia, donde cada especialista encargado de una parte está llevando a cabo una labor que casi por completo se independiza del resto. Cuando el papel dispersor le corresponda al espectador, al usuario de la web, al participante, al lector, el ciclo se completará y ojalá sea por completo inmanejable, inabarcable, y sólo pueda ser contado por referencias (yo, ya lo sabes, “dinamitaría” la página una vez alcanzado cierto punto, para comprobar si el proceso es capaz de auto-reproducirse sin referencia a autoría ninguna, ni a coordinación ni a comisariado ni a patrocinio, etcétera). Es por aquello de que la teleología de los programadores se reproduce, se “replica” inevitablemente en toda programación, por múltiple y variado que sea el equipo responsable del software, y tú parecías buscar utópicamente la disolución autoritaria…

[…] Al cabo, Un mensaje para Anabel es un intento de hilvanar retales, un patchwork casi, además de un pequeño juego [sic] de artificio, ¿no crees?; algo así como un gran relato fantasioso construido a partir de historias mínimas, “despreciables”, quizá maravillosas (cada cual querrá mostrar lo mejor, su fantasía, un pequeño cielo) que se enlazan unas con otras a partir de puntos de tangencia mínimos, en la mayoría de las veces ocasionales, y tan frágiles… Si por casualidad no se editase el libro que recoja la instantánea donde se congela el gesto de un retrato grupal, estaremos tarde o temprano ante el final de una fiesta que ha terminado, como corresponde a un tiempo y a un proyecto como el nuestro: “Estos actores nuestros, como te avisé, eran todos espíritus, y se han fundido en el aire, en el sutil aire, y, como la construcción sin cimiento de esta visión, las torres coronadas de nubes, los espléndidos palacios, los solemnes templos, y la misma gran esfera, con todo lo que le pertenece, se disolverá, y como este espectáculo sin sustancia, no dejará atrás ni rastro. Somos de la misma materia de que están hechos los sueños, y nuestra pequeña vida se encierra en un sueño”.

7 de junio. Un mensaje de Juan Carlos Bracho para Óscar Alonso Molina [fragmentos]:
[…] como ya hemos comentado muchas veces sobre mis trabajos, la imagen que propongo no va asociada a la sorpresa o la revelación, sino que es evidente desde el primer momento. No se trata de conmover o convencer, ni condicionar en exceso. No se plantea como una revelación a nivel visual, estético, o del significado sobre la verdad última de las imágenes. Ni de cubrir unas expectativas, que sean proporcionales al tiempo de recepción de la imagen, más bien todo lo contrario.

[…] mi trabajo, sí, se alimenta finalmente de lo minimal como revisión estratégica. Y como bien dices, a partir de la repetición y concatenación de signos mínimos se produce un desbordamiento de los significados.

11 de julio. Un mensaje de Óscar Alonso Molina para Juan Carlos Bracho [fragmentos]:
Carlos, acabo de recibir los borradores de ambos vídeos: ¡felicidades! Si el resultado final se mantiene fiel a esas maravillosas, enigmáticas imágenes, ya habríamos superado otra dura etapa. Me encantan, veo su enfoque muy coherente, en especial con el otro punto de mayor relevancia “sensual” en el recorrido: el tríptico de Carles Taché. Más allá del papel que cumplan en “nuestra” expo, empiezan a ser ya un trabajo sólido en sí mismo como creación plástica; pero lo mejor es que abren una vía de lectura inédita, me parece que sugerente, y a buen seguro que para cantidad de visitantes incluso necesaria. Van a ofrecer un asidero a todo aquel que no entre de lleno en el desarrollo procesual del proyecto, y también a quienes se acerquen por allí de manera más… ¿contemplativa?

Si te soy sincero, con este envío me has dejado mucho más tranquilo, porque, como te comenté en su día al comienzo del trabajo, yo veía ahí un enorme foco de tensiones plástico-conceptuales a la hora de que armaras el conjunto, pero me han desaparecido todas las dudas y temores de golpe. De hecho, y por decirlo ya de una vez, los encuentro bellísimos, y nunca pensé que alcanzan esa deriva sensorial tan elegante, atractiva e inspiradora.

[…] esa idea novedosa sobre qué puede llegar a ser un dibujo a partir de ese concepto tuyo tan innovador del multipágina. Con solo este punto yo ya tendría otra exposición enterita. Qué mejor lugar que un museo dedicado al dibujo hoy para poner de manifiesto lo esencial, vertebral de los conceptos dibujísticos en clave contemporánea. En tu caso, es esa preeminencia desde el arranque de la idea, que tiende a encarnarse en una corporeidad frágil pero extensiva, sutil pero clara, de apariencia monótona o discreta aunque cuajada de matices y gran potencial sensorial, evocador. Me viene a la cabeza casi lo que los tratadistas del manierismo tardío denominaban disegno esterno: la primera plasmación física, visual, material de La Idea, ¡con mayúsculas!, por precaria y volátil que ésta sea.

[…] Lo que más separa del resto de tus trabajos a este de Anabel es su carácter colaborativo. Pero en el fondo late un substrato igual de romántico que en el resto, no nos engañemos. Quizá lo más parecido que has hecho es La boule de neige. Pero en última instancia, todo se revela como un enorme esfuerzo por describir y casi hacer tangible lo fatuo de las aspiraciones humanas más sutiles, más bellas, más tontas. ¿Te acuerdas de esa magnífica fotografía de David Hammons vendiendo bolas de nieve firmadas por él, en las calles de Nueva York, después de una ventisca en 1983? Qué cara de melancolía y, al tiempo, qué seriedad y qué serenidad; qué “gesto” tan intenso el suyo, más allá de la fisiognomía…

Un besóscar y gracias. De nuevo, enhorabuena.

20 de julio. Un mensaje de Juan Carlos Bracho para Ana Pfaff:
Hola Ana, las pruebas de los vídeos han gustado mucho!!!! Te he colgado en Dropbox la selección final de las piezas del Santander. Como verás, las he dividido en carpetas temáticas. También te he dejado unas notas –a partir de las pruebas que hicimos el otro día– para que te sirvan de guía en la edición. He pensado que, como la colección de ABC es sobre todo ilustración, será mejor seleccionar imágenes/ilustraciones en blanco y negro, y así se diferenciará –el video– de la estética que tendrá el del Santander, mucho más denso y saturado. Tenemos ya día para el rodaje del vídeo promo? Te mando el story corregido (ha dado un trabajo…). Nos vemos en Madrid cuando vuelvas y lo cerramos todo.

Me hace mucha ilusión que estemos de nuevo trabajando juntos!!! Besos, Carlos

24 de julio. Un mensaje de Ana Pfaff para Juan Carlos Bracho:
OK con todo. Recibido. La imagen de ABC me parece genial: es como una maraña de líneas… como un zarzal! Y, sí, está cerrada para el 31 de agosto como dijimos. Hoy voy para BCN y a la que acabe el video con el que estoy ya me subo para Cadaqués. Espero terminarlo pronto!

Besito!

6 de agosto. Un mensaje de Juan Carlos Bracho para Juanjo Justicia:
Qué bien, en el Cabo de Gata! Pues yo aquí, por fin en L.L. [La Línea de la Concepción], estupendamente!!! con la family y los amigos!!!. Ayer estuvimos en Tarifa porque Félix está haciendo un curso de kitesurf!!! Yo, por supuesto, me quedé en el chiringuito con Beli y mi hermana Dori tomando unos tintorros. La semana pasada, después de unos días desconectado, he vuelto al retomar el proyecto y ya estoy acabando con las tareas que tenía pendientes para vacaciones. A Óscar le ha gustado mucho la navegación de la web, cree que reproduce de alguna manera el propio esquema del multipágina y el modelo del proyecto, sin centro y nada lineal. Ya sólo nos quedará hacer una revisión final cuando nos veamos de vuelta del Sur!!!!

He pensado que quizá podría mudarme a casa de tu primo unos días antes, cómo lo ves?

Al final inauguramos el jueves 29, lo han retrasado un día. Ya estoy un poco nervioso, pero va a salir todo genial!!!

Muchos besos para los tres y a disfrutar!!!

6 de agosto. Un mensaje de Juanjo Justicia para Juan Carlos Bracho:
Bracho!, me encanta que la llames L.L. Mi primo está en Croacia y llega el 29, pero siempre te puedes quedar en casa hasta que vuelva. Yo estoy apurando los últimos días de vacaciones en mi pueblo. No hago otra cosa más que comer, dormir, escuchar música, leer y correr. Pongo en copia a Carlota. Su padre nos va a subir con todas las cosas, muchas para Valentina, que nos han dado mis hermanas. Llegamos el día 22 de agosto, pero no sé si se va a quedar el fin de semana siguiente. Rubia, pronúnciate!

En cuanto a lo que me comentas, en la última versión que estamos terminando la idea de que cada imagen enviada se convierta en un eco, en un rebote de una cadena de contactos ilimitada es muy clara y gráfica; sobre todo cuando cada participante cuente su historia y haga pública una imagen con las que configurar un nuevo e inesperado relato. Ya verás. Y no te preocupes, el proyecto es maravilloso, va a salir todo genial! Vamos hablando. Kiss. J.

10 de agosto. Un mensaje de Juan Carlos Bracho a Anabel Amor:
Hola Ana, hace unas semanas te envíe un mail a tu correo de Skynet, pero, al no tener respuesta, no sé si lo sigues utilizando. Le he pedido a Fran otro tuyo, así que te lo reenvío. Me ha dicho que te puedo localizar en Facebook (yo no tengo), y en Skype… donde no te encuentro.

A ver si con este correo hay más suerte!
Besos, Carlos.

12 de agosto. Un mensaje de Anabel Amor para Juan Carlos Bracho:
Madre mía, Carlos, me dejas helada!, llevo siglos pensando qué sería de ti y ahora me vienes con esto. Eres tremendo! Me hace muchísima ilusión todo lo que me cuentas, me siento como si me estuvieses pidiendo matrimonio: casi me pongo a llorar… Te mando mi Skype y hablamos. Hasta el viernes estoy superliada con un trabajo, pero siempre podemos hablar por la noche o el viernes más tranquilamente.

Tu mensaje me alegra tanto!, pero ahora no quiero escribirte más, prefiero hablar contigo.

Te he tenido mucho en mi mente y no entendía cómo era posible que no supiese nada de ti.

Un beso

P.D.: Si no me encuentras en Skype, mándame el tuyo. Más besos.

Te he echado mucho de menos, Carlos.

15 de agosto. Un mensaje de Juan Carlos Bracho para Óscar Alonso Molina:
Hola Óscar; definitivamente estás desconectado! Buena falta te hace con todo lo que me trabajas!!!!….Ya he hablado con Jimena con respecto a las traducciones: la chica que se va a encargar de ello no vuelve hasta el 30 de agosto, así que ya lo cerramos todo tranquilamente en Madrid (no vamos mal de fechas). Yo creo que estaré sobre el 25 o 26, y como rodamos el vídeo promo el 31, nos dará tiempo a trabajar los últimos detalles ya cara a cara (vídeo promo, textos web y web), así que, a disfrutar! Niño, recuerda que soy muy lento escribiendo y estaría bien empezar con el texto del catálogo la semana que viene… Por cierto, ya me ha contestado mi amiga Anabel y está encantada. He pensado que sería muy bonito que en la sección “Tu imagen, tu historia” de la web estuviesen desde el principio ya subidas la suya, la mía, o ambas al mismo tiempo; sería tan romántico… En mi historia podría contar la anécdota del proyecto, qué te parece?

Besos, Carlos.
Ah!, te reenvío su mail, es tan bonito!!!!!! 

16 de agosto. Un mensaje de Óscar Alonso Molina a Juan Carlos Bracho:
Carlos, sí, desconecté por completo, estaba agotado. Disculpa, pues, el retraso en contestar estos días. Regreso por fin, y descansado. Al final incluso subí en un viaje relámpago a la Ribeira Sacra, ya te contaré… Desde hace unas pocas horas, estoy de nuevo en Madrid. He mirado todos los materiales acumulados, te he contestado en otro mail, pero no consigo hablar contigo desde ayer. A ver si estás localizable por la tarde y charlamos con tranquilidad de los remates.

Tengo que salir de viaje de nuevo el 19 y regreso el 27. Así que me gustaría por lo menos aprovechar estos días aquí para darle una vuelta al texto-entrevista-diálogo y ver cómo se configura. Me gustaría abordar uno que fuera al mismo tiempo complejo y cercano, tal como hablamos en su día. En torno a tu trabajo en esta ocasión hemos acumulado ya demasiada densidad conceptual por todos lados, desde la nota de prensa a la página web y la misma exposición; toca, pues, aliviar en algún punto tanta carga. He estado dándole vueltas a un formato más “ligero”, menos académico y convencional para las páginas
impresas, donde un lector no especializado pueda seguir el hilo de este trabajo en equipo y de este proyecto que aspira a llevarse a cabo de manera colectiva, en red. ¿Qué te parecería una composición coral, donde se oigan de manera simultánea y fragmentaria las voces del equipo?

Bueno, lo hablamos luego y te pongo algún otro ejemplo concreto de las ideas que estoy manejando. Mientras, te mando un superbesóscar.

Un mensaje para Anabel. A text of Óscar Alonso Molina and Juan Carlos Bracho for the catalogue A message for Anabel. ABC Museum. Madrid 2011
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The project
“A message for Anabel” may be defined as a non-lineal project expanded in multiple directions, weaving a network of common interests and depicting a space where stories multiply in an on-going metamorphosis. It is a work that reflects on the power of images and the circularity of contemporary creative processes.

“A message for Anabel” is built up from minimum gestures and brief personal stories; also known as “landscapes of the memory”, in lower-case letters. A collective memory as a receptacle for the past in the present, not understood as a unique, universal and unalterable legacy, but rather as an expansive, unsettled concept that we all build based on our own experience, where all voices are welcome.

“A message for Anabel” gives us the possibility to build a shared story ranging from intimate to global matters. A process with a beginning but without an end that has undergone the following steps:

I. For years Juan Carlos Bracho has been conducting multi-page experiments using his home printer as part of the production process of his photographic pieces. These sheets, once printed and pasted, allow him to work with a scale model 1:1 and they can be easily pleated, transported and stored at a very low cost.

Parallel to the artworks that Bracho exhibited and put on the market, the artist has steadily built up a collection of multi-pages over the years, i.e.: sketches that often hang precariously from the walls of his home or studio, some of which have become gifts for friends, been destroyed or simply disappeared in the process of moving house, while others have been exhibited recently.

II. “A message for Anabel” follows that precise working methodology and accumulative nature that characterizes his artwork, deeply analysing and reflecting on the processes of consolidation of images, where the private factors of each spectator-recipient gain in importance.

The ultimate aim of this project is to create a new piece that only exists in a multi-page format. Such artwork –110 x 145 cm actual size– will be the only document of an ephemeral mural painting that will be freely displayed in a website that has been specifically created for this purpose. The website –in Spanish and English– will be accessible to anyone interested in receiving a copy of the unlimited edition of “A message for Anabel”. In this open project, the spectator-recipient will eventually become a joint participant in the artwork, as well as architects of an important part of its genesis.

III. During this period, every day applicants will receive, (in the e-mail address provided upon subscription) a numbered fragment in A4 format, containing a selection of the artwork. The last e-mail will enclose a nominal certificate with the number of the downloaded copy.

In order to create your own multi-page version of “A message for Anabel” you will only have to print and paste all the images following a few simple instructions that will be submitted by e-mail. You can also create your own version if you like.

There will be as many copies of the new artwork as participants. We will begin a multiplication process where you can participate by forwarding your message to those you wish. It is about creating, drawing and building an endless worldwide chain. The outcome will be an artwork which will become a metaphor of the channel where it is ingrained: the Internet –a universe which is not boundless but certainly unapproachable.

At the end of your collaboration you will be invited to submit a text and an image. They can either be reflections on the process, personal stories, or images of the assembled piece or any other piece related to your experience.

These materials will be compiled in a book comprising a selection of the received images and stories and a list of all participants in the project until the date of publication. There will be a daily update of all the information on the website that can be visualized in an interactive map.

IV. As in some of the artist’s previous works, the starting point of “A message for Anabel” is a minimum gesture which is continuously repeated. In this case, thousands of messages will create a painted image with endless strokes of multicoloured lead pencil (red, green and blue).

Methodical and repetitive processes (painting and its repetition) where hazard will, however, be present once more in the project’s dynamic and in the drawing: swings of endless stripes where the latter and its meaning will move unceasingly, depicting big landscapes and small stories.

A three-coloured painted mural: red, green and blue (RGB, name of the light-image) whose endless combinations are composed by electronic images that we consume compulsively through the endless screens which daily catch our sight.

V. What would we see, what would it mean then…? “A message for Anabel” is a reflection on images, interrogating us on the way we look at the present but also at the way we interpret our visual and emotional background. A painting where we can find as much as we are willing to give. Therefore, the recipient, with patience and perseverance, will create his or her own meaning, depending on the relationship that he or she sets with the observed object.

An experience that will be born in the past –whenever the participant decides to get involved in the project– set in the present and projected into the future, within an unlimited space generated by the new technologies; a place where coordinates seem to be reversed.

However, paradoxically, although “A message for Anabel” uses the Internet for its growth– a system which is a paradigm of promptness and omnipresence that speeds up an unceasing exchange of information of all sorts–, the use of the network will be rather perverse, as this is a project of slow gestation, dilated in time. We will be handling an image whose multiplication will not trivialize its meaning, quite the opposite: it will encourage the feeling of a collective thought in motion and the feeling that in art, as in life, stories never really come to an end.

All submitted images or stories, regardless of their aim, will be like an echo, a reflection on images’ accumulative nature, fragility, limits and their power over our conscience.

The exhibition
Juan Carlos Bracho breaks the Museum’s walls. He opens up a gap and launches his work to the network of networks: the Internet, i.e.: the world. The project, presented under the umbrella of Conexiones –a program organized by Óscar Alonso Molina– is simultaneously exhibited on-line and in the Museo ABC.

“A message for Annabel” is the second exhibition of this cycle where artists who are somehow related to painting in any of its current expressions, are invited to participate in an exhibition that begins by choosing two works of art: one from the Santander Collection and another one from the Museum’s collection.

For this occasion Bracho has chosen two pieces which, within their dialogue, draw a conceptual line ranging from very specific issues to generic matters. The piece chosen from the Museum is a portrait of the newspaper’s founder, Torcuato Luca de Tena, and the newspaper’s collection, painted in April 1929 by Joaquín Xaudaró; whilst the piece chosen from the Santander collection is a magnificent anonymous 17th century French still-life painting, executed in the vanitas style.

Based on those artworks, the artist has recorded two videos where a hundred works selected from both collections steadily merge, thus creating a new abstract image. After the exhibition, each one of them will be donated by the artist to become part of those collections they paraphrase and that were also the source of inspiration.

The exhibition subsequently reflects on what a collection is nowadays, ultimately understood by the artist as a network, a permeable fabric full of internal connexions letting some images penetrate while rejecting others, the final outcome being a peculiar composition where every spectator, every user is some sort of collector who takes decisions over that unaccomplished text. The artist will ultimately encourage us to reflect on the power and meaning of images and our relationship with them.

The set-up of the exhibition highlights Bracho’s unique way of working: multi-page. Simple domestic impressions created by the artist as part of the production of his large-scale pictures. Every multi-page cuts these images into cheaper printings on paper. Once the pieces are pasted together, they provide a complete new image. Bracho’s unique sketching method was presented for the first time four years ago in this museum during Madrid’s White Night.

The on-line artwork:
The project is presented simultaneously and democratically on the Internet at www.unmensajeparaanabel.com. At this website, following a few simple instructions anyone can receive a free and original image of the author on his/her computer. Such image will eventually be included in a multi-page that each one can assemble as desired. While the exhibition remains open to the public, part of this creation process will take place in the museum’s galleries where the artist (particular, specific) is dissolved in a collective authorship (generic, universal).

“A message for Annabel” is the third collection within this project. In the case of the Santander and the Museum’s collections, the sum of their parts has generated a new abstract and condensed image; in this case, however, a single image may lead to multiple interpretations, depending on the relationship established with it by all those responsible for its final configuration.

“A message for Annabel” is suggested as an image of complex nature, interrogating us about the way we look at the present but also the way we interpret our visual and emotional background. A drawing where we will find as much as we are ready give.

iconos que se escriben mensajes a sí mísmos / Manuel Olveira

Iconos que se escriben mensaje a sí mismos. Una aproximación textual de Manuel Olveira al trabajo de Juan Carlos Bracho comentada por el artista
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Uno de los múltiples aspectos que se halla más presente en la agenda del arte contemporáneo tiene que ver con el estatus de la imagen en todos los intrincados pliegues de la cultura y la vida social y económica de la sociedad de principios de milenio. De entre los varios autores que han abordado estas cuestiones sobresale la figura seminal de Walter Benjamín (Berlín, 1892 – Portbou, 1940) cuya sombra e influencia se ha alargado de forma muy productiva hasta nuestros días ya que es una referencia ineludible para quienes trabajamos en arte contemporáneo. Una relectura de su legado crítico ha de tener en cuenta a Benjamin como filósofo de la imagen y su importancia para la comprensión del rol de lo visual en la contemporaneidad. Ello determina un abordaje de su teoría de la imagen dialéctica como una nueva concepción que busca resituar y reexaminar la estructura retórica de las imágenes y las imágenes-pensamiento que atraviesan su corpus, donde se pone en juego el estatus de la imagen como modo de presentación y representación del pensamiento.

La presencia, circulación, rol y función de la imagen puede ser analizada desde muchos puntos de vista, entre los que se incluye con suma importancia la aportación fundamental de Benjamin; pero una de las formas para acercarnos a la imagen que se nos antoja más conveniente a la hora de emprender un acercamiento a la obra de Juan Carlos Bracho (La línea de la Concepción, Cádiz, 1970) tiene que ver con el grado de referencialidad de una imagen o, lo que es lo mismo, con la iconicidad y con la relación tensional de dicha imagen con la realidad. Y para ello no sólo es necesario tener en cuenta a Benjamín, sino también que es necesario retrotraerse a más adelante: a la corriente semiótica que arranca con Ferdinand de Saussure (Ginebra, 1857–1913) y que hábilmente continúa Charles Peirce (Massachusetts, 1839, Pennsylvania, 1914).

Los estudios semióticos que analizan dichas relaciones entre iconicidad y visualidad comenzaron a finales del siglo XIX con Charles Peirce que estableció la conocida clasificación de los signos en tres grupos: iconos, indicios y símbolos. Sus estudios para desarrollar el pragmatismo (un método para analizar las relaciones entre un significado y su concepto) y la semiótica (la ciencia que estudia la estructura de los signos y la relación entre el significante y el concepto de significado) le hicieron avanzar en una conceptualización de las imágenes que fue más allá de la tradicionalmente realizada y aceptada hasta entonces. Frente a la concepción dualista del lingüista Ferdinand de Saussure, para Peirce las palabras, las imágenes o los signos, no son sólo lo que está en nuestro discurso y en nuestra percepción en lugar de las cosas, sino que, sobre todo, signo es, siguiendo sus palabras, “lo que al conocerlo nos hace conocer algo más”. Ese “algo más” es lo que quiere que guíe nuestra reflexión en torno a tu trabajo Un mensaje para Anabel, aunque quizás es aplicable de alguna manera al resto de tu producción artística.

El objetivo del proyecto Un mensaje para Anabel, que a partir de ahora denominaré UMPA – esto lo he copiado del lenguaje judicial- es activar precisamente ese espacio a través de una imagen preverbal que sea capaz de trabajar directamente sobre la conciencia de quien la contempla. Los elementos referenciales de UMPA a nivel isomórfico o icónico ( tal y como tú lo describes más adelante) se reconocen al instante, pero es ésa simplicidad y su no referencialidad precisamente la que activa los acontecimientos que hacen que nuestra memoria se revele sobre esas líneas que nada significan en concreto, desencadenando mil y unas referencias.

Una de las características fundamentales de todo lenguaje icónico es su grado de isomorfismo (similitud de forma) en relación a las características de los referentes. Dicho grado, tal y como afirma Arnheim, varía a lo largo de una amplia escala: “una gama continua de formas va de los medios menos isomórficos a los que lo son más; incluye elementos intermedios como los sonidos onomatopéyicos del lenguaje, los ideogramas, las alegorías y otros símbolos convencionales.” Aunque en general muchos de los estudios semióticos se centran en la lingüística, sus investigaciones son aplicables al mundo de la imagen.

Aunque en este párrafo de tu texto haces referencia al lenguaje escrito de pasada y sin detenerte mucho en ello, debo decir como escribí en el texto del catálogo de la muestra que “a mí siempre me ha gustado enfrentar en mis trabajos los tiempos de la lectura, mucho más pausados e introspectivos, con los tiempos de la mirada; ralentizarla de alguna manera. Por ese motivo me gusta la idea de utilizar para describir mis trabajos adjetivos como palimpsesto, paralipómenos o palíndromo que, aunque son términos literarios, describen a la perfección mi manera de proceder. Procesos que en ocasiones no tienen centro, ni clímax, se pueden leer en ambas direcciones” y cuyo significado es una suma de notas, suplementos y adicciones sobre un texto inicial. Observar una imagen es como leer con detenimiento, es una forma de recrearse en todos los detalles y descifrar cada parte en relación con un todo.

Una imagen siempre tiene relación con la realidad que percibimos con la vista; pero el hecho de que necesariamente exista esta vinculación no quiere decir que necesariamente se trata de una relación unívoca o única. De hecho, lo interesante es constatar que, por el contrario, la relación se puede establecer de distintas formas: una imagen puede reproducir fielmente todas las cualidades visibles de los objetos que representa, o sólo los colores, las formas y las texturas que hay en la naturaleza, o puede ir, como opinaba Peirce, mucho “más allá”.  Tradicionalmente en los estudios y aproximaciones semióticas ha sido el grado de relación con el referente visual el que ha guiado dichos estudios y aproximaciones, desdeñando ese otro “más allá” que anunciaba Peirce. Al grado de parecido de la imagen con la realidad se le llama grado o nivel de iconicidad. Así, una escala de iconicidad mide el grado de isomorfismo que una imagen guarda con su referente. Y ese ha sido el lugar en el que los estudios semióticos sobre la imagen se han detenido dejando el concepto de iconicidad cojo y poco operativo para el campo del arte contemporáneo.

Pero si partimos de la idea de que la relación con el referente o con aquello a lo que una imagen alude puede, como ya seminalmente preconizaba Peirce, ir “más allá” que el referente mismo, entonces quizás deberíamos comenzar a hacernos una primera pregunta: ¿es el concepto de iconicidad útil para acercarse a una imagen? Y también luego una segunda aún más insidiosa: ¿estamos empleando el concepto de iconicidad correcto?

Donde podemos fijar nuestro referente, por ejemplo, en los vídeos de las colecciones. En ellos es posible remitirse a la idea o imagen de colección como un concepto cercano a “una red, un tejido permeable plagado de conexiones internas que deja pasar unas imágenes mientras rechaza otras, dando lugar al final a una composición particular donde cada espectador, cada usuario es una suerte de coleccionista que sobre ese texto, nunca concluido, toma sus propias decisiones”.

Desde el punto de vista de un “dibujante” como tú la primera pregunta sobre si el concepto de iconicidad es útil a la hora de realizar un acercamiento a la imagen puede resultar interesante porque, al dibujar, necesitamos partir de un cierto sistema de traducción que nos permita establecer relaciones objetivas y mensurables entre la cosa representada (sea lo que ésta sea) y la imagen. En otras palabras: al dibujar realizamos o creamos un sistema de transformaciones que nos permiten conservar en el dibujo final toda o parte de la información del original, del referente o de aquello a lo que la obra se refiere. Pero dado que la imagen resultante del arte no se ciñe a su relación con el referente, ese conjunto de operaciones y de transformaciones a las que aludimos han de tener una naturaleza que vaya “más allá” (otra vez vuelve a aparecer este dichoso concepto, que por ahora resulta demasiado vago, pero cuya presencia es por algún motivo que aún no hemos determinado muy insistente) del concepto tradicional que manejamos de iconicidad.

Es curioso porque en mis trabajos no parto de ningún referente físico o mental….bueno quizás la excepción sean esos primeros bocetos de mis cuadernos de trabajo… pero el dibujo final -que se materializa en una “traducción” a gran escala de esos trazos en papel- es una imagen que se genera a partir de un proceso, de un sistema y de unas reglas preestablecidas, que en este caso es una repetición y concatenación de unos pocos signos mínimos que desencadenan un desbordamiento de los significados. Se trata ciertamente de un registro o espectro muy limitado y económico de gestos que generan signos muy sencillos y sintéticos. Yo siempre me refiero a estos gestos como unidades o elementos sintácticos mínimos del propio dibujo: la linea, el punto y el trazo, que para mí es una mezcla de ambos.

Siguiendo los clásicos estudios y clasificaciones de la semiología, se supone que la cantidad de elementos que conforman una imagen, su estructura y su composición determinan su sencillez o complejidad. Desde el punto de vista de la percepción visual la inclusión de más de cuatro elementos que difieren en color, forma y textura no nos van a permitir observar la imagen de una sola mirada, y por ello decimos, en ese sentido, que una imagen es “compleja” perceptualmente. Pero, esta elemental regla esconde otras posibilidades porque incluso las imágenes más “sencilllas” pueden resultar tremendamente “complejas”. Si los elementos que aparecen tienen relación semántica, la complejidad de la imagen aumenta también semánticamente. En el caso de tu obra, las imágenes sencillas perceptualmente son en realidad complejas semánticamente.

Dejemos, por ahora, en suspenso esta conclusión a la que hemos llegado: la obra Un mensaje para Anabel está formada por una serie de elementos que generan una imagen sencilla a nivel perceptivo, pero extraordinariamente compleja a nivel semántico. Y para continuar volvamos a los estudios de Peirce. Según él, todo signo tiene un emisor y es un mensaje para un/os posible/s receptor/es. Toda imagen es también un mensaje, pero más abierto y polimorfo que un signo común y habitual. Las obras de arte que el artista ha elegido para Un mensaje para Anabel y la que él mismo ha ido haciendo con el sistema multipágina guardan un potencial de expansión de manera a veces inesperada. Siguiendo las palabras de Paolo Fabri: “Pero ¿existe un significado del cuadro que pueda percibirse de otro modo? Es decir, ¿existe una organización del sentido del cuadro que recurra a unidades expresivas no coincidentes con lo que pueden descubrir las palabras en el cuadro? La respuesta, por definición, es sí”.

Ni todos los sentidos son previsibles ni en la constitución de una imagen en función de su grado de iconicidad interviene solamente lo visible…

Permíteme interrumpir aquí la evolución de tus reflexiones porque me parece muy necesario remarcar algo muy obvio, pero que no siempre es tenido en cuenta en toda su dimensión, ya que el significado de una imagen no es sólo lo que vemos, sino también, y sobre todo, lo que denota, lo que desencadena en nuestro pensamiento. Cuando percibimos todos los seres humanos conferimos simbolismo a los objetos que manipulamos, los espacios que habitamos y las imágenes que observamos, sobre todo para comprender dónde estamos en relación con nuestro espacio físico, mental y emocional.

…Claramente, en la percepción de una imagen influye de forma determinante algo que está “más allá” de la vista. De hecho, tal y como afirma Mieke Bal, de todos los malentendidos posibles, la equiparación de la iconicidad con la visualidad posiblemente sea la más dañina. Analizar esa tradicional ecuación iconicidad=visualidad quizás nos podría abrir caminos para entender aspectos de la iconicidad que vayan más allá de sus interpretaciones más convencionales. Muchos de los ejemplos canónicos de teoría literaria y del análisis visual están basados en las teorías de Peirce y en el pasaje que define las tres categorías de signos. Pero a pesar de ello vale la pena recordarlo como horizonte desde el que pensar una interpretación de la iconicidad en relación con tu obra en general y en particular con esta propuesta porque será ese pasaje el que nos permitirá ver cómo las unidades diferentes que componen Un mensaje para Anabel serán capaces de reorganizar el sentido y expandirlo.

Isomórficamente y en el sentido más ortodoxo de referencialidad con respecto a lo representado, tengo que decir que UMPA posee un muy alto grado de iconicidad entre el original (el dibujo real) y su copia (la imagen fotográfica) en tamaño, color, forma y textura. Pero sin embargo, ¿que podemos decir de su significado?….que grado de relación existe entre el dibujo como representación de una idea….cual es su referente icónico?… no sé si me he liado un poco o si tal vez me he repetido con lo dicho anterior, pero ahí queda.

No avances acontecimientos a priori y centrémonos por ahora en el conocido párrafo de Peirce que dice: “Un icono es un signo que poseería el carácter que lo hace significativo, aunque su objeto no hubiera existido, como la raya de un lápiz de grafito que representa una línea geométrica. Un índice es un signo que perdería de inmediato el carácter que lo convierte en signo si su objetivo fuera eliminado, pero que no perdería ese carácter si no hubiera intérpretes. Por ejemplo, un plato con un orificio de bala sería el signo de un disparo, ya que sin el disparo no habría ningún agujero; pero el agujero está ahí, haya o no disparo con suficiente juicio como para atribuirlo a un disparo. Un símbolo es un signo que perdería el carácter que lo convierte en signo si no existiera ningún intérprete. Sería un símbolo cualquier elocución del lenguaje que significa lo que significa, sólo porque se entiende que tiene ese significado”….

Esto es algo que he analizado cientos de veces, pero siempre me pierdo entre índices, signos, iconos, huellas, etc. Lo que son y cómo se diferencian lo entiendo y lo veo claramente al leerlo y analizarlo en este párrafo, pero después todo se mezcla, signo, índice, huella e icono… Ahora que estoy muy centrado con mi nueva serie de trabajos con papeles de calco que froto directamente sobre la pared y después fotografío se me ocurren las siguientes preguntas: ¿Cómo se podrían interpretar estas acciones?, ¿Qué papel juega la fotografía, y el papel carbón?, ¿Qué rol desempeñan?.

En este momento me parece más importante desentrañar el concepto de iconicidad, analizar su esencia a partir del conocido párrafo de Peirce que lo determina, y hurgar en él hasta encontrar un sentido profundo que nos ayude a entender la relación entre iconicidad y visualidad o referencialidad. Siguiendo, pues, con los razonamientos de Peirce, en el caso del icono, es el propio signo el que posee la justificación y, lejos de conducir a un tipo de mero realismo (en el que se suele apoyar la tendencia más habitual o convencional) que equipara el icono con la imagen; ésta definición del icono, al estar basada en la semejanza, estipula que el objeto –el significado, más que el referente- no necesita ser nada en absoluto porque el icono tiene la propiedad de justificarse por sí mismo. O lo que es lo mismo: la iconicidad es, o puede ser, independiente de la referencialidad o de la visualidad. Así, tomando como punto de partida este punto de vista, analizar el concepto de icono desde la perspectiva original de Peirce, permitirá aproximarse a tu trabajo con herramientas conceptuales para expandirlo.

Partamos, entonces, del análisis de algunos elementos muy presentes en toda tu obra. Lo que define a la “raya” como icono es que le damos un nombre diferente: línea, y con ello la colocamos en otro nivel, en cierta manera independiente de lo que representa o podría representar. Podemos citar otro ejemplo que quizás nos ayude a entender esta independencia de la iconicidad respecto de su referente: la firma es un icono porque es independiente, no le debe su estatus ontológico a nada externo a sí misma que le de significado. Pero la firma también es un índice, porque no podemos negar que efectivamente la firma se vincula de tal manera a su ejecutor que se convierte casi en la plasmación de su mismísima personalidad, voluntad y presencia autentificadora. Según Peirce, como estamos mostrando en relación con el párrafo mencionado del autor, no es necesario ningún intérprete para que exista un signo, aunque éste sí que es necesario para que el signo funcione como tal.

A menudo me pregunto qué significan esos dibujos, qué pretendo plasmar o qué pienso de ellos… Yo personalmente no veo nada. Me es muy difícil distanciarme y dejarme llevar porque cada ejercicio implica muchas horas de concentración, y si tuviera una relación significativa con lo que hago, entonces me resultaría más duro aún. Quizás cada línea, cada trazo sea una firma pero no en el sentido de “plasmación de mi personalidad”. Yo lo entiendo más bien como una rúbrica y la interpreto como un rastro, una secuencia de autoafirmaciones en el sentido de compromiso con mi trabajo. Es verdad que a menudo el ritmo y la intensidad que aplico a la hora de dibujar depende de la música que esté escuchando en ese momento, pero es algo tan aleatorio que es imposible que el espectador lo pueda leer. No sé si habrás leído -lo he comentado alguna vez en prensa- que la elección de los títulos de mis trabajos -nombres de canciones, libros o frases que me voy encontrado- responde precisamente a esa necesidad de encontrar, crear o determinar un vínculo emocional con ellos. Quizás sea contradictorio con lo que he dicho más arriba, pero creo también que esa conexión es inevitable.

Tampoco es necesaria esa vinculación significativa porque la existencia del icono no determina necesariamente la necesidad de un referente, sea éste físico o emocional. La iconicidad es fundamental a la hora de entender el rol y la función de la imagen, pero la iconicidad en sí misma no siempre está muy clara e, incluso, va más allá de la interpretación tradicional del icono. ¿Está la iconicidad asociada a la analogía entre un índice y un objeto? Peirce no nos lo aclara. Pero ciertamente se trata de un signo que sí posee cierta cualidad de su significado. En el caso de la semejanza visual ésta puede llevar a la semejanza si, y sólo si, esa semejanza es predominantemente visual, aunque el signo en su conjunto no lo sea. El ejemplo que proporciona Peirce no es ni más ni menos que el ejemplo que da de un índice. Pero, sin la existencia de un objeto, no tendríamos más medida que una supuesta semejanza: una semejanza que no es ni ontológica ni total y que no descarta la diferencia. Ciertamente no descarta que la imagen tenga otra justificación más allá de su relación con el referente (insisto, sea cual sea éste).

La relación y la semejanza de cada fragmento multipágina de Un mensaje para Anabel con su referente “real” es muy compleja. El elemento más importante en la definición del icono a la que hemos llegado -y que modifica aquella que tradicionalmente hemos admitido- es su negatividad, ya que suspende la ontología del objeto. El icono es construido o concebido por el lector como descifrador de signos que es cada persona en cuanto que vive en una sociedad e inmersa en una cultura. En otras palabras, lo que hace que la noción de iconicidad sea importante para la lectura e interpretación de la obra no es el hecho de que nos conduzca a un modelo “real” preestablecido, sino el hecho de que produce una ficción precisamente en el seno de esa supuesta relación entre el icono y su referente.

Y que sea capaz de, precisamente, activar esa relación.

Esta operación que nos permite conservar en el dibujo final toda o parte de la información del original es en realidad una transformación que se hace posible subjetivando el objeto icónicamente significado y enmarcándolo culturalmente de forma abierta a la manera de los estudios culturales. Sería imposible hacer que una raya significara nada si no viviéramos en un ambiente cultural en el que circulan la geometría y la caligrafía basadas en la línea, en el que conocemos el dibujo como práctica proyectual y en el que existen toda una serie de teorías basadas en la línea.

Nunca me había parado a pensar en esto, en el significado de ése mínimo gesto.

Pues es muy interesante porque esta noción de icono y de iconicidad liberada del referente y de la visualidad y más vinculada a los procesos de simbolización es lo que le permite a un trabajo como el tuyo abrirse y expandirse. En suma: hacerse más complejo. Semánticamente más complejo. Sigamos, pues, con el concepto de icono y de iconicidad bajo esta nueva luz. Por lo tanto, la segunda característica importante del icono así concebido es que sólo puede aparecer a partir de una “simbolización” subyacente. El lápiz va dejando una raya como una huella, a medida que es guiado por la mano que lo proyecta. Y paralelamente a esa raya la simbolización va construyendo otra subjetivándola. No es una raya la que tú dibujas cada vez, sino que se trata de dos. Quizás por eso mismo te interesa tanto la idea de palimpsesto porque aunque físicamente tú sólo dibujas una raya, en realidad estás dibujando una segunda que se superpone a la primera. O la línea que tú dibujas dibuja ella misma una segunda línea con la que establecer una relación o a la que enviarle un mensaje. Cada una de esas rayas o, mejor aún, líneas discurre paralela, pero también se superpone una a la otra. La superposición de las categorías es inherente a sus definiciones. En este sentido, los conceptos básicos de Peirce –sobre todo el de iconicidad- pueden ser útiles para el análisis tanto de la visualidad como de la poética visual, pero sólo si los reinterpretamos a través de la subjetivización.

La idea de capa o de superposición también creo que está muy presente en este trabajo, ya que cada nueva subjetivización de UMPA se suma a la anterior y su “multiplicación no banalizará su significado, más bien todo lo contrario: fomentará la sensación de un pensamiento colectivo y en movimiento; y de que en el arte, como en la vida, las historias nunca terminan realmente”. Esa suma de capas es la que también he utilizado en los video de las colecciones, en la que cada imagen por separado es tan sólo como una bruma pero que sumadas dan como resultado una imagen densa, compacta y llena de detalles y lecturas.

Es ésta subjetivización la que nos permite revisitar una obra y expandirla con nuevos sentidos, detalles, significados y lecturas. También, es la que nos permite acercarnos a las obras de una colección para producir una obra nueva como Un mensaje para Anabel en la que la expansión de los referentes y la relación con diferentes usuarios ayudan notoriamente a profundizar en todos los estratos de significados, relaciones y mensajes.

La poética funciona mejor cuando tiene un punto de partida primario que no es su finalidad ni su resultado. Funciona mejor cuando se la deja con cierta autonomía como le ocurre a ciertos iconos –como la mencionada línea- que están en otro nivel -remarco que en cierta manera independiente- de lo que representa o podría representar. El hecho de que la iconicidad de la línea se independice en parte del referente y se fragmente y expanda subjetivándola la abre a una red de relaciones más amplia. Los intentos de producir interpretaciones intermediáticos no contradicen la iconicidad en absoluto. Además, aunque no se puede negar el aspecto visual de la iconicidad en general, el icono no puede aprehenderse de un vistazo en la mera visualidad. Un vistazo tampoco es una manera evidente de aprehender una imagen.

En un primer momento tengo que decir que me preocupaba que el proyecto no funcionase o no tuviese respuesta. Pero a medida que fue desarrollándose tuvimos claro que lo realmente importante era lanzar una serie de ideas y que “todas las imágenes enviadas (y reproducidas) independientemente de su final y de la respuesta de cada participante, serán otros tantos ecos, otras pantallas que recibirán la irradiación de un pensamiento vivo, y una reflexión sobre el acto reproductivo de las imágenes, del carácter acumulativo de estas, de su fragilidad, de sus límites y del poder que ejercen sobre nuestra conciencia”. Pero también te diré que estoy encantado con tu respuesta.

La visión sigue siendo lo que nos permite distinguir entre objetos principalmente espaciales y temporales, y la iconicidad –entendida junto con la dimensión independiente y subjetivizadora que reside en la propia naturaleza de algunos iconos- es la que nos permite establecer una relación con ellos. Pero no podemos equiparar visualidad con iconicidad. Y no haciéndolo es cómo conseguimos que la obra se expanda e incorpore la reacción de otras personas.

Con todo aquello que vemos, y que parece que reconocemos, es mucho más emocionante dejarse llevar. Como decía un buen amigo “me gusta porque me hace soñar” en el más amplio sentido de la palabra.

Una novela no leída es un objeto mudo. De la misma manera, una imagen no leída es también un objeto mudo. Para volverse semióticamente activas ambas necesitan operaciones y transformaciones de subjetividad en el seno de una cultura. Por lo tanto, la mejor manera de afrontar la visualidad o del rol de imagen no es a través de la delimitación, la definición o la clasificación, sino partir de una interpretación de la iconicidad que englobe la razón cultural y la subjetivización inherente en algunos iconos. La cuestión no es si algunos objetos, imágenes o configuraciones visuales tienen una dimensión únicamente visual, sino cómo lo visual se “escribe” un mensaje para sí mismo o se “describe” a sí mismo.

Manuel Olveira, diciembre 2011.

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activando el dibujo / entrevista con Juan Antonio Álvarez Reyes

Activando el dibujo. Conversación con Juan Antonio Álvarez Reyes 
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El dibujo es el medio del que parte Juan Carlos Bracho. Luego la historia se complica, pero es el medio artístico más simple y a mano el que va activando todo el proceso artístico que Bracho realiza y que incluye performance, instalación y vídeo. El espacio, su percepción y modificación, es el objeto principal de su investigación.

Félix y su amiga F es, según tus palabras “una pieza a medio camino entre la acción, la performance, el proyecto in situ, el dibujo y la instalación, pudiéndose desplegar en todos esos niveles”. ¿Qué te interesa especialmente de esta amalgama de medios?

Me gustaría aclarar que esa cita que incluye tu pregunta está extraída de un texto de Manuel Olveira quien, como mucho acierto desde mi punto de vista, describía ese trabajo. Como obra de referencia -ya que en ese momento, y aún hoy, el proyecto no está cerrado- Félix y su amiga F formo parte del catálogo de la Olladas Oceánicas, exposición comisariada por Manuel que abordaba el mar y su problemática desde una perspectiva contemporánea. Para esta ocasión el comisario quiso contar en la maquetación de la publicación con unos fotogramas capturados de una primera versión de la obra.

Te cuento todo esto porque Félix y su amiga F es pieza que aún está en proceso, y que tan sólo ha sido presentada sobre papel. Es una obra que se ha ido desbordando y, a partir del propio material filmado durante las tres versiones que ya he realizado, la idea o punto de partida inicial -el vídeo- se ha ido desplegando y ha cobrado forma desarrollándose a través de dibujos, fotografía e instalaciones, que desde mi perspectiva enriquecen todo el conjunto.

Y no es que sea algo gratuito, ni premeditado, es el propio proceso, lo errores cometidos, el tiempo y la reflexión tras cada prueba lo que me ha llevado a buscar otros formatos. Es algo que crece, y que a mí, a veces, incluso se me escapa y sorprende. Mi motivación en la necesidad de mostrar todas las caras de una misma figura.

Es como la decisión final de registrar la acción en cine. En un principio nunca me lo hubiese planteado, por lo faraónico de la empresa, si no hubiese realizado todas las pruebas anteriores. Ahora, sin embargo, estoy totalmente convencido de que es el medio ideal y el que mejor se adapta a las necesidades del proyecto, aunque sé que por temas de presupuesto no lo voy a tener fácil, ya que se trata de una grabación de más de cuatro horas de duración.

Ese despliegue de medios al que te refieres, con referencia a la cita que encabeza tu pregunta, no indica sólo distintas categorías, algo que podría resultar confuso y pretencioso, sino diferentes aproximaciones desde las que poder experimentar una misma obra: como una acción -el hecho de dibujar como experiencia y apropiación-, un dibujo, una performance o una escenografía -el lugar que configura el espectador frente a la imagen proyectada-.

Hace algunos años, Isidoro Valcárcel Medina realizó una intervención en la Caja Negra. En ella dibujó, durante el mes de duración de su exposición, todas las paredes de la galería y los restos de lápices y de madera al afilarlos quedaron por el suelo. En esa pieza mural y de dibujo, el proceso y la duración eran cuestiones importantes. ¿En qué medida lo son también para ti?

Es curioso que hagas referencia a esa obra. Recuerdo que cuando leí la reseña de la exposición me sorprendió. Yo ya había presentado en Hangar el proyecto Dibujo para una sala rectangular, y esa misma idea, ya desarrollada en una instalación formada por una mesa maqueta y una serie de tres dibujos sobre papel, formarían parte de mi primera individual en Madrid.

A veces, de repente, me encuentro con una frase, un texto o una idea que hacía tiempo tenía en mente, en este caso se trata de dos piezas paralelas conceptualmente y desarrollladas en diferentes espacios y casi a la vez. Cuando me ocurre, suelo sentirme afortunado, puede que sea una reacción un poco extraña. Yo lo veo como pequeñas señales que me indican que voy por buen camino. Después sólo se trata de ser honestos y seguir trabajando… Con respecto a la obra de Isidoro Valcárcel, el punto de partida de los dos proyectos, el suyo y el mío, es muy similar: una especie de cartografía del espacio expositivo realizado a través de una acción metódica y repetitiva. No recuerdo muy bien cuál era su intención, la mía era generar un horizonte sin principio ni final, el dibujo como metáfora de un paisaje infinito.

En mi proyecto todo el proceso de ejecución también podría ser experimentado durante el tiempo de ejecución. El dibujo y su metáfora, el paisaje, se expresaría así como un elemento en continua metamorfosis, no como una panorámica estática, perfectamente ordenada, que identificamos con una experiencia estética reducida a la mera contemplación y con un espectador pasivo que observa protegido tras el vidrio de una ventana. Me interesaba más poner en juego y en evidencia nuestros propios mecanismos de simbolización del espacio, y cómo proyectamos sobre esos dibujos de miles de rayas nuestro imaginario, en definitiva, cómo construimos en nuestra memoria la idea de un paisaje.

Es lo que te contaba anteriormente, con respecto a tu primera pregunta y lo que me hace decidir por uno u otro medio. En este caso, la falta de un espacio a mi disposición me obligó a buscar otra alternativa, la maqueta. No me gusta que las ideas estén demasiado tiempo rondando por mi cabeza. Además siempre he encontrado muy interesante trabajar en ese campo imaginario. Un juego de cambio de escala que te permite manejar el espacio a tu antojo. Todos mis proyectos suelen pasar por ese estadio.

El espacio, su modificación y su percepción están en la base de tus trabajos. Estas cuestiones son tradicionales del campo pictórico y escultórico, también del trampantojo. ¿Cómo entiendes esos tres conceptos?

Mi trabajo parte de la idea del espacio entendido como desarrollo mental, y la base, el motor y el punto de partida es siempre el dibujo, o por lo menos hasta este momento. Todo pasa por un lápiz y un papel. A veces se trata sólo de ejecutar un cambio de escala y otras de diseñar un espacio o escenografía donde entran en juego parámetros muy cercanos a lo pictórico y lo escultórico, como en la pieza que presento en Caja San Fernando.

Me interesa crear un espacio ilusorio, en el que puedas entrar; pero a diferencia del trampantojo, mis dibujos no parten de ninguna imagen real o mental, sería imposible crearla o retenerla. No existe guión. A veces, cuando dibujo, me parece estar rubricando una misma frase, como si estuviese escribiendo un texto sin fin, sin sentido, pero que sin embargo está abierto a múltiples interpretaciones. Es más bien una sensación, como un flash que el espectador recrea a partir de su propia experiencia.

Tus trabajos podrían definirse como action drawing, en contraposición con el action painting de Pollock. También, frente a ese modelo, la acción en tu caso parece más importante que el resultado. En ese sentido me gustaría conocer algunas de las razones de la decantación por un tipo de imagen abstracta y repetitiva.

Quizás ese despliegue del que hablabas en un principio, esa insistencia por contar cada segundo, por desmenuzarlo todo, puede significar que el resultado es sólo una consecuencia, no un fin. Y si que tienes razón, en parte, es sólo un paso más, pero no por ello es menos importante, quizás simplemente sea le principio. El proceso, el tiempo, la horas que paso dibujando, son herramientas que me sirven para reflexionar sobre los tiempos de la mirada y la experiencia frente al objeto de contemplación.

Continuamente estamos rodeados de imágenes que bombardean nuestra retina, que condicionan nuestra forma de actuar y de relacionarnos, y que nos obligan a saltar de una página a otra, en busca de una belleza cegadora y anestesiante. La publicidad y todo su imaginario irradian, sin duda, un magnetismo atractivo e inquietante. Sin embargo la diferencia con respecto al arte es, o debería de ser, bien sencilla: no se trata de condicionar ni de generar diferencias sino de proponer un espacio de libre pensamiento.

Las líneas y puntos, que con tanta insistencia repito y que en mis imágenes desbordan los límites de la representación, son unidades mínimas en cuyas infinitas combinaciones están contenidas todas las realidades posibles.

En el proyecto que estás elaborando para Caja San Fernando, la idea de infinitud parece ser su motor. ¿Podrías desvelarnos los pasos que estás siguiendo para su desarrollo y al punto al que crees que llegarás?

La pieza que estamos preparando tiene como referencia una intervención realizada en mayo de 2004 en Barcelona Here, there and everywhere…. En esa obra de 2004 un dibujo sin principio ni final, que como una línea sinuosa bordeaba todo el perímetro de un muro exento -un elemento de división-, conseguía transformar dicho elemento en un objeto dentro de la sala, diluyendo los límites entre arquitectura y escultura.

La idea que nos hemos planteado es trasladar ese muro a escala, ya como una escultura autónoma, a una de las salas de Caja San Fernando. El dibujo perimetral volverá a proyectar una imagen que no representará nada pero, en la que sin embargo estarán latentes todas las historias. Y en ese espacio transformado en una escenografía, el espectador convertido ya en un personaje, interpretará su propio papel como una figura frente a un espacio de dimensiones infinitas.

En la misma sala, y gracias a la producción de Caja San Fernando, presentaré también el libro de artista Donner c’est aimer, aimer c’est partager. Una publicación que recoge una serie de dibujos encadenados que podrán leerse en ambas direcciones, sumando o restando densidad a una imagen que se genera de nuevo por la repetición de un mismo gesto.

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entrevista con Laura Acosta

La experiencia a través del dibujo. Conversación con Laura Acosta 
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En primer lugar, hablemos un poco acerca del panorama artístico nacional y regional.

Andalucía y arte emergente… ¿Hay una relación saludable o todavía nos queda mucho por andar?

Saludable precisamente no, ni en Andalucía ni en el resto de España, ni con el público, ni con la instituciones. Y no solo con el arte emergente, sino con el arte en general. Es cierto que iniciativas como Iniciarte, el nuevo centro de Córdoba, donde parece que se va a dar apoyo a la creación, a la producción y no solo a la exhibición, pueden hacer que el panorama cambie, que es algo necesario. Pero todos sabemos que el desarrollo de estos proyectos dependerá de intereses ajenos al mundo del arte. Nos tendríamos que preguntar ¿A quién le interesa el arte contemporáneo? ¿Qué valor tiene en nuestra sociedad? ¿Qué estamos haciendo para que esto cambie? Yo creo que es importante hacer una buena labor didáctica, un buen trabajo de base, porque el arte no es, o no debería ser sólo evasión y mundos llenos de fantasías, sino una herramienta útil e imprescindible que nos ayuda a ser conscientes, estar alertas y ser críticos con lo que nos rodea y también con nosotros mismos. Pero para lograr eso objetivo hacen falta ganas, y un esfuerzo de todos: de los agentes culturales, artistas incluidos, por mostrarse más comunicativos y menos ensimismados, del espectador que no siempre es receptivo, y de las instituciones que deberían mostrar un apoyo sincero.

¿Crees que podemos hablar en el arte actual de un “estilo andaluz”, influenciado por la pertenencia de los creadores a dicho territorio?

Más que de un estilo andaluz, que no creo que exista y que sea relevante, si podemos hablar del peso de la tradición y del folklore, por que no decirlo, que hace que sean muy diferente los ritmos y el trabajar en Andalucía. Pero como todo, tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Barcelona, donde resido desde hace casi diez años, es una ciudad más activa a nivel artístico, pero también más aburrida y más plana.

¿Podrías destacar, según tu opinión, algunas virtudes y fracasos del mercado del arte andaluz?

Poco coleccionismo privado, pocas galerías interesantes e interesadas por arriesgar -no las culpo por que la cosa esta fatal- demasiados partidismos y cuotas de poder, pero esto es algo endémico no solo en Andalucía, y mucho dinero publico malgastado, y no solo en cultura.

A tu juicio, ¿es la emigración una solución para los artistas andaluces?

Si te hablo desde mi experiencia te diría que a mi no me ha ido mal. A nivel de formación es casi imprescindible, en Andalucía aún tenemos muchas carencias. Pero es una decisión que tampoco es vital, y es importante tener apoyos económicos, pero siempre es enriquecedora y te hace evolucionar lo que siempre es positivo.

¿Crees que es fácil para un artista joven, emergente, acceder a los circuitos comerciales del arte?

Si y no, es una cuestión de esfuerzo, de dedicación, de entrega y compromiso, que creo que siempre se ven recompensado, si no es a nivel ventas -que no es siempre fácil- si a nivel crítico. Y, por supuesto de ser realistas y entender desde bien pronto que aparte de tener un buen trabajo y saber defenderlo, un artista emergente tiene que hacer labores de promoción y gestión, que indudablemente son importantes y necesarias; en definitiva profesionalizarse, como por ejemplo tener un buen dossier. No podemos olvidar que estamos hablando de mercado, y de un producto, para críticos, coleccionistas, galeristas y comisarios.

Ahora, te plantearé cuestiones más relacionadas con la capacidad creativa, contigo y con “tu” trabajo.

¿Cuál es el papel de un creador en los tiempos que corren? ¿Reflejar la realidad, inventarla, explicarla, evadirla, enmascararla…?

Uff, todo eso y mucho más. Y si lo sabes hacer todo a la vez y que no se te vea el plumero mucho mejor.

A menudo, tus obras adquieren la dimensión de una representación escenográfica, ¿qué papel tiene el espectador en ella? ¿Forman parte de la escena, o están fuera de ella?

Dentro de todo ese mecanismo, de todo ese despliegue, de esa escenografía, es él que lo activa todo, la pieza más importante. Yo me puedo pasar horas dibujando, que para mi es un ejercicio fantástico y con el que disfruto mucho, pero es una experiencia mía, que dificilmente puede extrapolarse, porque es un trabajo muy físico. Pero mi experiencia no es trascendente. Es un trabajo, nada más, ese es su valor. Sin embargo, el significado de mis dibujos es muy abierto, pero no para mí, que si te soy sincero significan bien poco, yo no veo nada, sino para el que observa.

“El dibujo como experiencia”. Un concepto este que utilizas mucho, ¿Podrías explicarme un poco más a qué te refieres? ¿Qué te permite el dibujo como herramienta que no permiten otras?

Volvemos a hablar de experiencia. ¿La mía? ¿la del espectador?, ambas sin lugar a dudas, juntas y por separado.

El dibujo es un medio versátil, flexible, al alcance de la mano, nunca mejor dicho, económico. Es un proceso que puede ser muy dilatado en el tiempo -calculado o metódico- o un gesto rápido e intuitivo. Es genial y muy divertido.

¿Qué diferencia el espacio físico del espacio conceptual?

El espacio físico es la habitación desde la que te contesto este pregunta, mi casa, mi ciudad, el espacio construido y habitado. El espacio conceptual, o el espacio mental es la idea, la percepción que tu tengas de esas dimensiones, lo relacional, que abarca desde lo más íntimo y concreto a lo más abstracto e inmenso.

En relación a la cita que has escogido como preludio del libro “Al principio le distrajo la novedad del viaje y la multitud de cosas nunca vistas que le rodeaban; pero cuando se fueron acercando al desierto y el paisaje se volvió cada vez más yermo y solitario, empozó a cavilar sobre muchas cosas”, de Las aventuras de Said de Wilhelm Hauff, ¿Crees que la saturación de imágenes y la hiper abundancia de información de nuestra época no nos permite ver las realidades aisladamente?

Esa cita la escogió Óscar Alonso Molina, el editor del libro, pero no podría estar más de acuerdo con él. Cuanto menos tienes a tu alrededor, más encuentras en tí mismo

Cuando abarcaste el proyecto para el Centro de Lectura de Reus, ¿Qué supuso volver a trabajar individualmente tras acabarse la colaboración con la artista Julia Rivera?

Fue duro, no fue fácil después de trabajar más de siete años con Julia. Pero aunque me cueste decirlo, a nivel personal, fue como una terapia. Algo que sin embargo, y esa era mi intención, no se reflejaba en la propia obra, ya que pertenecía a mi experiencia más íntima. Las dos semanas que estuve trabajando, dibujando con cinta adhesiva todo el plano del edificio a escala, la disciplina, me sirvieron para concentrarme de nuevo en mi obra, y después fue un no parar.

¿Podría ser la intervención del Centro de Lectura de Reus un punto de inflexión en tu carrera? Si es así, ¿Qué concluye y qué comienza?

A tu primera pregunta, si. En primer lugar por la dimensión del propio trabajo, que supuso un cambio de escala a todos los niveles. Y en segundo lugar por la dimensión del propio dibujo. Ya no se trataba de adaptar un modelo, y ver lo que sucedía, sino de generar un diálogo con el propio edificio. Y por último porque no es lo mismo trabajar solo, ni mejor ni peor, pero si radicalmente diferente

Los títulos de tus trabajos son a menudo poéticos y humanos, siendo los proyectos en sí muy automatizados, más propios de un autómata que de un ser que ama, ¿Cómo los decides?

Suelo escoger títulos de canciones, libros, películas o frases que me voy encontrando. Es una forma de vincularme emocionalmente con ellos, de abstraerme de alguna manera del propio proceso. Mis dibujos para mi implican horas de trabajo, de planificación, un horario que tengo que cumplir, en definitiva un esfuerzo físico. Si que disfruto enormemente dibujando, pero no tengo la perspectiva suficiente como para proyectar emociones que no estén relacionadas con el echo de dibujar.

¿Qué hay en la representación cartográfica que tanto te apasiona? ¿Qué simbolizan?

Es mi manera de fijar unas coordenadas, de delimitar un espacio, a veces de expandirlo. Un ejercicio que nos obliga a realizar un sondeo, un rastreo y tomar conciencia del tiempo y el espacio que habitamos

¿La durabilidad de la obra es una cuestión que te preocupe?

No me preocupa, pero si que marca una diferencia. La horas que paso dibujando, son de alguna manera una rubrica, una forma de posicionarme, una reivindación del trabajo, del esfuerzo, y del valor del compromiso ante las cosas que para mi son importantes.

Cuando estás solo frente al muro, ¿Sabes qué imagen imprimirás? ¿O al menos cuál será el gesto que se repetirá continuamente?

Si que existe un tipo de trazo ya definido de antemano, un formato preestablecido, que en mi caso es importante para no perderse. Normalmente el trabajo forma parte una exposición que tiene su propio calendario al que me tengo que ajustar. Pero el resultado final, el dibujo, su estructura interna pertenece al propio proceso, es azar. La imagen final es imposible retenerla en la cabeza, son miles de pequeños gestos automatizados, que en conjunto configuran una imagen abierta a múltiples interpretaciones.

En tu trabajo es muy importante el montaje, ¿Lo concibes como parte integrante del discurso? ¿Crees en una única manera de montaje para cada obra?

El lugar es importante, pues a veces se trata de trabajos in situ pensados para un espacio concreto. La escenografía final, el diseño de todos los elementos, en definitiva el montaje, es crucial y no solo en mi trabajo, sino en el de cualquier artista. Es como vestirse, puedes llevar unos pantalones preciosos pero si no los combinas con acierto el resultado final puede ser espantoso. A veces, lo interesante es el reto que supone adaptar una obra a un espacio para el que no esta diseñada, o con el que no se establece una relación amable. Pero eso no es siempre posible.

¿Qué encontraste en Hangar? ¿De qué te desprendiste allí?

Hangar es el único espacio de producción que actualmente existe en Barcelona, y un modelo que brilla por su ausencia en el resto del Estado. Esto nos da una señal de como están las cosas. Se supone que la ciudad en la que vivo es moderna, un ejemplo para el resto del mundo. Cuando viajas fuera de España es un valor añadido, “ The promised land”. Pero no es cierto, el panorama es desolador. Conozco muchos casos de artistas que tienen que marchar porque la ciudad se ha vuelto muy hostil.

Hangar facilita el acceso a muchos artistas que sin su apoyo no tendrían la posibilidad de desarrollar su trabajo. Yo encontré un espacio, barato, grande, y una infraestructura que te facilitaba tus labores de producción. Sigo teniendo un contacto muy estrecho con ellos, casi todos mis trabajos de taller los he desarrollado en sus instalaciones, actualmente estoy preparando la grabación de un nuevo video, y estamos trabajando en el desarrollo de un proyecto que quiero llevar a cabo el próximo invierno en Canadá.

¿Por qué te interesa tanto la versatilidad y la mutabilidad del espacio donde trabajas, como ocurre en Félix y su amiga F?

Son factores o situaciones que se originan en el propio proceso. A veces este cambio de perspectiva, este giro es una reflexión que surge después de analizar el material de documentación de realización de la obra, expandiendo la idea original, como en el caso del último libro en el que estoy trabajando. A veces son las pruebas de taller, los errores, como ha sucedido con Félix y su amiga F, los que me motivan a desarrollar el trabajo por caminos alternativos. Se trata de estar atento a todas la narraciones paralelas, y a las posibilidades transformadoras que las ideas pueden tener al ser llevadas a la práctica

¿Qué te lleva a utilizar el rojo en Donner c’est aimer, aimer c’est partager?

Fue una decisión estética motivada por la necesidad de acotar el espacio a registrar en el video, y sobre el que tenía que pelotear. Elegí cinta roja porque era la que más destacaba sobre el blanco. En un principio en las imágenes que acompañan al video no estaba previsto que saliese la cinta, fue una decisión que tomé a posteriori, cuando vi el potencial que tenía mostrar todo aquello que precisamente no estaba registrado en la grabación. Por suerte si que había decidido tomar una serie de fotos del proceso con una cámara de gran formato, ya que el video se grabo en una única toma y en un único plano secuencia. Y el rojo queda muy bien.

¿Por qué ese afán por enseñar las tripas, el proceso entero de creación? ¿Crees que habría dificultad a la hora de decodificar tu obra si no lo hicieras?

Al no tener un modelo, no partir de ninguna imagen real o mental, si hablamos del dibujo no. Lo que ves es lo que tu proyectas, la intensidad de tu experiencia dependerá de tu aptitud a la hora de enfrentarte a una imagen que te interroga sobre tus propia manera de mirar y de interpretar tu bagaje visual o emocional. En definitiva es poner en evidencia nuestros mecanismos de codificación de las imágenes. El resto, las tripas, el proceso, como tu lo llamas. son otras cuestiones que tienen que ver con mis intenciones a la hora de posicionarme y de hablar de los mecanismos del arte, del lugar que ocupa el espectador y el artista, del valor del propio proceso.

¿Podrías decirme algún/os autor/res contemporáneo/s a los admires?

Ettore Spalleti, Eija-Liisa Ahtila, Félix Gonzales-Torres, Gregory Crewson, Donald Judd, James Turrel, Palazuelo, Sol LeWitt….. ¿Por qué? porque me hacen soñar

¿Qué proyectos tienes a la vista?

Lanzarme al color

Por último, ¿en qué medida crees que el premio a la actividad artística que has recibido de la Consejería de Cultura, dentro del Programa Iniciarte, ayuda al arte emergente?

Los premios siempre ayudan a la difusión de tu trabajo y este en particular por su cuantía económica tiene un valor añadido. Además el premio incluye una exposición producida por la Consejería en el nuevo espacio iniciarte que es estupendo y un reto en el que estoy trabajando actualmente.

Muchas gracias por tu colaboración, espero que no se te haya hecho muy pesado contestar todas estas preguntas. Con el deseo de que nos conozcamos en alguna ocasión próxima, recibe un fuerte saludo y mi más sincera enhorabuena.

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el arte no es lo que era / Juan Botella

El arte ya no es lo que era. Un texto de Juan Botella para el catálogo Los puentes de la visión. MAS. Santader 2007
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Esta afirmación, rotunda, puede y debe tomarse al pie de la letra a pesar de que con frecuencia es utilizada por los nostálgicos para invalidar la producción artística del presente.

Sin embargo, conviene reflexionar sobre los sentidos que se incorporan a una frase que según quien la pronuncie puede ser considerada de manera positiva o negativa, y desde ahora mismo se aclara que este texto defenderá la positividad de la afirmación. Pero los que mantienen lo contrario tienen sus argumentos, aunque no sea habitual que los expongan, porque exponerse implica un riesgo, el de abrirse y ser visto, el de quedar sin abrigo, a la intemperie, a merced del mundo alrededor, el de perder la seguridad tan dificultosamente adquirida que le permite a uno mantener la distancia y la autoridad antopocéntrica en la que se ha basado la conciencia occidental. Por lo tanto, habría que suponer que su animadversión hacia la producción artística actual manifiesta una posición íntimamente ligada a la consideración de la obra de arte como un objeto marcadamente singular, una cosa que destaca sobre las demás, un bien de categoría superior que sin gran dificultad podríamos adjetivar como sagrado. Con ello, establecen una separación respecto al resto de los objetos, un más allá similar al que ocupa lo divino respecto a lo humano, lo que ocasiona una sobrevaloración de la obra y de quien la produce. Éste, el artista, pasa a ser considerado una persona especial, algo así como un héroe capaz de trascender los límites de lo cotidiano, manifestándose con ello un complejo de inferioridad del espectador, que acepta sumiso lo que el sistema del arte ha decidido que es arte.

Pero el problema surge cuando el sistema, y esta exposición es parte de él, presenta una obra como la de Juan Carlos Bracho. En principio, no se cumplen ninguna de las condiciones artísticas a las que el espectador está acostumbrado y que el propio sistema le ha inculcado: carece de permanencia, pues la pared será repintada cuando se clausure la exposición y el dibujo desaparecerá para siempre; hay dudas sobre lo que constituye la obra, si el dibujo que se ve en la pared o la acción de pintarlo durante las dos semanas previas a su inauguración; el dibujo no representa nada, no es nada más que el resultado de un conjunto de actos repetidos; el soporte no es lienzo ni papel sino el propio muro de la sala; con la obra, en cambio, conviven fotografías que la extienden pero que, al mismo, tiempo siembran la duda de si tienen valor artístico por sí mismas o constituyen una mera documentación de la obra dibujística.

Para aclarar las dudas habría que volver al título y recordar el sentido positivo de la frase “el arte ya no es lo que era”. Hay en ella una clara separación entre un presente, representado por el “es” y el “ya”, y un pasado explicitado por el “era”, una partición o un corte propio del sistema racional de medida que funciona acotando la realidad para poder hacerse cargo de ella, para comprenderla y manejarla. Pero ya hace un siglo que Einstein proclamó la Teoría de la Relatividad y pronto lo hará desde que Bergson manifestó que esa parcelación, o espacialización del tiempo, no constituye una incapacidad de la inteligencia sino una insuficiencia que tiene consecuencias sobre la percepción. Y curiosamente, este asunto de la percepción, que implica totalmente al espectador de la obra, es clave en el desarrollo artístico que se produce a partir de la segunda mitad del siglo pasado y que continúa, en gran medida, hasta hoy. Todo comenzó en la década de los sesenta con el Pop y el Mínimal, siendo éste último el que comenzó a sacar a la obra de arte de su estatus cuasi metafísico anterior para acercarla, paradójicamente, a un espectador cada vez más alejado pero al que se dirigía directamente.

Los filósofos franceses Mearlaeu-Ponty y Bergson son responsables de la desantropomorfización de la percepción. Ellos la plantearon de manera que se eludía al sujeto psicológico y sus comportamientos para enfatizar el carácter reflexivo de un ser humano que sólo percibe en el mundo. La consecuencia es inmediata: la percepción es una acción dependiente de la situación del ser que percibe, lo que, llevado al arte, hace comprensible la preocupación por desenmascarar esa situación. De tal manera, si pasamos del mundo en general, o la realidad, a la obra de arte como objeto a percibir por el espectador, ésta no hace otra cosa que mostrar que ella (la obra) es en función de la situación, que su ser no es fijo o consistente con carácter de permanencia sino mutable y dependiente de unas circunstancias externas a ella y a la psicología del espectador. Así, no extrañan algunas de las definiciones de arte habituales hoy en día: “aquello que hace un artista”, “lo que se expone en los museos”, “lo que el sistema del arte dice que es arte”, etc. Por eso, a partir de los años sesenta el arte tiende a salir de los espacios galerísticos y museísticos (Mínimal, Land Art, Conceptual…) o a concentrarse, como hace el trabajo de Juan Carlos Bracho, en su desenmascaramiento. En su caso, el muro de la sala es más que el soporte de la obra, es él mismo obra que toma realidad a través del acto artístico de un dibujo que saca a la luz lo que se ocultaba, su existencia material y la memoria de su construcción, con sus imperfecciones incluidas. De esta manera, podemos considerar que el dibujo no representa nada, y, sin embargo, presenta al muro, lo realiza, cumpliendo perfectamente aquello que dijo Bergson de que la representación es incompleta porque no es capaz de hacerse con la realidad de lo representado sino solamente con su contorno.

Entonces, si no hay representación, si lo que queda es la presentación de lo real, al arte que se tiene sí mismo por objeto, y ese es el de Bracho, le queda sólo presentarse realmente, mostrarse como lo que es: un hacer, un construir, que nos lleva nuevamente hasta Bergson y su investigación filosófica sobre el tiempo. Para el filósofo francés el ser no es fijo, estático, como nos lo ha presentado la filosofía desde Grecia hasta Nietzsche. El ser es devenir, un continuo llegar a ser a partir de lo que llamó “elan vital”, impulso de vida.

La repetición gestual con la que Bracho ha llevado a cabo el dibujo mantiene una profunda relación con este asunto del ser como devenir, en el que el cambio, la diferencia, se constituye en cuestión determinante. Y es, según Deleuze, que ha dedicado su atención al eterno retorno nietzscheano, la repetición la que constituye la diferencia, pero no la repetición habitual sino la que logra desprenderse del hábito y del yo sometidos a la semejanza. Lo que retorna en la repetición es lo nuevo, que ha sido purificado y seleccionado. Es lo incondicionado, la pura diferencia. Nos encontramos, pues, ante un quehacer libre, ante la misma libertad, que, como diría Kierkegaard, se dirige hacia el futuro, hacia lo nuevo.

El arte ya no es lo que era, y no lo es porque tampoco el espectador es el que era. El ser no es lo que era. El ser, el espectador y el arte son un hacer, una acción en el tiempo. Nótese que el infinitivo (hacer) es un tiempo impersonal, y aunque utilice a un yo para hacerse, no es al artista al que le pertenece sino que es él quien pertenece al hacer. El arte no es del artista, el artista es del arte. El arte tiene su propio “elan vital”, con lo que no es de extrañar que Bracho manifieste que sus dibujos carecen de una idea preconcebida, que en ellos están ausentes la voluntad o la existencia de una imagen preconcebida.

Por eso, no está de más que Bracho presente unas fotografías junto al dibujo realizado. Su contenido es, a su vez, el dibujo, y, sin embargo, no tienen nada que ver con él. La razón es sencilla: las fotografías introducen una acotación temporal, muestran exclusivamente un instante de lo que no era sino un proceso, cortan y detienen la duración, son una imagen. Y ya se sabe que la imagen es escasa, que nunca llega a captar la totalidad de lo real. La imagen se queda corta precisamente porque corta, porque lo real queda en ella bloqueado y su devenir detenido.
Establecer ese juego entre el proceso, el resultado y la imagen es una manera de poner las cosas en claro, de que cada cosa se muestre en lo que es: el arte como hacer, el resultado como contemplación y la imagen como consumo. Y si, como dice Roland Barthes, el punctum de la fotografía es el “esto ha sido” habría que aceptar que lo que las fotos reflejan ya no es, que el hacer ha quedado hecho y es pasado. Desde ese punto de vista las fotos son el mejor producto para el museo o para la exposición, se adecuan como no puede el hacer al uso que corresponde a los espacios expositivos. El hacer, en cambio, no se ajusta bien a un entorno excesivamente rígido y que trata de imponer unas coordenadas que lo fijen. Él, que es cambio, no se deja capturar, es inatrapable porque en el momento que parece a la mano ya no está. Queda, eso sí, un resto, su huella, el dibujo de la pared. Pero éste no es ya el hacer, como tampoco lo son las fotografías.
El hacer no puede exponerse. Nunca está presente, por lo que resulta curioso el ejercicio de Bracho. Curioso y crítico. Porque de alguna manera le está diciendo al museo que es incapaz de exponer el arte, que toda la pretenciosa parafernalia de templo o espacio sagrado ya no tiene sentido, y si lo tiene no es otro que el del rito, el de invocar una presencia que siempre parece no llegar. Y al espectador creyente que acude le dice que ha llegado tarde, que el hacer ya no está y sólo queda su resultado, lo hecho. Le dice que no ha entrado en un lugar sagrado en el que vaya a encontrarse con alguna deidad sino que no puede esperar más que un simulacro de lo que se ausenta. Lo que realmente va a encontrar es el muro de la sala hecho realidad y, sobre él, una “realidad virtual”, el dibujo.

La “realidad virtual” va más allá de la representación. En ella no se trata de imitar, ni de duplicar, ni de simular la realidad. En la “realidad virtual” no hay artificialidad, porque lo artificial copia o imita la realidad, sino un simulacro, donde la representación mediática precede y determina lo real, traza una nueva topografía del entorno percibido como realidad. El museo y las grandes exposiciones operan así como medios, como lo que se interpone entre la realidad del arte y el espectador determinando la percepción de éste. Ellos sancionan, deciden y presentan lo que es arte. Sin embargo, si ya hemos visto que el arte como hacer no se deja exponer, tenemos que suponer que en esta exposición, y en muchas otras, se produce la paradoja de presentar como arte unas obras que dicen que no lo son. El arte entra en el museo, entonces, para desenmascarar una mentira, diciendo, como hace el trabajo de Bracho, que lo que ahí se ve no es lo que parece, que se trata de una ficción. Y lo que hace el museo, la gran exposición, el sistema del arte en general, es integrar aquello que lo critica desrealizándolo, virtualizándolo. A cambio, el trabajo de Bracho ha realizado al museo o a la sala de exposiciones a través de su intervención en el muro, lo muestra como lo que es: un espacio construido con la finalidad de encerrar lo que en realidad no se deja atrapar.

El arte, su hacer. es escapista, y, como Houdini, se las apaña para soltarse de las cadenas que lo quieren inmovilizar. Por eso, los dibujos de Bracho tienden a abandonar la superficie del muro y a extenderse en cualquier dirección, deshaciendo la tradicional bidimensionalidad a la que el dibujo se ha venido ajustando desde hace tiempo y expandiéndose en un movimiento continuo al que no se le pueden imponer hitos o cortes que lo midan. El hacer del arte no se puede conocer mediante la física newtoniana, que espacializaba el tiempo introduciendo cortes que le permitían medir la velocidad del desplazamiento. Al hacer se le adecua mejor la física de Einstein, para la que el tiempo es una coordenada más del espacio; juntos constituyen el espacio-tiempo en el que el hacer sucede. Nos encontramos así ante una cuarta dimensión, la temporal, que desestabiliza lo que se nos había presentado como fijo, y es esa dimensión la que hace que los muros se desplacen, como Bracho ha hecho en alguno de sus proyectos, o la que hace que el dibujo se salga de sus casillas. El hacer no se deja enmarcar, como se demuestra en las fotos o en el vídeo de la pelota de tenis que dibuja al rebotar en la pared, en los que al abrir el plano comprobamos que fuera del encuadre también suceden cosas, que la imagen no es toda la realidad.

Sacar a alguien de sus casillas no es más que liberarle de sus limitaciones, romper los muros civilizatorios que le encierran y dejarle ser lo que también es. Significa una liberación imperdonable a los ojos de la gente de orden, una descarga inadmisible para quien piensa que las cosas son como son y que la realidad es controlable. Pero todos sabemos que las casillas son un peligro, que son excluyentes y no permiten el contacto directo; que sus muros operan como cristales de una ventana que, acaso, dejan ver pero aíslan y reducen lo existente a lo visible. El cristal es una protección contra la intemperie, una pantalla que nos separa de la realidad. Ella allí, yo aquí. En ese sentido, la elección de la sala en la que Bracho ha colocado el dibujo es ilustrativa. La exposición le impone un lugar en el que no se encuentra a gusto, le coloca tras el cristal, cuando su “elan vital” le impulsa a cruzarlo. Así, el espacio expositivo opera como ordenador, estableciendo unos límites que ya hace tiempo que el arte no quiere asumir. La lucha entre el orden y el azar está servida, cada uno con sus armas y sus estrategias de poder, seducción y cinismo. La realidad es que el gran problema del arte actual es sobrevivir tras el cristal sin ceder la experiencia del afuera.

Art is not what used to be. A text of Juan Botella for the catalogue The bridges of vision. MAS. Santader. 2007
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Put so baldly, this affitmation can, and should, be taken at face value even thought it is often used by those of a nostalgic bent to invalidate the artistic production of the present.

Nevertheless it is worth giving some thought to an observation that, depending on who makes it, can be taken either positively or negatively. Here, at the outset, we must make it clear that we take it positively. But those who take the opposite line have their arguments even though they rarely expound them since to do so would put them at risk, would show them up and leave them without clothes, exposed to the elements, vulnerable to attack and in danger of losing that security that they have striven so hard to attain and wich allows them to maintain the distance and anthropocentric authority on which the western conscience has based itself, especially from the Enlightenment onwards. Thus their dislike of the artistic production of the present betrays a line of thought which considers the work of art as a special act of creation, something which stands out above the rest, a superior form of expression which participates in something we could label as “sacred”. The work of art is thus cut off form other things in much the same way that the divine is different, and separate, from the human. Concomitant to this, the work of art is treated with veneration as, indeed, is its creator. The artist becomes someone special, a hero with the ability to transcend the limits of the mundane so that the wiewer humbles himself before him and meekly accepts that art is what the system say it is.

But the problem arises when the system, and this exhibition is part of that system, puts on work by someone like Juan Carlos Bracho. To begin with, none of the conventional artistic norms to which the viewer is accustomed, since the system has dinned them into him, are complied with: there is no permamence since the wall wil be painted over at the end of the exhibition and Bracho’s work will thus disappear for ever; there is even ambiguity as to what constitutes the work; is it the pattern one sees on the wall or the act of painting it which happened two weeks before the exhibition opened; again, the pattern on the wall has no meaning, it is merely the results of a combination of certain repetitive movements; there is no canvas, no paper, merely the wall itself; yet the work itself is accompanied by photographs that stretch out its limits and yet beg the questions as to whether they, themselves, have any artistic merit of are mere commentary on what is drawn on the wall.

To settle these doubts, one should go back to the title and recall the positive sense of the expression “art is not what it used to be”. In that expression there is a clear distinction between the present as encapsulated in “is” and the past of the “used to be”, a caesura or division in the rational approach to assessing reality which allows us to dominate it, understand it and handle it. But a century has passed since Einstein propounded the Theory of Relativity and, in a few more years, it will also be hundred years since Bergson demonstrated that the packaging up or division of time is not so much feeble-mindedness as a lack which has consequences on our perception things. And, curiously, this concern with perception, which draws the viewer fully into the work, is the key to the artistic development which began in the middle of the past century and which, to a large extent, is still going strong today. Everything began in the 1960s with Pop and Minimal, with the last of the two drawing art from its quasi-metaphysical niche and, paradoxically, brinding it closer to an ever more detached viewer who was addressed with greater directness.

Mearlaeu-Ponty and Bergson are two French philosophers responsible for the deanthropomorfication of perception. Their approach was to posit a perception that eluded the the psychological subject and his behaviour and, instead, to stress the reflective character of the human being who only perceives in the world. The consequence of this approach is immediate: perception is an action which depends on the world of art, make totally comprehensible the concern for lifting the mask from this situation. Thus, to go back to the more mundane, everyday world or to reality, to the work of art as an object viewed by the viewer, the work of art merely consists of an object perceived in relation to its situation which is to say that it is not a stable, consistent object of immutable charactersistics bu is dependent on circumstances not under its control and pertaining to the psychology of the viewer. Hence, viewed in this light, many of the definitions of art that we hear at present are not so exceptional: “what the artist does”, “ what one sees in museums”, “whatever the system says about art is art”, etc. Thus from the seventies onwards there is a tendency for art to find its way out of museums and art galleries (Minimal, Land Art, Conceptual …) or to try a different approach, as we find with the work of Juan Carlos Bracho, and rip off its mask. In this instance, the wall of the Gallery is more than a mere support for the work, it, in itself, is the work which come into being thourgh the artistic act that the pattern brings out and that was heretofore hidden, its mateial existence, the memory of its being built – all this, its imperfections included. In this way we can conclude that the pattern is meaningless and yet it serves to present the wall, to bring out the wall’s potential and thereby fulfil completely what Bergson said about representation being incomplete since it cannot deliver the reality of what it represents but merely that of its context.

Therefore, if there is no representation, if what we have left is a presentation of the real, of art which considers itself its own object, which Bracho’s kind of art, then all he has to do is to present himself as he really is: a doing, a building, something which takes us back to Bergson and his philosophical thoughts about time. Fot the French philosopher, being is neither stable nor static, as we have been told from the Greeks down to Nietzsche. Being is becoming, a continuous evolution that kicks off from what he termed “élan vital” the impulse behind all life.

The gestual repetition with which Bracho has created his pattern maintains a profound relationship with this concern about being-as-becoming in that change and difference become the dominant question. And, according to Deleuze, who has bent his mind to the eternal Nietzschean return, it is repetition which constitutes the difference, not habitual repetition but rather one that breaks away from habit and from a self under the thumb of finding similarities. It is that which is free of conditioning, pure difference. We find ourselves, therefore, faced with the free act, with freedom itself, something chich Kierkegaard would have said, is pointed to the future, to what is new.

Art is not what it used to be but that is because the viewer is no longer what he was. Being is not longer what it was. Being, the viewer and art are doing, an act fixed in time. Note that the gerund (doing) is an impersonal term and if were to prefix it with an “I am”, that doing is mine and not the artist’s. The artist belongs to the art, not vice versa. Art has its own “élan vital” so it should not bother us that when Bracho creates a pattern he has no preconceived ideas as to how it should turn out, in his work there is no will, no pre-established image.

Thus it is quite appropriate that Bracho should append some photographs to the pattern he has made. Their contents, at the some time, are the pattern and yet they have nothing to do with it. The answer is simple: the photographs give a temporal bracketing, they fix at a given moment in time what was, in fact, a process, they cut and halve time, they are an image. And images, as we know, are weak and never capture the fullness of reality. The image is an impoverishment because reality is truncated by it, its development blocked.

Setting up this interplay between process, result and image in one way of making things clear, of forcing things to come out in their true colours: art as doing, results as contemplation and image as consumption. And, as Roland Barthes comments, the punctum of the photograph is “this is what happened, one would have to accept that what photographs show is not what is but what has been done and is now in the past, From that perspective photographs are the best type of exhibit for a museum or an exhibition, they are ideally adapted, in a way that a “doing” is not, to the function of the exhibition space. Doing, by contrast, does not fit in well wth spaces that lack flexibility and that reduce the doing to a rigid environment and a fixity of coordinates. Doing is change, it resists being boxed it is free – the very moment the hand appears it ceases to be. Admittedly an imprint, a trace is left: the pattern on the wall. But this trace has nothing to do with the doing and neither do the photographs.

Doing cannot be exhibited. It is never there and that is what make Bracho’s exercices intriguing. Because, in his own way, bracho is telling the museum that it cannot exhibit art, that all that pretentious, temple-like paraphernalia, its sacred precincts, are meaningless and if it retains some meaning it is only because of the rites makes its appearance. And the believer/viewer is told that he has come too late, that the doing has already happened and that what is left is merely the result. He is told that, far from entering a sacred place where he will meet a god, he can expect nothing more than a simulacrum of what is absent. What he will really see is the wall of a room that has become real and, on the wall, a “virtual reality”, Bracho’s pattern.

This “ virtual reality” transcends representation. It makes no attempt to imitate, reproduce or simulate reality, In “virtual reality” there is no artifice, because artifice copies or imitates reality, but rather a simulacrum where the mediatic representation precedes and defines reality and outlines a new topography of sorroundings preceived as reality. Museums an big exhibition spaces function as a medium, something which interposes itself between the reality of art and the viewer something which conditions the viewer’s perception. They concede recognition, they determine what is considered art. Nevertheless, if we have already demonstrated that art as “doing” cannot be exhibited, we have to acknowledge that in this exhibition, as in maby others, we are faced with the paradox that we are presented with works or art which, precisely, reject this definition or themselves. Art enters the museum wherem in order to expose a lie, as Bracho’s work aims to do, it tell us that what we see is not what it seems but, quite simply, a figment of the imagination. And what museums and big exhibition spaces do, what art in general does, is absorb the hostile entity and neutralise it by depriving it of its reality, by making it virtual. By contrast Bracho’s work has conferred reality on the Museum, or the room where it figures, by what he has done to a wall. He shows it up for what it is: a space that was built with the sole purpose of enclosing the unenclosable.

Art as doing is escapist and, Houdini-like, it will wriggle out of the chains that pin it dowm. Thus Bracho’s drawings seek to escape from their walls and set out in whatever direction they can, dissolving, in the process, the traditional two-dimensionality that has characterised drawing in the past an expanding into a continuous movement which is resistant to the imposition of limits or to the fragmetation of life that is inherent to measurement. Art as doing defies Newtonian physics which divided time up so as to permit the measurement of the speed of movement. Art as doing is closer to Einstein’s physics where time is merely another coodinate os space; together they form the space-time continuum in which doing happens. We thus find ourselves in a fourth dimension, one of time, which revolutionises everything we had been told about the immutable, an it is this dimensions which makes walls move, as Bracho has done in some of his projects, or means that his drawings leave their niches. Doing cannot be put in frames as we see from the photographs of the video where a tennir ball bouncing off a wall draws a pattern, or in the photographs that, on unfolding the desing, we find having a life and existence beyond the immediate borders or the work. The image, i short, is not the only reality.

Drawing people out of the mental niches which they inhabit is merely a way of freeing them from their limitations, it breaks down the man.made walls that enclose them and lets them be themselves. For the more conventional, such a liberation seems scandalous, a transgression perpetrated against those who think that things are what they are and that reality cannot be controlled. But we all know that these mental compartments are a danger, that they exclude reality and hamper direct contact with it; that their walls are like panes of glass in a window in that you might be able to see through them but which limit existance to what is visible. Glass protects us against the elements but, at the same time, it cuts us off from reality. It is out there ad I am here. In this respect, the room where Bracho has drawn his pattern is well chosen. The exhibition has allocated him a space where he is ill at ease, he is trapped behind a glass pane which his “élan vital” pushes him to break through. Thus the exhibition sapce tidies him into a space and imposes limitations on him that, for some time now, art itself has come to reject. The struggle between order and chance is now out in the open and both have their weapons, their power strategies, their seduction techniques and their cynicism. What the art of our time is truly up against is how to live behind glass without losing touch with the life beyond it.

la experiencia a través del dibujo / Laura Acosta

La experiencia a través del dibujo. Un texto de Laura Acosta para la revista MUSA. Sevilla. 2008
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Contrasta Juan Carlos Bracho con su obra. Contrasta la sutileza con la que nos envuelve en atípicas situaciones espaciales y sensoriales, con la contundencia de su juicio y la clarividencia de su discurso crítico en materia artística. Su trabajo, a veces tímido y otras casi insolente, esconde el secreto propio de un creador convencido de que, sólo haciendo lo que hace, puede entender aquello que a su razón escapa. “ El arte no es, o no debería de ser sólo evasión y mundos llenos de fantasías, sino una herramienta útil e imprescindible que nos ayuda a ser conscientes, estar alertas y ser críticos con lo que nos rodea y con nosotros mismos”, revela Bracho.

Tremendamente consciente del sector en el que su perfil se enmarca, este andaluz entiende el mundo de la creación como una epidermis que debiera subyacer bajo las estructuras propias del ser humano. Así, nos comenta sin afecciones que para lograr que el arte sea algo más que un mercado de valores, “hace falta un esfuerzo de todos: de los agentes culturales, artistas incluidos, por mostrarse más comunicativos y menos ensimismados, del espectador que no siempre es receptivo, y de las instituciones que deberían mostrar un apoyo sincero”.

No es muy habitual encontrar artistas jóvenes que pisen tan sólidamente la tierra. El poco coleccionismo, las escasas galerías comerciales dispuestas a arriesgarse, los partidismos y, en general, las cuotas de poder que hay que pagar, son algunos de los vicios que acusa el gaditano en el mercado del arte, no sólo en Andalucía. A pesar de todo, se siente optimista y considera que el mundo del arte es “una cuestión de esfuerzos, de dedicación, de entrega y compromiso y hay que entender desde bien pronto que aparte de tener un buen trabajo y saber defenderlo, un artista emergente tiene que hacer labores de promoción y gestión, que indudablemente son importantes y necesarias, en definitiva profesionalizarse”.

Por todo esto, considera vitales iniciativas como el espacio Hangar, en Barcelona, donde estuvo becado como artista residente. Tan combativo como respetuoso, Bracho confiesa que Hangar se ha convertido con el paso del tiempo en un espacio de referencia para su trabajo. “ Hangar facilita el acceso a muchos artistas que sin su apoyo no tendrían la posibilidad de desarrollar su labor. Casi todos mis trabajos de taller los he desarrollado en sus instalaciones y actualmente estoy preparando la grabación de un nuevo video y estamos trabajando en el desarrollo de un proyecto que quiero llevar a cabo el próximo invierno en Canada”. Con la misma estima habla del Programa Iniciarte que le acaba de conceder uno de sus más jugosos premios, y considera sinceramente que “ los premios siempre ayudan a la difusión de tu trabajo y este en particular, pro su cuantía económica, tiene un valor añadido. Además el premio incluye una exposición producida por la Consejería en el nuevo Espacio Iniciarte que es estupendo y un reto en el que estoy trabajando actualmente”.

Su propuesta artística nos adentra en un juego inteligente, interrogantes sesudas que nos dejan desnudos ante nosotros mismos. Aunque su labor creativa pueda parecer a veces contenida y se encapsule en un exceso de metodismo, grita más que si tuviera expresivos colores o formatos extravagantes. Grita y se desgarra tratando de entender los caprichosos parámetros que provocan que diferentes mundos confluyan con mayor o menor teatralidad o naturalidad, en un mismo espacio de interpretación. Para descubrir la solución, tenemos que hacernos muchas veces la misma pregunta ¿Qué es eso que veo y que significa? La respuesta está en el que mira. Con tal elegancia que es hasta difícil percibir, el artista se retira a tiempo y precipita la búsqueda del espectador en sus experiencias y vivencias, en sus memorias y códigos de representación, en su universo emotivo y sensitivo. “ Es el público quien lo activa todo, la pieza más importante. Yo me puedo pasar horas dibujando, pero es una experiencia mía, que difícilmente puede extrapolarse porque es un trabajo muy físico. Es trabajo, nada más, ese es su valor. Lo que ves es lo que tú proyectas, la intensidad de tu experiencia dependerá de la aptitud a la hora de enfrentarte a una imagen que te interroga sobre tu propia manera de mirar y de interpretar tu bagaje visual y emocional. En definitiva es poner en evidencia nuestros mecanismos de codificación de la imágenes”.

Juan Carlos Bracho se expresa a través de lo mínimo, se mueve en terrenos intangiblemente efímeros y subjetivos, trata de poner al público ante un espejo, donde sólo podremos encontrar tanto como estemos dispuestos a dar. Nada de ornamentos que desvíen la atención, ningún elemento que no sea puro y necesario. La experiencia a través de la experiencia, más allá incluso del arte. Y su mejor herramienta para tal viaje es el dibujo, el gran aliado de una mano inquieta, pero también “una rubrica, una forma de posicionarme, una reivindacación del trabajo, del esfuerzo, y del valor del compromiso ante las cosas que para mí son importantes. El dibujo es un medio versátil, flexible, al alcance de la mano, económico. Es un proceso que puede ser muy dilatado en el tiempo -calculado o metódico- o un gesto rápido e intuitivo”. Sólo hay que ver sus monumentales trabajos para dar por hecho que, además de aprender con él, Bracho disfruta lúdicamente con el grafito. Proyectos como Félix y su amiga F, Otra historia, Un hecho real, The celestial omnibus o Películas de mi mísmo, ponen de manifiesto la tremenda concentración y acto de disciplina que, no sólo físicamente, sino también mentalmente, el artista tiene que llevar a cabo cuando se enfrenta a su trabajo.

El dibujo es utilizado como herramienta para la experiencia, o, en palabras del artista, “ como un espacio conceptual generador de ideas”. Al igual que grandes figuras del arte conceptual como Sol LeWitt, Juan Carlos entiende que la esencia del arte reside en la intención del concepto y no en la apariencia que adquiera el objeto. En cambio, a diferencia del primero, que investigó a través del dibujo la relación de figuras geométricas concretas y reconocibles, Bracho se enfrenta a un gesto repetitivo y banal, obsesivo, sin definir, que se transforma poco a poco en una imagen en expansión. “Si que existe un tipo de trazo ya definido de antemano, un formato preestablecido, que en mi caso es importante para no perderse. Pero el resultado final, el dibujo, su estructura interna pertenece al propio proceso, es azar, que en conjunto configura una imagen abierta a múltiples interpretaciones”, nos confía el artista.

El proyecto para el Centro de Lectura de Reus, realizado en 2003, significó en la carrera de Juan Carlos un punto de inflexión y es quizás el trabajo que más se sale del resto de su producción. Después de siete años colaborando con la artista Julia Rivera, Bracho se enfrentó a este trabajo que afirma le sirvió para concentrarse en su obra y para ubicarse y posicionar sus miras hacia nuevos objetivos. Durante dos semanas estuvo dibujando con cinta adhesiva el plano del edificio a escala. Su propuesta fue la de girar 14 grados en planta los planos del Centro re-creando un espacio alternativo dentro del ya existente que dejaba en evidencia las relaciones impersonales que llegamos a tejer con nuestros entornos más cotidianos, Como el afirma, “revelar la arquitectura y el recorrido como experiencia estética fueron mi punto de partida en el Centro de Lectura, ya no se trataba de adaptar un modelo, y ver lo que sucedía, sino de generar un diálogo con el propio edificio”.

Desde entonces, hay un sitio en su obra para la representación cartográfica, elemento contextualizador de otros discursos ya integrados en su escena artística. A Bracho le apasiona adentrarse en experimentos que dejen al descubierto los diversos diálogos que un espacio conceptual es capaz de generar dentro de uno físico y viceversa. “ Se trata de estar atento a todas las narraciones paralelas, y a las posibilidades transformadoras que las ideas pueden tener al ser llevadas a la práctica”, comenta. Para él, la cartografía simboliza una manera de fijar unas coordenadas, de delimitar un espacio y un ejercicio que nos obliga a realizar un sondeo y tomar conciencia del tiempo y el espacio que habitamos. Muchos de sus proyectos y acciones son fotografiados, incluso grabados, mientras se llevan a cabo, y es a través de ese material, donde Juan Carlos encuentra nuevas relaciones y actuaciones, nuevos significados que se han generado por azar en ese proceso de desarrollo conceptual y espacial. Siempre está dispuesto a que el espacio original vaya mutando y transformando los elementos que allí habitan. El material fotográfico de Películas de mí mismo, por ejemplo, muestra “ una escenografía siniestra donde los objetos que vemos nos hablan de personajes ausentes y de acciones que no sabemos si han ocurrido o están a punto de suceder”.

Aunque ya se atrevió en su proyecto Donner c’est aimer, aimer c’est partager a introducir sutílmente un rojo intenso, el proyecto más especial que tiene a la vista es “lanzarme al color”. Explosiva mezcla la que este Bracho nos prepara.

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un paisaje cegador dibujado a línea / Óscar Alonso Molina

Un paisaje cegador dibujado a línea. Un texto de Óscar Alonso Molina para el catálogo Juan Carlos Bracho. El dibujo como experiencia 2003/2006. Madrid 2006
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El paisaje es para mí la forma más abierta, la que menos cargada está de contenido, con la posible excepción del monocromo.
Michael Biberstein

Título[s]. (Todo lo que yo sé -de él-).

– Un paisaje cegador dibujado a línea- Línea de horizonte abatida
– Donde la mirada queda afuera: paisaje
– Inversión del ciclorama
– Paisaje erosionado/borrado
– Lluvia, vapor y velocidad
– Borrando la vista con el aliento

Se sube el telón [muro intervenido] y aparece el telón.

[Bajo semejante paradoja textual la obra de Juan Carlos Bracho indaga con perversa agudeza en torno a los límites de la clausura de la representación, obligando al texto a decir desde el principio su propio final. De este modo, la obra es una confesión arrancada a la fuerza –aunque, quizá, más en el sentido de prematuramente que con el de violencia- de aquello que, tarde o temprano, devendrá manifiesta apariencia en el espacio escénico. Ojo sin párpado el del espectador aquí, para el cual no existe el descanso/refresco del parpadeo, registrando todo sin la estroboscopia necesaria para que la visión se perpetúe en el tiempo de la mirada. Según el precepto clásico, en su perfección conceptual la idea no necesita siquiera ser vista por o con los ojos –dibujo-, bastando contemplar su disegno interno intelectivo; no obstante, Juan Carlos Bracho ha convertido su obsesiva constancia, la ejecución parsimoniosa y mecánica de sus trabajos en un reflejo exacto pero inverso a este ideal.

La obra se consuma al tiempo que se consume; esto es: se subsume en su propio desarrollo, prescrito desde el principio y determinado por un destino irresoluble desde el mismo arrancar de la historia; aquí, para sorpresa del espectador, título e índice –primera página- coinciden íntimamente, tanto entre sí y como con el propio texto donde se despliega la acción. ¿Y los actores? Los actores son también internos al lenguaje que dice la cosa en sí, como en la paradoja visual (el trampantojo y la tautología: Escher, Vasarely, Kosuth), o en el nominalismo a ultranza de los minimalistas (el mítico “lo que se ve es lo que se ve” de Stella en 1964). No hay, pues, actores detrás de los personajes; el rostro de ambos coincide en un interfaz leve, apenas distinguible, que nos obligará a rastrear su presencia a partir de los gestos mínimos de una teatralización conceptista, distanciada y ambigua, llena de matices en apariencia sin diferencia.

Recto sin verso; desglose laminar del volumen –espacio en positivo-, de la acción, del cuento, del tiempo. El telón inaugural ha cortado en dos el plano del infinito -¿una Anunciación?-, provocando el acontecimiento sin espesor característico de la estética, reducido a estas facetas radicalmente planas, unidimensionales sobre las cuales va a girar nuestro comentario. Sólo el deseo de consumar una acción imposible se/la vuelve absolutamente imprescindible.]

Preludio

Con estas premisas, “el artista que debe aprender a hablar la lengua de la Naturaleza” -nuestro actor-, exclama justo al comienzo de la representación, de espaldas al auditorio, frente a un escenario vacío, según la cita de Carus:

¡No poder terminar
es lo que te engrandece!

El drama ha comenzado.

Acto Primero

La línea de horizonte se contrae en un punto -¿suspensivo, final? (quizá no haya entre ambos tanta diferencia: según Gracián, “no decir nada puede significarlo todo”)-, y tras tal Big-Crunch se despliega de nuevo la acción y el tiempo se desencadena una vez más, como sospecha la astrofísica. Espacio de la ambigüedad, el silencio enunciativo en la obra de Juan Carlos Bracho es también la apertura de la obra a recibir continuas interpretaciones más allá de la literalidad minimalista de la que parece tomar impulso originalmente (fusión de las líneas de horizonte interpretativo en el diálogo que promulga la hermenéutica). Como una pantalla de proyección vacía sobre la que se deslizaran toda suerte de imágenes desvaídas, casi a punto de desaparecer –arrastrando consigo el fondo de la representación-, fondo y forma se debilitan en su obra, obteniendo de este efecto una de sus cotas más altas de intensidad.

Por otro lado, qué insistencia más peculiar la suya en obligar a la cámara a mantenerse en paralelo con el plano del muro, y a este a recibir, como una epidermis, rallados y rebotes interminables, y a estos a provenir de un mundo exterior invisible del cual se escapa ocasionalmente el protagonista. Incluso en su desplazamiento de unos pocos grados de un edificio con respecto a su planta, su primer trabajo en solitario después de la ruptura del equipo que formaba con Julia Rivera desde 1995, el deslizamiento es pensado y visto fundamentalmente a través de una mirada abatida (planos, vistas en picado). La distancia más corta entre dos puntos es una línea recta, se titula esta obra de 2003, no sin cierta ironía metalingüística y, quizá, un comentario privado a su propia situación profesional como artista que empezaba una nueva andadura en solitario.

[Este juego de espejos en paralelo, donde la imagen queda atrapada sin poder escapar a su propia circularidad –de forma cada vez más acelerada-, diríase una de las condiciones primeras de la representación manierística que podemos observar tan a menudo en los trabajos del artista. Por cierto, que de ese Maelström sólo la figura del contradicitore parece salvarse, girando la vista hacia el espacio fuera del cuadro, reclamando la complicidad de un mundo distante y sus espectadores, poniendo en práctica una estrategia contraria a la de los personajes de espaldas sumergidos en el espacio escenográfico del romanticismo y que Juan Carlos Bracho ya ha empleado en bastantes de sus obras.]

Acto Segundo

[Toda la obra se representa a partir de voces en off. Movimientos, gestualidad y posiciones del cuerpo se declinan de una prodigiosa dicción de los protagonistas, cuyo papel es más bien el del doblador. La representación es única, las voces se dispersan en las corrientes de aire del teatro, no queda nada escrito: la presente transcripción parte de “la sombra del viento en la hierba”, del más bello de los dibujos imaginables (Duchamp). Las intervenciones murales a partir de miríadas de líneas, rebotes o tachaduras de Juan Carlos Bracho son otro tipo de sistema notacional imaginario. ¿Cuentan micro-historias? Pasen y vean estos susurros.]

– El Dibujante [solo, frente a la pared en blanco, de espaldas al patio de butacas. De sus manos crispadas han caído en el primer momento los lápices y el cartabón]: ¡Nos deshacemos, nos deshacemos! ¡Cuerpo a tierra! No hay tiempo…

– El Arquitecto [de lejos, junto a El Filósofo y La Mujer, en grupo aparte de El Pueblo]: Sigue en medio de la batalla…

– El Filósofo: Acabará extenuado, alguien debería borrar ese dibujo de su mente.

– La Mujer: Busquemos a El Mago; él podrá devolver la cordura a sus ojos, la claridad a su cabeza, el pulso a su manos. Nunca antes lo había visto así. Lleva días en este estado; ese diabólico dibujo se alimenta de su cuerpo y terminará con él, con todos nosotros. No puedo soportar oírle gritar un minuto más.

– El Dibujante: ¡Ni un paso atrás! Firmes. Firmes he dicho. [Pausa] ¿Bellona? ¿Victoria? Dios mío, nos tragará a todos. ¡Nos deshacemos! Esperad un poco más…

– El Filósofo: Id a hablar con él, amigo Arquitecto, a mí ya no quiere mirarme siquiera.

– El Arquitecto [acercándose lentamente]: Maestro, atendedme: por favor, deberíais descansar al menos una noche. Ese dibujo vuestro…

– El Dibujante [cogiéndolo de la mano y arrastrándolo con él al suelo]: ¡Agachaos, insensato! ¡Cuidado de nuevo! ¿Queréis perder la cabeza? Aquí vuelve…

– El Arquitecto: Pero maestro, por favor, escuchadme. Habéis de dejad ya esas quimeras y volver al mundo donde siempre se os ha querido y admirado. Os consumís, os disolvéis delante de esa pieza inmarcesible. Mirad la cara del pueblo que nos rodea, la tristeza de vuestro mejor amigo, el llanto de la mujer que os ama. ¿Dónde habitáis desde hace ya tantos días que no os es menester ni una gota de agua, una risa amiga? Volvamos a casa a descasar, os lo ruego.

– El Dibujante [como, recordando de pronto algo, se gira hacia su interlocutor, ofreciendo por primera vez un medio plano de su rostro; en voz muy baja, apenas audible]: ¿Has dicho agua?, ¿risas? ¿¡Más queréis!? ¿No os parece suficiente esta tempestad que nos arruina con su furia y las horrísonas carcajadas que la animan? La Naturaleza entera ha estallado en pedazos, los contrafuertes del mundo se desploman sobre nuestras cabezas y tú me pides que beba y ría al amparo del techo de mi casa, de ese mísero hojaldre que un día levantaste para mí. Has perdido el juicio, Arquitecto, o quizá lo das ya todo por perdido. Únete a mí; ayúdame a hacer frente a esta fuerza sobrehumana; tu cabeza de técnico me será de mucha más ayuda que la de ese especulador de quimeras. ¡Bah!, verboso filosofante, papagayo vacuo. No lo necesito, entorpece con sus palabras interminables cuanto emprendo. Tengo que llegar al blanco por el blanco, al exterior por el camino del exterior, contener la furia entera de este Universo ingobernable…, pero mi cuerpo se minimiza a cada intento, diluyéndose entre torbellinos de vapor y destellos a cada vez. [Sollozando] Dame un cuerpo de pautas, Arquitecto, no de palabras. Dame una razón formal cierta para mi  propia forma, yo me encargaré de añadir un estilo perfecto en la lucha; no necesito más. Una maniera, eso es, pero devengo consunción, afasia… me diluyo hasta desaparecer delante de esa escena que preveo. Quiero dominar el mundo con mis manos [busca y recoge los lápices y el cartabón caídos a su alrededor]. ¿No es locura esto en un dibujante, verdad? ¿O también vos venís a llamarme loco? [Pausa] Mira, escucha…

– La Niña Sabia [jugando entre El Pueblo]: Que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva…

– El Dibujante: ¿Es también locura la cuerda de esa cancioncilla? Esa criatura está anegada por un agua tan apasionada como la mía y, sin embargo, pasa rozando vuestra capa sin provocar en vos más que una sonrisa. ¿Queréis más agua, más risas, decís? Dejadme, si no voy a teneros a mi lado dejadme solo [se levanta bruscamente, girándose de nuevo de espaldas]. Llamad al hacedor de jardines, que venga rápido, lo necesito. Es imprescindible en mi plan.

– El Paisajista [adelantándose entre las gentes de El Pueblo]: Aquí estoy, señor.

– El Dibujante [sin mirarle]: Decidme, ¿qué veis aquí?

– El Paisajista: ¿Dónde, señor?

– El Dibujante: ¿Dónde? Aquí [alzando un poco los brazos y moviendo las palmas de la mano abiertas delante del muro blanco], delante de mí y rodeándome por todos lados; girando ante mi vista como si el orbe entero desaguara en un punto fijo, inmensamente grande, asombrosamente pequeño, profundo y brutal y fascinante y necesario. ¡Por Dios bendito!, tus ojos, más sensibles y educados que el resto, ¿tampoco quieren ver nada? Aquí, ¡aquí!, justo aquí [señala a un punto en la pared a la altura de sus ojos], y allá arriba, sobre nuestras cabezas, dilatando sus pliegues, mostrando facetas infinitas, abrumándonos con… [Pausa. Sollozando, de nuevo] Es inútil… Cómo podrías disimular, mirar hacia otro lado cuando la punta de su ala se apoyara sobre tu cabeza. Así lo veo. Y el peso es insoportable. Todo lo que es o existe ha de manifestarse, y lo hace a través de las formas y sus mutaciones; tus jardines bastarían como buena prueba de ello. ¿No hay una fisonomía de las montañas reducida en su interior, capaz de reflejar el todo por las partes, como lo hace cada uno de los fragmentos del espejo roto? Los senderos que los atraviesan, ¿no resultan expresivos al paseante, recordando en su merodeo a través de las formaciones la mirada científica y artística, la posición civilizada de su presencia allí en medio, como un hito en referencia a ese “paisaje clásico” que nadie ha conseguido cristalizar? Los arcos y parterres que allí distribuyes como una “mística pequeña”, ¿se quedan luego en silencio alguna vez? Dime, jardinero, la “”Iglesia de la naturaleza”, ¿sólo te habla a través de su cara visible, nunca antes?

– El Paisajista: Antes, señor, la bóveda celeste, con todo cuanto contiene, me habla en pequeño de disposiciones posibles, inéditas y consoladoras, propicias a adaptar su seno para cobijar de nuevo al hombre; pero vos me aterráis con un flujo inmanejable de sensaciones, batallas sin ámbito con sus centros permanentemente fuera del plano del cuadro. Vuestra tectónica me da miedo y se escapa a mi entendimiento como lo haría a mi sensibilidad en caso de que llegara a alcanzar mis sentidos, y basta el reflejo de sus efectos en vos mismo para asquearme. Quisiera poseer la lengua de la nanas… de la nada. “Comienzo a desear un lenguaje menor, como el que los enamorados utilizan entre sí. Un lenguaje de palabras rotas, apenas articuladas, como el sonido de pasos en el pavimento” (Jabès).

– El Dibujante: “Sencillo es el laberinto en la letra más simple…”

[El Arquitecto, visiblemente entristecido se levanta y retira]

– El Paisajista: Lo es, sí, pero mi oficio también los levanta para solaz de quien en su seno se adentra, pues se ansía reposar en su caracola, a la sombra, como sobre una mejilla. Yo mismo gozo de cierta fama en el bizarro diseño de sus entrañas. Pero habitar el laberinto es perder la referencia de la línea de horizonte, vivir en un mundo abatido. Vuestra mirada se da de bruces contra ese muro inmutable, impenetrable. Vivís el fin del mundo y vuestra estética es totalitaria: enfática en su debilidad; exagerada en la repetición infinita de los gestos más humildes; grandilocuente en su apertura; rimbombante en su acumulación de matices que no se pueden dejar de observar; lejana a todos a pesar de las apariencias…, ensimismada, sin verdaderos referentes, efectista. Os desprecio y me dais lástima, amigo dibujante, nada de vuestro genio ha servido para volver más habitable el mundo; vuestra vida es superflua, como vuestra retórica ornamental: vacía.

– El Dibujante [sigue de espaldas, ahora con los brazos caídos y la cabeza gacha, balbucea]: Yo…, pero yo, yo… “yo soy la dueña de mis sueños.”

Intermedio

[A modo de entremés aparece en escena El Bufón recitando una retahíla de citas alegres, entre las que sólo se recordarán dos de las primeras, a modo de metodología crítica y advertencia, respectivamente:

“La metafórica no se considera ya prioritariamente como una esfera rectora de concepciones teóricas aun provisionales, como ámbito preliminar a la formación de conceptos, aun sin consolidar. Al contrario, se considera una modalidad auténtica de comprensión de conexiones que no puede circunscribirse al limitado núcleo de la metáfora absoluta.”

“Por encima de este clímax ya no hay nada; en consecuencia, poner ante la vista lo extremo y último significa cortarle las alas a la imaginación, y, dado que ésta no puede elevarse por encima de la impresión sensible, significa tenerla ocupada en imágenes más pálidas que la que tiene delante.”

De este modo, el Witz se impone incluso en los espíritus más graves, la densidad emocional se diluye poco a poco. Nos olvidamos del porqué de nuestra melancolía.]

Acto Tercero

Entre el work in progress, todavía abierto, de Félix y su amiga F (2003-) y el recentísimo White horses (2006), diríase que nuestro artista ha propiciado un grado cero de enunciación por saturación, donde el impulso expresivo colma la mínima enunciación, tan pasusada y correcta, tan sujeta a los buenos modos, del primer caso. La ligera llovizna gráfica que empapa el paramento en sus trabajos más conocidos, como escurriendo por su superficie, se densifica en el segundo hasta llenar y blindar el vacío:

“Siempre he creído que en un dibujo el trazo negro de grafito que se funde por frotación sobre el papel me recordaba a una obscura sombra arrojándose en perpendicular sobre sí misma, absolutamente concentrada en torno a una única dirección. Luego, el delgado trazo de sombra cunde horizontalmente hasta escribir un sinfín de caminos laberínticos donde perderse. Negro sobre negro, porque, ¿cuántas capas de grafito metálico son necesarias para blindar la insidiosa presencia de la página en blanco?”

Se confirma, en cualquier caso, ese exceso gráfico que hilvana con tanta discreción la obra de Juan Carlo Bracho. Un modo muy particular de resolver los trabajos con enorme diversidad técnica pero manteniendo constante un resumen disciplinar que, incluso, puede leerse en sentido formal, pues todo se reduce a parámetros dibujísticos: desde la fotografía hasta la instalación, pasando por sus planteamientos más complejos a través de maquetas, o sus planos-secuencia en vídeo y cine. O desde el aire documental de sus propuestas a la obra formalista -cerrada y autónoma, ensimismada-; de la pieza única, cargada auráticamente, a su distanciamiento mediático; del enviorement a las artes tradicionales ligadas al ornamento; de la decoración al proceso, etcétera… 

Así, la arquitectura, cuyo germen es el mono, el croquis, el boceto, se diluye ahora en su estado final en un campo expandido en su interior. Despliegue barroquizante donde los límites se rebasan sin cesar entre categorías colindantes. De la mano, por cierto, del común de todas las artes: el disegno. En Dibujo para una sala rectangular (2004), no se puede ser más explícito, como ocurrirá poco después en Otra historia (2006). En ambos casos el círculo vicioso de la tautología (la maqueta que reproduce el espacio que acoge la maqueta, donde a su vez aparece la misma maqueta, que reproduce el espacio que acoge esa otra maqueta…) es como una escritura gráfica en espiral donde la punta del lápiz se clava en el centro, en un punctum (punto ciego de inervación donde el ojo no puede ver(se): esa gota de tieniebla…). No hace falta buscar otro origen al sentido ultimo del dibujo de Juan Carlos Bracho: en su escatología, a lo largo y ancho de estas obras siempre se encontrará un vórtex semejante, donde pivotan los proyectos sobre una base inaprehensible que, frente a lo culturalmente codificado, el studium, se destaca para conmover al espectador.

Friedrich aseguraba que la imagen debe “excitar espiritualmente y entregar a la fantasía un espacio para su libre juego, pues el cuadro no debe pretender la representación de la naturaleza, sino sólo recordarla.”El nivel de aceptación que se dé a tal aseveración condiciona el concepto de paisaje moderno, esto es: donde la mirada está afuera. La naturaleza infinita de las cosas es una condición que la modernidad impone a la relación sujeto-objeto, y desvela la esencia del género en la modernidad estética: “la relación entre hombres y Naturaleza no es diáfana, sino misteriosa.”También Juan Carlos Bracho es consciente que en este punto se juegan buena parte de las coordenadas de interpretación de su obra: “Todos los elementos que aparecen en escena hacen referencia directa al desarrollo temporal y programático del dibujo, no al trabajo como experiencia mística, sino más bien a una actitud y una posición de rebeldía y obstinación cuando todo a nuestro alrededor apunta a una aceleración desmesurada y vacía de la experiencia y la mirada.”

¿Habrá, pues, que entender estas piezas como un impulso contenido de la fantasía, una inversión del grotesco? ¿Exaltación por completo exangüe de lo sublime, o más bien, de lo sublime por completo exangüe? ¿Rastro del “temblor del tiempo” barthesiano? La mano que escribe/dibuja y borra al mismo tiempo un signo que significa algo y nada más allá de su propia materialidad. El caso es que, se nos anuncia en el programa de la obra, nada quedará del arduo proceso de ejecución, y el resultado desaparecerá tras la misma capa de blanco sobre la cual creció con primor y paciencia. Todo se borra: no hay nada que decir (Derrida), nada hay que ver (Baudrillard). Como en el espejo convexo del Matrimonio Arnolfini, ese ojo interno omnívoro de la escena que niega al autor material y lo traslada a una categoría ceremonial, la fotografía delata patéticamente una presencia externa al acontecimiento estético y lo incluye para su perfección: fuit hic. Quién lo ejecutó estuvo allí, lo vivió –esto es: vio la escena-, y da fe de ello mediante esta imagen… Pero el dibujo, con su condición ideal, inaugural, eidética, vive una posición paradójica, al ser al mismo tiempo salto a lo desconocido aún a pesar de sostenerse, como Juan Carlos Bracho, sobre un andamiaje de premisas y constantes; todo dibujante es “ciego”, según Derrida: en arte, donde la representación ha de enfrentarse a lo irrepresentable, “no se tata tanto de expresarlo como es […] sino de observar la ley más allá de la vista.”

Acto Cuarto

[El escenario vacío, el muro aparece completamente rayado, los restos de su ejecución por el suelo –Wouldn’t change a thing (2004)-. Sonido estridente de vencejos desde el techo cruzando el aire del teatro, como en un atardecer de verano madrileño. Entran La Mujer, El Filósofo y El Arquitecto]

– El Arquitecto [mirando el dibujo largo rato]: Todo ha sido consumado, y ahora apenas puedo contemplar su creación sin echarme a temblar. ¿Será nuestra época, el signo de un tiempo muerto? Él hablaba a menudo del advenimiento de una nueva era desde la cual nuestra civilización se juzgaría a partir de sedimentos y despojos; un tiempo otro, quizá feliz. Qué extrañas sensaciones… todavía oigo sus gritos, lo veo gritar gesticulando mientras sostenía firme el cartabón sobre la pared y trazaba estas rayas sin descanso. Era como si el fondo y las formas vivieran disociados, un juicio dividido. Casi no recuerdo cuándo lo empezó, ni siquiera puedo precisar el tiempo que lleva acabado. [Se acerca hasta rozarlo] Sin embargo, soy todavía capaz de leer sus fantasías como en un códice vivamente iluminado; hay partes enteras que conozco de memoria; mirad aquí: el sol se pone detrás de aquella cordillera, la niebla se levanta del valle y, en poco tiempo, cubrirá a ese par de ángeles que guardan con su oración el monumento funerario rematado por un arpa… Y aquí: un mar de hielo, justo al lado de esta japonesería deliciosa, donde las barquitas de vela se difuminan en un mar sin perspectiva ni medidas. No hay relato. ¡Qué prodigio de habilidad, qué magisterio, qué pulso! De una cabeza frenética y desordenada a este tránsito sin sorpresas entre los puntos más lejanos de la Tierra. ¿Y yo me hago llamar paisajista ante vosotros que visteis lo? Lo que daría por sostener siquiera cinco minutos un lápiz como él, trazar una sola de estas líneas… [Mira el suelo en torno suyo y busca algo. Reconoce el cartabón, se dirige hacia él y lo recoge para pegarlo a la pared, alineado a una de las rayas. Solloza en silencio]

– El Filósofo: Dejadlo ya, amigo, no insistas, lo que vemos no es más que un efecto. Sufrís el influjo de su dominio de la participación emotiva (Einfülung). El arte no está ahí, el autor ha muerto arrastrando consigo cuanto poseía, y no ha dejado sino una cadena de razonamientos enloquecida que limita la libertad del espectador, de vos mismo. Las fuentes, remontad a las fuentes y allí encontraréis la libertad; lo demás es beber en una copa prestada, demorar el verdadero juicio crítico. ¿Me escucháis?]

– El Arquitecto: Lo sé, Arquitecto, pero cómo escapar a esta seducción. Al susurrarme, historias proliferantes rasgan los velos de mi alrededor, veo más lejos que nunca, con precisión inusitada. Mirando este plano, cuanto me rodea se transforma incesantemente en jardines que nunca llevaré a cabo, grutas llenas de encanto que superan mi imaginación, meteoros de una época anterior a la huella del hombre, futuros también, y transformaciones, metamorfosis donde siempre uno de los extremos soy yo mismo… Mi ánimo y la Naturaleza se amalgaman. En este glaciar no siento el calor que me rodea. Cuanto deseo ha cristalizado.

“…gotas de rocío derramadas

desciendan y se escuchen persistentes

tan sólo cuando amaina la tormenta,

quizá el secreto laborar del hielo

las torne estalactitas silenciosas

cintilando a la luz de afable luna.”

– El Filósofo: La vida, los elementos, los dulces sonidos… todo eso no es sino el impulso que ha de llevarnos a la materia. ¿Cuántas ideas conocéis sin la forma del lenguaje?

– El Arquitecto: La de la belleza sin expresión (Lessing), que aquí me afecta. La palpo, ha dejado un rastro oloroso, todavía tibio; recuerdo incluso el comienzo de su aparecer. Hay algo maravilloso que no puede ser dicho.

– El Filósofo: Tampoco podrá ser mostrado.

– El Arquitecto: Es cierto, sólo recuerdo un principio y luego… es ahora.

– El Filósofo: Entre medias habita lo terrible, aquellas tempestades de nieve entre las cuales se dibuja a ciegas. Sólo el duermevela; nunca la vigilia, menos aún el sueño. La muerte…, quizá fuera aquel ala de peso insoportable de la que hablaba a menudo nuestro amigo en su delirio creador de quimeras. Yo no conozco su nombre, y mi escuela lleva siglos proponiendo una combinación afortunada que lo encarne, haciéndolo por obligación presencia cierta. En verdad, he de confesar que lo creo un esfuerzo inútil. Empiezo a estar cansado. Describir, eso es, describir para ahorrarnos las dudas. [Pausa. Dirigiéndose de nuevo a El Arquitecto, quien permanece extasiado recorriendo el dibujo con la cara pegada a la pared] ¿Qué ves ahora?

– El Arquitecto: Nos veo a todos nosotros en una escena llena de acordes: se avecina una tormenta, ruinas al fondo, la vegetación, las frondas, la humedad bajo nuestros pies descalzos; el vino y los besos han hinchado nuestros labios… La Mujer, ¿dónde ha ido? Allí está. ¿Qué mira?… no puedo leerlo desde aquí.

– La Mujer [se acerca y observa con curiosidad donde él tiene fija la mirada]: Et in Arcadia ego…

[La Niña Sabia cruza el escenario cantando su canción. Se detiene en silencio justo en el centro del escenario. Mira desde el borde de la orquesta todo el dibujo durante unos minutos. Después, acercándose, saca una goma del bolsillo de su delantal y comienza a borrarlo poco a poco mientras canta de nuevo. El Arquitecto y La Mujer contemplan la escena, El Filósofo hace mutis. Aumenta de nuevo el piar de los vencejos inundando el teatro. La luz se tiñe progresivamente de rosa, naranjas y rojos hasta el negro, como en un anochecer]

Cae el telón [muro en blanco] y comienza la representación.

Óscar Alonso Molina [Madrid, abril-julio de 2006]

A Blinding Line-Drawn Landscape. A text of Óscar Alonso Molina for the catalogue Juan Carlos Bracho. Drawing as experience 2003/2006. Madrid 2006
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In my opinion, the landscape is the most open form,  the least loaded with content,  with the possible exception of the monochrome.
Michael Biberstein

Title[s]. (Everything I know — about him).

– A blinding line-drawn landscape
– Collapsed horizon
– Where the gaze is left beyond: landscape

– Reversal of the cyclorama
– Eroded / deleted landscape
Rain, steam and speed
– Deleting vision by breathing

The curtain [intervened wall] goes up and the curtain appears

[Such is the textual paradox that Juan Carlos Bracho’s work uses to question with perverse acuteness the limits of the end of the play, driving the text to say its final words from the very beginning. Consequently, the work is a forced confession –although perhaps in a premature, not violent, sense– of something that will, sooner or later, become a manifest appearance on the stage. Here the viewer’s eye is eyelidless, it never pauses / rests for blinking, and records everything without the stroboscopy needed to hold the vision in their gaze. According to the classical precept, in its conceptual perfection the idea does not even need to be seen with or by the eyes –drawing. It is enough just to contemplate its intellective disegno interno. Nevertheless, Juan Carlos Bracho has turned his obsessive perseverance and the parsimonious and mechanical execution of his works into an exact, but reversed, reflection of this ideal.

The work is consummated as it is consumed; in other words, it is subsumed in its own development, concluded from the start and determined by an irresolvable destiny from the very beginning of the story. Here, to the viewers’ surprise, title and index —first page— coincide intimately, both with one another and with the actual text where the action takes place. What about the actors? The actors are also internal to the language that says the thing itself, like in the visual paradox (trompe l’oeil and tautology: Escher, Vasarely, Kosuth), or in the minimalists’ fanatical nominalism (Stella’s mythical «what you see is what you see» from 1964). Therefore, there are no actors behind the characters; their faces coincide in a brief, barely perceivable, interface that forces us to trace their presence to the minimal gestures of a concept-based dramatisation, remote and ambiguous, full of nuances that are apparently without difference.

Straight without reverse; laminar breakdown of the volume —positive space— of the action, of the story, of time. The inaugural curtain has sliced the plane of the infinite in two —an Annunciation, perhaps?— causing the insubstantial event typical of the aesthetic, reduced to these radically flat, one-dimensional facets on which our comment will rotate. Only the desire of consummating an impossible action becomes / makes it absolutely essential.]

Prelude

With these premises, «the artist has to learn to speak the language of Nature» our actor exclaims right at the beginning of the performance, with his back to the auditorium, in front of an empty stage, according to Carus’ quote:

Not being able to finish
Is what makes you great!

The drama has commenced.

Act 1

The horizon contracts into a point —maybe a suspension point, maybe an ending (perhaps they are not that different: according to Gracián, «Not saying anything can mean everything»)— and after such a Big-Crunch the action recommences and time is unleashed once again, as astrophysics suspects. Open to ambiguity, the declarative silence in Juan Carlos Bracho’s work also demonstrates the work’s openness to continuous interpretations beyond the minimalist literality that seems to fuel it initially (fusion of the performance horizon lines in the dialogue proclaimed by hermeneutics). Like an empty screen on which all sorts of faded images appear, almost about to disappear —dragging the background of the performance with them— form and content are weakened in his work, using the effect to obtain one of its highest peaks of intensity.

On the other hand, how strangely insistent he is on keeping the camera in parallel with the plane of the wall, and on making the latter receive, like an epidermis, endless scratches and bumps, and on making them come from an invisible external world which the main character occasionally escapes from. Even by transporting a building a few degrees from its plan, his first solo work since separating from the team he formed with Julia Rivera since 1995, the movement is conceived and seen essentially through a collapsed gaze (plans, aerial views). La distancia más corta entre dos puntos es una línea recta is the title of this work from 2003, not without certain metalinguistic irony and, perhaps, a private comment to his own professional situation as an artist who started a new solo career.

[This parallel mirror trick, where the image is trapped without being able to escape its own circularity —ever more rapidly— could be defined as one of the first conditions of the Mannerist representation that can so often be seen in the artist’s works. Incidentally, of that Maelström, only the figure of the contradicitore seems to escape, turning his eyes towards the space beyond the picture, claiming the complicity of a distant world and the viewers —us— putting into practice a strategy that is opposed to that of the characters who appear with their backs to us immersed in the Romantic stage space, which Juan Carlos Bracho has used before in a few of his works.]

Act 2

[The whole play is performed using background voices. The movements, gestures and positions of the body are declined from the powerful diction of the characters, who are dubbing actors more than actors as such. The performance is unique, the voices travel in the theatre’s currents of air, nothing is left in writing: this transcription stems from «the shadow of the breeze on the grass,» from the most beautiful drawings imaginable (Duchamp). Juan Carlos Bracho’s mural interventions based on a myriad of lines, rebounds or corrections are another type of imaginary notational system. Do they tell micro-stories? Come and see these whispers.]

The Draftsman [Alone, before the white wall, back turned to the stalls. His tense hands have initially dropped the pencils and the set square]: We are melting, we are melting! Take cover! We are running out of time…

The Architect [From afar, with The Philosopher and The Woman, standing apart from The People]: He is still in the middle of the battle…

The Philosopher: He will be exhausted; someone should erase that drawing from his mind.

The Woman: Let’s find The Wizard; he will be able to return sanity to his eyes, clarity to his head and steadiness to his hands. I had never seen him like this before. He has been like this for days; that diabolical drawing feeds off his body and will be the end of him, and of us. I cannot stand to hear him scream for a minute longer.

The Draftsman: Do not step back! Attention! Attention, I said. [Pause] Bellona? Victoria? Oh God, it will swallow us all. We are melting! Wait a little longer…

The Philosopher: Go and talk to him, dear Architect, he no longer wants to even look at me.

The Architect [Walking slowly towards him]: Master, listen to me. Please, you should rest at least for one night. That drawing of yours…

The Draftsman [Taking his hand and dragging him to the ground with him]: Take cover, you fool! Be careful! Do you want to lose your head? Here it comes, back again…

The Architect: But master, please, listen to me. You have to forget those chimeras and return to the world where you have always been loved and admired. You are wasting away; you are melting in front of this undying piece. Look at the faces of the people that surround us, the sadness of your best friend, the tears of the woman who loves you. Where have you been living for so many days now that you do not even need a drop of water or a friendly smile? Let’s go home to rest, I beg you.

The Draftsman [As if suddenly remembering something, turns towards his interlocutor, offering a medium close shot of his face for the first time; whispering, almost inaudibly]: Did you say water? Did you say laughter? You want more!? Is this tempest that ruins us with its fury and the dreadful cackles that accompany it not enough? Nature as a whole has exploded into pieces, the buttresses of the world are falling on our heads and you are asking me to drink and laugh under the shelter of my house, of that miserable pastry you erected for me one day. You have lost your mind, Architect, or perhaps you have given in. Join me; help me resist this superhuman force. Your technical brain will be of much more use than that of the speculator of chimeras. Bah! Verbose philosophiser, vacuous parrot. I do not need him, his interminable words hamper everything I undertake. I have to reach white from white, the outside from the outside, I have to contain the whole fury of this ungovernable Universe…, but my body is minimised with each attempt, dissolving between whirls of steam and sparks. [Sobbing] Give me a body of guidelines, Architect, not of words. Give me a true formal reason for my own form, and I will add to it a perfect style in the fight; I need no more. A maniera, that’s it, but I become consumption, aphasia… I dissolve until I disappear in front of that scene I foresee. I want to dominate the world with my hands [He looks for and gathers the pencils and the set square that have fallen at his feet]. This is not madness in a Draftsman, is it? Or are you also going to say I’m crazy? [Pause] Look, listen…

The Wise Girl [Playing among The People]: Ring a ring of roses, pocket full of posies…

The Draftsman: Is the chorus to that song also madness? That child is flooded with water as passionate as mine and yet she brushes past you bringing nothing but a smile to your face. You say you want more water, more laughter, is that so? Leave me, if you are not at my side, I would rather be without you, leave me alone [He stands up brusquely, and turns his back to the viewers once again]. Call the garden maker, quickly, I need him. He is essential to my plan.

The Landscape Painter [Stepping away from The People]: I am here, sire.

The Draftsman [Without looking at him]: Tell me, what do you see here?

The Landscape Painter: Where, sire?

The Draftsman: Where? Here! [Raising his hands slightly and moving the open palms of his hands in front of the white wall] In front of me, surrounding me; rotating in front of me as if the whole orb were draining into a fixed point, immensely huge, astonishingly small, deep and brutal and fascinating and necessary. For the love of god! Your eyes, more sensitive and educated than the rest, do they not want to see anything either? Here, here! Right here! [He points to a place on the wall at eye level] And up there, above our heads, dilating its folds, showing infinite facets, overwhelming us with… [Pause. Sobbing again] It’s useless… How could you conceal it, or look away, if the tip of its wing rested on your head! That is how I see it. And the weight is unbearable. Everything that exists has to be manifest, and it is manifested through shapes and their mutations; your gardens should be enough proof of that. Is the physiognomy of the mountains not reduced inside them, capable of reflecting everything everywhere, like each of the shards of a broken mirror?6 The paths that cross them, don’t the pedestrians find them expressive? Strolling through the formations, do they not recall the scientific and artistic gaze, the civilised position of their presence in the middle of them, like a landmark in reference to that «classical landscape» that nobody has managed to crystallise? The arches and flowerbeds that you distribute there like a «small mysticism,» do they ever fall silent? Say, gardener, does the «Church of Nature» only speak to you through its visible face, and never before?

The Landscape Painter: Before, sire, the canopy of heaven, with everything it contains, tells me in miniature about the arrangements that are possible, unprecedented and comforting, favourable to adapting its core to accommodate mankind anew. Yet thou terrify me with an unmanageable flow of sensations, battles without spheres with centres that are permanently outside the plane of the drawing. Your technique frightens me and escapes my understanding as it would my sensibility were it to reach my feelings, and the reflections of its effects on thee are enough to disgust me. I wish I spoke the language of lullabies… of nothing. «I am starting to desire a minor language, like the one lovers use with one another. A language of broken words, which are barely articulated, like the sound of footsteps on the pavement» (Jabès).

The Draftsman: «Simple is the labyrinth in the simplest letter…»

[The Architect, visibly saddened, stands up and leaves]

The Landscape Painter: It is, I know, but my trade also erects them for the solace of those who enter their core, wanting to rest in the conch, in the shade, like on a cheek. I myself enjoy certain fame in the bizarre design of their entrails. Yet inhabiting the labyrinth is to lose the reference of the horizon, to live in a collapsed world. Your gaze slams into that immutable, impenetrable wall. You’re experiencing the end of the world and your aesthetic is totalitarian: emphatic in its weakness; exaggerated in its infinite repetition of the humblest gestures; grandiloquent in its openness; pompous in its accumulation of nuances that cannot stop being looked at; distant despite the appearances…, self—engrosses, without genuine references, dramatic. I look down on thee and pity you, my friend, nothing of your genius has been able to make this world more habitable; your life is superfluous, like your ornamental rhetoric: empty.

The Draftsman: [Still with his back turned, now with his arms hanging down at his side and his head low, stammers]: I…, but I, I… «I am the mistress of my dreams.»

Intermission

As an interlude, The Jester appears on stage reciting a string of happy quotes, although only two of the first ones will be remembered, like a critical methodology and a warning, respectively:

«Metaphorics is no longer regarded primarily as the leading sphere for experimental theoretical conceptions, as the front line of concept formation, as a makeshift in situations in which technical terminology has not yet been consolidated, but is seen rather as an authentic way of grasping connections, one that cannot be limited to the narrow nucleus «absolute metaphor».»

«Above that climax there is nothing else. Consequently, showing the extreme and the ultimate means clipping the wings of imagination, and, since it cannot rise above the sensitive impression, it means occupying it in images that are paler than the one that appears before it.»

Consequently, the Witz is imposed even in the gravest spirits, emotional density is diluted gradually. We forget the reason for our melancholy.]

Act 3

Between the work in progress, and still open, Félix y su amiga F (2003 – ) and the recent White Horses (2006), one could say that our Draftsman has brought about zero enunciation by saturation, where the expressive impulse tries the minimum enunciation of the first case, so paused and correct, so fixed to good behaviour. The light graphic rain that soaks the face of his most renowned works, dripping down the surface, becomes denser in the second until it fills and shields the emptiness:

«I have always thought that in a drawing, the black trace of graphite that rubs onto the paper reminded me of a dark shadow throwing itself perpendicularly on top of itself, absolutely concentrated on a single direction. Then, the fine trace of the shadow spreads horizontally until it writes an endless number of labyrinthine paths to get lost in. Black on black, because, how many layers of metallic graphite are needed to shield the insidious presence of the blank, white page?»

In any case, this confirms the excess of graphite that so discreetly threads Juan Carlos Bracho’s oeuvre. A very particular way of solving works with enormous technical diversity whilst maintaining a constant disciplinary summary that can even be read in a formal sense, since everything is reduced to drawing parameters, from photography to installation, including more complex approaches with models, or sequence-shots on video and film. Or from the documentary nature of his proposals to the formalist work —closed, autonomous and self–engrossed; from the single piece, loaded auratically, to his distance from the media; from the environment to traditional arts linked to ornamentation; from decoration to the process, etc.

Thus, architecture, that germinates from the sketch, the outline, dissolves now in its final state into a field expanded inside it. Baroque display where the limits are constantly exceeded between adjoining categories by the hand, incidentally, of the element that is common to all arts: the disegno. It is hard to be more explicit than in Dibujo para una sala rectangular (2004), as would occur subsequently with Otra historia (2006). In both cases, the vicious circle of tautology (the model that reproduces the space that accommodates the model, where the model itself appears, reproducing the space that accommodates that other model…) is like graphic, spiral writing where the tip of the pencil digs into the centre, into a punctum (blind spot of innervation where the eye cannot see (or be seen): that drop of darkness…). There is no point looking for another source for ultimate meaning in Juan Carlos Bracho’s drawing: in the eschatology, throughout these works, there will always be a similar vortex, where projects pivot on an ungraspable base which, faced with what is culturally coded, the studium, is emphasised to move the viewer.

Friedrich asserted that the image has to «stimulate the mind and allow for the play of fantasy, since the drawing should not attempt to represent nature, only recall it.» The level of acceptance given to said assertion conditions the concept of the modern landscape, i.e. there where the gaze is beyond. The infinite nature of things is a condition that modernity imposes on the subject-object relationship, and reveals the essence of the genre in aesthetic modernity: «The relationship between mankind and Nature is not diaphanous, it is mysterious.»10 Juan Carlos Bracho is also aware of the fact that this is the point where a good part of the coordinates for the interpretation of his work appear: «All the elements that appeared on stage referred directly to the temporal and programmatic development of the drawing, not to the work as a mystical experience, but to an attitude and a position of rebelliousness and stubbornness when everything that surrounds us points towards a disproportionate and empty acceleration of the experience and the gaze.»

Therefore, should these pieces be considered as a contained impulse of fantasy, a reversal of the grotesque? A completely spent exaltation of the sublime, or more precisely, an exaltation of the completely spent sublime? Traces of the Barthesian «tremor of time»? The hand that writes / draws and at the same time deletes a sign that means something and nothing beyond its own materiality. The fact is that the programme announces that nothing will remain of the arduous process of execution, the result will disappear following the last layer of white on which it grew so delicately and patiently. Everything is deleted: there is nothing to say (Derrida), nothing to see (Baudrillard). Like in the convex mirror of The Arnolfini Marriage, that omnivorous internal eye of the scene that snubs the material author and transfers him to a ceremonial category, photography pathetically reveals a presence foreign to the aesthetic event and includes it for its perfection: fuit hic. The person who executed it was there, and experienced it —that is, the person saw the scene— and testifies to it in this image… Yet drawing, with its ideal, inaugural, eidetic condition, experiences a paradoxical position. It also steps into the unknown, despite being supported, like Juan Carlos Bracho, by a scaffolding of premises and constants. Every draftsman is «blind,» according to Derrida: in art, where the representation has to confront the unrepresentable, «it is less a matter of telling it like it is […] than of observing the law beyond sight.»1

Act 4

[Empty stage, the wall is completely full of lines, the remains of the execution are strewn all over the floor Wouldn’t Change a Thing (2004). Shrill sounds of swifts calling from the ceiling cross the air of the theatre, like the sun going down in Madrid in summer. Enter The Woman, The Philosopher and The Architect]

The Architect [Taking a long look at the drawing]: Everything has been consumed, and now I can barely contemplate the creation without shuddering. Are our times the sign of a dead age? He often spoke of the advent of a new era from which our civilisation would be judged based on sediments and remains; another time, perhaps a happy one. What strange sensations… I still hear his screams, still see him waving his arms around whilst he held the set square firmly to the wall and drew lines incessantly. It was as if form and content were dissociated, a divided judgement. I can hardly remember when he began, I cannot even say how long this has been completed. [He walks up and touches it] Yet I am still capable of reading his fantasies as if they were written on a brightly illuminated codex; there are whole parts I know by heart. Look here: the sun setting behind that mountain range, the fog rising from the valley to cover that pair of angels whose prayers guard the funerary monument topped by a harp… And here: a sea of ice, right next to this exquisite japonaiserie, where little sailboats fade into a sea without perspective or dimensions. There is no story. What skill, what ability, what control! From a frenetic and disorganised mind to this calm journey along the remotest places on Earth. And I call myself a landscape painter in front of you who saw him? I would give anything to hold a pencil for five minutes like him, to draw a single one of these lines… [He looks at the floor around him, looking for something. He sees the set square, goes towards it and picks it up, placing it against the wall, under one of the lines. He sobs silently]

The Philosopher: Stop, my friend, there is no point in insisting, what we see is nothing  but an effect. You are under the influence of his dominion on emotive participation (Einfülung). Art is not there, the author has died, taking everything he owned with him. He has left nothing but an insane chain of reasoning that limits the freedom of the viewer, your freedom. The sources, go back to the sources, there you will find freedom; everything else means drinking from a borrowed cup and halting the genuine critical judgement. Are you listening to me?

The Architect: I know, Philosopher, but how can I escape this seduction? When I hear the whispers, proliferating stories tear the veils that surround me, I see further than ever before, with unprecedented precision. Looking at this plan, everything around me is transformed incessantly in layouts I will never execute, charming grottos that exceed my imagination, meteors of times before mankind, and futures too, and transformations, metamorphoses, where I am always one of the extremes… My spirit and Nature are amalgamated. In this glacier I do not feel the heat that surrounds me. Everything I desire has crystallised.

«… Smokes in the sun—thaw; whether the eave—drops fall

Heard only in the trances of the blast,

Or if the secret ministry of frost

Shall hang them up in silent icicles,

Quietly shining to the quiet Moon.»

The Philosopher: Life, the elements, sweet sounds… They are nothing but the impulse that has to project us to the matter. How many ideas do you know that are not shaped in language?

The Architect: The idea of expressionless beauty (Lessing), which affects me here. I feel it, it has left a fragrant trace, it is still warm. I even remember when it started to appear. There is something marvellous that cannot be said.

The Philosopher: Neither can it be proven or shown.

— The Architect: That is true, all I can remember is the beginning and then… it is now.

The Philosopher: Terrible things live in between, those snow storms during which you draw blindly. Only light sleeps, never wakefulness, even less dream. Death… Perhaps that was the unbearably heavy wing our friend referred to so often in his creative delirium. I do not know the name, and my school has spent centuries proposing a suitable combination that embodies it, forcing it to become a definite presence. Actually, I have to say that I think it is a useless effort. I am starting to tire of it. Of describing, that is, describing to save us from uncertainty. [Pause. Turning back to The Architect, who is still captivated by the drawing, face close to the wall] What can you see now?

The Architect: I see us all in a scene full of harmonies: a storm approaches, there are ruins in the background…; vegetation, foliage, dampness under our bare feet; wine and kissing have swollen our lips… The Woman, where has she gone? There she is. What is she looking at? I cannot read it from here.

The Woman [Approaches and curiously observes what he is looking closely at]: Et in Arcadia ego...

[The Wise Girl crosses the stage humming her song. She stops in silence in the centre of the stage. She stands at the edge of the orchestra, looking at the drawing for a few minutes. Then, moving towards it, she takes an eraser from her apron and starts to rub it out gradually, whilst she starts singing again. The Architect and The Woman watch the scene, The Philosopher exits. The swifts’ chirping starts up again, flooding the theatre. The light gradually turns pink, orange and red until it goes black, like dusk]

Curtain falls [white wall] and the performance begin.

Óscar Alonso Molina [Madrid, Aprill-July  2006]

la conducta perceptiva / Fermín Soria

La conducta perceptiva. Un texto de Fermín Soria para el catálogo Juan Carlos Bracho. El dibujo como experiencia 2003/2006. Madrid 2006
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Tras el cambio de paradigma producido en la década de los sesenta la noción de arte queda desplazada por la experiencia estética. La producción artística  no se limita únicamente al momento de la creación de los artistas y el momento de las obras, sino que hay que sumar el de la intención creadora del espectador. Este hecho provoca que se replantee todo lo que interviene en su producción y en su ejecución.

Al superar los límites del formato tradicional y al producirse una ruptura con el concepto de pieza como producto final, el mundo de la creatividad artística queda ampliado. El arte se constituye en un proceso dinámico y abierto, ante un horizonte cultural plural y heterogéneo donde el espectador, ahora protagonista, instaura nuevos procesos.

El arte conceptual aborda el problema del estatuto existencial de la obra como objeto físico y desplaza su interés al proceso de ideación o de conformación de esta, que comienza en el artista y termina en el espectador. Los diversos soportes físicos no son sólo fines formales en sí mismos, sino las señales, los documentos de otros fenómenos que abren nuestra conciencia a algo exterior. Frente al conceptualismo lingüístico, sobre todo el analítico y el tautológico que enfatizan la eliminación del objeto artístico y que, al favorecer una reducción mental, se aproximan a un arte de abstracción ideativa, numerosas prácticas conceptuales reivindican la relevancia alcanzada por la imagen como factor de inteligencia simbólica individual y colectiva y la percepción como forma de conocimiento y de apropiación de lo real. Sin renunciar ni a la materialización de la obra ni a la referencialidad estas corrientes se inclinan hacia su realización efectiva, empírica o mental. De esta manera desaparece el enfrentamiento entre percepción y conocimiento al reivindicarse lo primero como fundamento de lo segundo. En esta tarea se afirmará de nuevo la referencialidad al mundo que nos rodea y tomará relevancia la visualización de la realidad entendida como selección, apropiación y combinación de los fragmentos que la componen.

Desde los años sesenta numerosas manifestaciones se preocuparon por investigar la parte visual de la percepción, atendiendo a implicaciones directas del espacio, buscando la unión entre lo visible y lo no visible. Ejemplo de ello son por un lado el trabajo de Dibbets que estudia el paisaje real y su reproducción gráfica, incluyendo en su experiencia planos, croquis, bocetos, etc… Douglas Huebler por su parte hace uso de la fotografía y retrata una extensión concreta en intervalos temporales reflexionando acerca de la estructura de la realidad perceptible bajo parámetros espacio-temporales, introduciendo la casualidad dentro de su sistema. Por ultimo M. Bochner, que considera imposible abandonar la visibilidad, piensa que pueden alterarse de manera significativa los convencionalismos de la realidad para demostrar la posibilidad de la existencia de diferentes formas de pensamiento, y es por ello por lo que se ocupa de investigar sobre la naturaleza de las cosas buscando la síntesis y unión entre lo perceptible y lo mental.

Juan Carlos Bracho centra su trabajo en un proceso de acciones previamente planificadas, que muestran fenómenos de actividad y suscitan experiencia perceptivas-creativas. Bracho comienza este proyecto impulsado por su interés en el dibujo como ejercicio de apropiación del espacio, del tiempo y de todo el proceso. Como resultado obtiene unas misteriosas composiciones que desbordan los límites del propio muro, espacio que es soporte, límite y frontera al mismo tiempo. En ellas el espectador puede perder la vista para sumergirse en un espacio al que se accede a través de la imaginación, siendo el modo de experimentar los múltiples interrogantes que nos abren estos dibujos lo que configura el significado de lo que vemos.

En su trabajo, el vídeo o la fotografía dan testimonio de todo el proceso de realización del dibujo y su existencia, enfrentándose a la obra de artes tradicional en su concepción espacial y  estática. Estos medios no son un mero documento sino que funcionan como producción autónoma, estableciendo un nuevo orden espacio-temporal dinámico en el que tampoco será estática la presencia del receptor. Se trata de una ocasión para la puesta en marcha de nuestras facultades mentales y la activación del pensamiento.

Juan Carlos Bracho hace cómplice al espectador al situarlo entre bambalinas y le invita a participar en la configuración de la obra, como en la fiesta y el juego, tal y como propone la tradición hermenéutica. Alejándose de una visión del arte como obra cerrada se aproxima a otra en la que el elemento lúdico es entendido como un movimiento libre, sin fin, que se repite sin cesar. El receptor es algo más que un mero observador ya que, en la medida en que participa en el juego que se propone y genera un trabajo propio, es parte de él. Se trata de un proceso de construcción y reconstrucción continuo, del que la obra es por una parte resultado y por otra inicio. Un bucle puesto en marcha por el carácter inacabado de ésta que impulsa la actividad individual y colectiva e instaura proceso comunicativos en los que el público toma un papel dinámico.

Bracho practica la idea de la experiencia estética propuesta por Jauss e invita al espectador a hacer un ejercicio de distanciamiento para liberarse de cuanto le rodea, derribar los límites del muro y sumergirse en las misteriosas composiciones que van configurándose en él. Mediante la suspensión de los intereses de la vida práctica cotidiana, el receptor, a través de lo imaginario, adquiere la conciencia del nosotros y es conducido hacia una configuración que lleva a cabo la toma de dimensiones de construcción de comunidad.

El resultado que se va obteniendo en el muro, desplaza el énfasis que normalmente acapararía el dibujo en si, a favor de una conducta perceptiva, imaginaria o creativa del receptor-experimentador activando su conciencia productiva y ofreciéndole la posibilidad de entender el mundo como algo que puede ser construido obviando los prejuicios. El espectador no se somete a estructuras conceptuales sino que vive la pieza desde su propia percepción y acaba abriéndose a la reflexión. Es en este sentido que se convierte en un co-creador. El arte permite tomar conciencia de las posibilidades de renovar la percepción de las cosas

Fermín Soria Ibarra, Barcelona. 6 de junio de 2006

The perceptive behaviour. A text of Fermín Soria for the catalogue Juan Carlos Bracho. Drawing as experience 2003/2006. Madrid 2006
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After the change of paradigm experienced in the 1960s, the notion of art was supersceded by the aesthetic experience. Artistic production is no loger limited solely to the artists’ moment of creation and to the moment of the works; now there is also the moment of the viewers’ creative intention. This fact has lead to a reconsideration of everything that is involved in the production of the work and its execution.

Exceeding the limits of the tradicional format and breaking with the concept of the work as the end product has enlarged the world os artistic creativity. Art appears as a dynamic and open process, before a prural and heterogeneous cultural horizon where the viewer, now an actor, will establish new processes.

Conceptual art addresses the problem of the existential statute of the work as a physical object and supersedes its interest to the process of ideation or composition of the work, which begins in the artist and ends in the viewer. The different physical supports are not the work, they are not the formals ends in themselves; they are signs, documents of other phenomena that open our conscience to something external. Faced with linguistic conceptualism, especially the analytical and tautological conceptulism that emphasise the elimination of the artistic object and which, by favouring the reduction to a mental state, approach an art of ideative abstraction, numerous conceptual practice claim the relevance the image has achieved as a factor of individual and group symbolic intelligence and perception as a form of knowledge and appropriation of what is real. Without renouncing to the materialisation of the work or to referentiality, these trends tend towards their effective, empirical on mental realisation. Consequently, the conflict between perception and knowledge disappears by claiming the former as a fundamental element of the latter. In this task, referentiality will once again be asserted to the world that surrounds us and the visualitation of reality as the selection, appropriation and combination of the fragments that compose it will become relevant.

Since the sixties, many manifestations were concerned with investigating the visual part or perception considering the direct implications of space, searching for the union between the visible and the mental. Dibbets is a good example, studying the real landscape and its graphic reproduction, including in the experience different sketches, outlines, etc. Douglas Huebler uses photography and portrays as specific expanse of land in different time intervals, reflecting on the structure of perceptible reality under the requirements of space and time, adding coincidence to his system. M. Bochner, who considers it impossible to abandon visibility, thinks that the conventionalisms of reality can be altered significantly to prove the possibility of the existence of different ways of thinking and, consequently, takes up the investigation of the nature of things pursuing the synthesis and union between the perceptible and the mental.

Juan Carlos Bracho focuses his work on a process or pre-planed actions, that present phenomena of activity and arouse perceptive-creative experiences. Bracho started this project encouraged by his interest in drawing as a exercise of appropriation of space, of time and of the whole process. As a result, he obtains mysterious compositions that exceed the limits of the actual wall, the space that is support, limit and border at the same time. In his works, viewers can gaze into the distance, immersing themselves in a place that is accessed through imagination. What configures the content of the piece is how the multiple questions these drawings open up are experienced.

In his work, video or photography bear witness to the whole process of the creation of the drawings and their existence, confronting the traditional artwork in its spatial and static conception. These resources are not a mere document, but act, instead, as a autonomous work, establishing a new dynamic space-time order where the presence of the recipient is not a static element. It is an occasion for the instigation of our mental faculties and the activation of thought.

Juan Carlos Bracho makes the viewers his accomplices by placing them behind the scenes and inviting them to take part in the configuration of the work, like in the party and the game, in line with the hermeneutic tradition. Stepping away from a vision of art as a closed work, he approaches another perspective in which the recreational elements is taken as a free, endless movement that is repeated incessantly. The recipients are more than mere observers given that, to the extend in which they participate in the game proposed and generate a work of their own, they are part of it. It is a process of continuous construction and reconstruction, in which the work is on the one hand the result, and on the other, the beginning. A loop triggered by its unfinished character that encourages individual and group activity and establishes communicative processes in which the audience plays a dynamic role.

Bracho practices Jauss’ idea of the aesthetic experience and invites viewers to undertake an exercise of distancing to rid themselves of everything that surrounds them, to demolish the limits of the wall and immerse themselves in the mysterious compositions that appear in it. By suspending the interests of practical everyday life, the recipient, through the imaginary, becomes aware of the notion of us and is driven towards a configuration that measures the dimensions for the construction of community.

The result that is obtained on the wall spersedes the emphasis that would normally be captured by the drawing itself, in favour of a perceptive, imaginary or creative behaviour of the recipients-experimenters activating their productive conscience and offering them the opportunity to undertand the world as something that can be constructed without prejudices. The viewers are not subjected to conceptual structures; they experience the piece form their own perception and finally open up to reflection. It is in this sense that they become co-creators. Art alerts us of the possibility or renovating our perception of things.

Fermín Soria Ibarra. Barcelone. June 6th 2006

idea y proceso / Óscar Alonso Molina

Idea y proceso. Un texto de Óscar Alonso Molina para el Diccionario de artistas andaluces. Sevilla 2011
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Tras la disolución en 2002 de la pareja artística que formó con Julia Rivero ya desde antes de finalizar sus estudios universitarios, Juan Carlos Bracho inicia una andadura en solitario que, en muy pocos años, le coloca en los puestos de cabeza dentro de su promoción en cuanto a reconocimiento crítico (primer premio en los concursos de Purificación García y Generaciones, ambos en 2005, o Inciarte, en 2007; entre otras líneas relevantes de su curriculum), y expectativas generadas por su producción. En su caso, durante los últimos tres años más que de visibilidad habría que hablar casi de una presencia permanente en el medio especializado de estos proyectos, algo que le ha llevado a ser considerado actualmente como uno de los nombres de referencia ineludible a la hora de trazar el mapa de la generación de artistas aparecidos recientemente. Sin embargo, Bracho sostiene todavía la misma actitud perseverante, cuidadosa, un tanto distanciada y muy firme que en sus comienzos con respecto a la dimensión pública de sus trabajos, otorgando a cada uno de ellos el tempo que exija su naturaleza, por dilatadísimo que este pueda llegar a ser, o preciosista la ejecución que demande. En ese sentido, los niveles de autoexigencia, intensidad y constancia no se han relajado ni visto alterados un ápice en estos últimos años de reputación creciente, de creciente demanda de su presencia en colectivas, bienales y ferias. Prueba de ello es, por un lado, la enorme coherencia que hilvana todo su discurso hasta el presente; y por otro, lo convincente de sus apuestas, que apenas adolecen de grandes diferencias entre ellas en cuanto a la calidad procesual se refiere por heterogéneos que sean los medios para afrontarlas.

Una de las constantes de toda su producción es la preeminencia concedida al dibujo en cuanto que espacio conceptual generador de ideas. Desde esos cuadernos privados –el artista se niega a exponerlos o que sean reproducidos- donde se acumulan bocetos y croquis, anotaciones o recortes de prensa, folletos de mano de las exposiciones que visita, así como cualquier otro material de la entropía visual contemporánea que, por determinada razón, llame la atención de nuestro protagonista, y que en su conjunto funcionan como auténticos “cuadernos de bitácora” de un particular maridaje entre biografía y reflexión estética, desde estos cuadernos, decimos, hasta la formalización de la mayoría de sus piezas, que en lo básico podemos entender como derivas más o menos ortodoxas de la misma añeja disciplina, Bracho pone de manifiesto lo esencial, vertebral de los conceptos dibujísticos en dicción contemporánea. Preeminencia de la idea, pues, que entre sus manos tiende a encarnar una corporeidad frágil pero extensiva, sutil pero clara, de apariencia monótona o discreta pero cuajada de matices y gran potencial. Justo como querían los tratadistas del tardomanierismo en el caso del disegno interno.

En efecto, Bracho conjuga de continuo equilibrios dinámicos que dotan a su trabajo de flexibilidad intrínseca, donde cabría prever rigidez o monotonía. Entre ellos, quizá el más sorprendente es el resultante del marcado carácter procesual de sus propuestas (que él gusta que remitan entre sí una y otra vez, como si se propiciase el avance ficticio a través de la fuga infinita abierta al enfrentar espejos paralelos), y lo que podríamos denominar un substrato romántico en torno a la experiencia intelectualizada del paisaje. El resultado supone una perspectiva lúcida y muy sugerente desde medios conceptuales sobre porciones enteras de nuestra gran herencia cultural, a la cual el artista se muestra especialmente sensible, proclive.

Así, más allá, Bracho dialoga con toda una constelación de nombres del pasado y el presente, actualizando para nosotros con tanta originalidad como rigor claves profundas del arte de todos los tiempos que nos constituyen como comunidad de intereses estéticos compartidos: de Soll LeWitt al arte ornamental y la pintura decorativa (grutescos, marmolizados, taraceas, estarcidos, esas bases recientemente atendidas por Didi-Huberman); de Agnes Martin a las vetustas tradiciones del tapiz y la lacería; de Friedrich y su proyección metahistórica en el expresionismo abstracto norteamericano a las intervenciones murales de la jovencísima portuguesa Martinha Maia, etcétera.

Idea and process. A text of Óscar Alonso Molina for the Dictionary of andalusian artists. Seville 2011
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Juan Carlos Bracho began his solo career after the break-up in 2002 of the artistic partnership he had formed with Julia Rivera since their days at university. In only a very few years, he has come to stand out among those of his generation both in critical recognition (first prize at the Purificación García and Generaciones competitions, both in 2005, and Premio Iniciarte 2007, among other relevant features of his cv) and regarding the expectations caused by his production. Over the last three years, rather than visibility, one should almost speak of a permanent presence in the specialized medium of these projects, which has led him to be considered one of today’s obligatory reference points when describing the generation of current artists. However, Bracho still maintains the same cautions, persevering, somewhat distant and very firm attitude as in the early years concerning the public dimension of his work, giving each piece the tempo required by its character, no matter how extended this may be or how detailed an execution it may demand. In this sense, he has neither relaxed nor altered in the least his degrees of self-demand, intensity and constancy in these recent years of growing reputation and growing demand for his presence in collective exhibitions, biennales and fairs. Proof of this is, on the one hand, the enormous coherence running through his entire discourse to date; on the other, the convincing nature of his proposals, that scarcely suffer any important differences as regards processual quality, no matter how heterogeneus the means are to confront them.

One of the constants in his production is the preeminence of drawing as a conceptual space creating ideas. His private notebooks, which he refuses to exhibit or have reproduced, accumulate sketches and drafts, notes or press cuttings, leaflets from the exhibitions he visits, as well as any other material of contemporary visual entropy that, for some particular reason, attracts his attention. As a whole, they operate as “logbooks” of a particular alliance between biography and aesthetic reflecction. From these notebooks down to the formal completion of most of his pieces, which we can basically understand as more or less orthodox derivatives of the same ancient discipline, Bracho reveals the essence of drawing concepts in contemporary diction: the preeminence of the idea, then, which in his hands tends to incarnate a fragile but extensive corporality, monotonous or discreet in appearance, but charged with nuances and great potential, just as the theorists of late mannerism dictated in the case of disegno interno.

Indeed, Bracho continually combines dynamic equilobria that give his work an intrinsic flexibility, where rigidity or monotony might be foreseen. Perhaps the most surprising of these is the result of the strongly processual character of his proposals ( which he likes to have referrring to each other over and again, as if appeasing fictitious progress through infinitely open flight by confronting two mirrors), and what we might call a romantic substractum centred on the intellectualized experience of the landscape. The result involves a lucid, highly suggestive viewpoint from conceptual media on whole portions of our great cultural legacy, to which he is seen to be especially sensitive.

Bracho thus dialogues with a whole constellations of names from past and present, bringing up to date for us with as much originality as precision profound keys to the art of all time that turn us into a community of shared aesthetic interests: from Soll LeWitt to ornamental art and decorative painting (grutesque, marbleized, intarsia, stencil, that substratum recently dealt with by Didi-Huberman); From Agnes Martin to the old traditions of tapestry and embroidery; from Friedrich and his metahistorical projection in American abstract expressionism to the mural interventions of the young Portuguese artist Martinha Maia, etcetera.

el viaje geométrico / Juan Carlos Bracho

El viaje geométrico. Un texto de Juan Carlos Bracho para el catálogo Bracho/Rivera. El viaje geométrico 95/02. Barcelona 2008
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Desde los años de estudios universitarios Juan Carlos Bracho y Julia Rivera forman un equipo artístico y emprenden un viaje conjunto de aprendizaje que tiene al minimalismo como principal referencia.

Tras una apariencia brillante, la obra de Bracho/Rivera presenta con enorme rigor diversos aspectos que muestran nuestra relación con los espacios que habitamos y con los objetos que lo pueblan, planteando la búsqueda de una posición más consciente con el entorno que constituye nuestra vida cotidiana; dentro de una línea de investigación formal que utiliza materiales realmente novedosos.

La realización de sus diferentes proyectos no se plantea como experiencias aisladas, sino como investigación y desarrollo de las posibilidades de formalización y articulación del espacio; el espacio físico y el espacio como concepto. Labor que llevan a cabo con el dibujo y la geometría como herramientas.

A través de una fluctuación en términos de espacio que cuestiona esa división axiomática entre los límites de los géneros artísticos, el dibujo -visión unidimensional- se transforma en las instalaciones con vinilo adhesivo en un espacio que fluye entre lo exterior y lo interno estructuando su entorno sin añadirle apenas unas líneas; líneas y puntos de inflexión que construyen y seccionan los elementos básicos de la tridimensionalidad. Un ejercicio de fuerza y deconstrucción que también aplican al cuadro como plano, en el cual, gracias al Velcro, el espacio de representación se mantiene en tensión latente comunicando plasticidad sin recurrir a estrategias escultóricas tradicionales.

Durante los siete años que dura su colaboración cada proyecto y cada pieza se resuelve como parte de un proceso de experimentación y aprendizaje. Asumir, conquistar y dominar, para después volver a perderse. Un trabajo que parte de la relectura del espacio pictórico, y que se desarrolla a través del dibujo como reconocimiento, posicionamiento y apropiación. Concebir la ciudad como una maqueta sobre la que efectuar intervenciones de tipo experimental, diseñar escenografías que poseen un carácter estrictamente mental, dibujar es un espacio absracto, móvil, sin límites, que se despliega y se desdobla.

Un recorrido que origina un cambio en la manera de entender y asumir lo inmediato. De un espacio finito a una infinitud abstracta. De una concepción gestáltica que define el espacio como parcela y acotación, a un espacio de ejes y coordenadas con posibilidades infinitas.

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