Entrevista con Samuel Bossini. La santa crítica. Julio 2020
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¿Cómo se inició como artista?

La apuesta consciente por el arte la tomamos en los últimos años de facultad, apoyados y alentados por nuestros profesores, que veían potencial en los proyectos que estábamos desarrollando en sus asignaturas. Te contesto en plural porque es una decisión que tomé junto a Julia Rivera, pues hasta 2002 trabajamos como equipo artístico. Si nos remontamos más atrás en el tiempo es cierto que de niño asistí a clases de pintura, cursos de teatro… y en casa siempre hemos sido muy “titiriteros” y creativos, aunque no vengo de una familia de intelectuales.

¿Cuáles han sido sus influencias?

Mis intereses y filias han ido evolucionando a medida que he ido adentrándome y descubriendo la Historia del Arte. Mis gustos son muy eclécticos, pero sin duda la búsqueda de la belleza, entendida en el más amplio sentido de la palabra, y el Mínimal son mis dos grandes referencias, y ahí cabe casi todo, desde Bronzino a Ettore Spalleti.

Un crítico ha dicho sobre su trabajo: El trabajo de Bracho se mueve así entre terrenos intangibles y subjetivos, a caballo entre el minimalismo y el arte conceptual. ¿Está de acuerdo?

Todo trabajo parte de un concepto, y la importancia o relevancia de esa idea inicial o concepto –llámalo como quieras– ya depende de tu posicionamiento, tu aptitud y la honestidad de tu propuesta. En mi caso su formalización o reflexión estética –porque de eso va el arte, de darle cuerpo al mundo de las ideas– si que se puede relacionar con el Mínimal por su depuración formal, solo lo justo y necesario.

El planteamiento de mis objetivos también están muy definidos desde el principio, aunque después los propios procesos y el significado de la obra se desbordan, y esa frialdad asociada para mi erróneamente con el minimalismo –pues siempre me han parecido obras tremendamente sensoriales, sensuales y evocadoras– se carga y se recarga con la exposición pública de los trabajos; de alguna manera se llenan de vida, con una mirada animista, más atenta y más consciente volcada hacia el mundo físico, a los espacios que nos rodean, a las “cosas”, y a la proyección de nuestro propio bagaje visual y emocional, el mío y el de todos.

Usted habla de la experiencia a través de la experiencia. ¿Qué abarcaría en su obra?

Lo abarca todo. El punto de partida es mi propia experiencia, pero una obra existe en muchas realidades paralelas y complementarias que se suman y se solapan; desde esa “primera revelación” hasta el momento que se ejecuta, y lo que viene después. Es cierto también que las primeras etapas de ese proceso pertenecen al ámbito íntimo, o compartido con un núcleo reducido (amigos, compañeros de trabajo, comisarios, galeristas…) y que esas vivencias son privadas y no se ven reflejadas o no se leen en la epidermis de la obra, en su forma física, y tampoco son relevantes y necesarias para el espectador; son lecturas y capas más profundas, aunque no inaccesibles pues siempre dejan restos y pistas que seguir.

Todas esas vivencias, que quedan de alguna forma ocultas o en segundo o tercer plano, esas experiencias, sí que están cobrando cada vez más importancia en mis proyectos. Desde hace años estoy muy interesado en el apartado didáctico de mis propuestas, ya sean talleres, visitas guiadas, conferencias… Es importante, y necesario, por el retorno que siempre ha recibido en todas esas actividades, que además de producir obra en el sentido más ortodoxo, un artista tiene el deber y podríamos decir también la obligación moral de compartir todos los conocimientos que acumula a lo largo de su trayectoria, ya que, aunque presentes en su trabajo, a veces no son visibles y legibles por parte del espectador, y compartirlos es siempre enriquecedor para ambos.

Háblenos de su obra: Arquitectura y «Yo».¿Es la arquitectura el eje centro desde donde construye su obra?, ¿Qué tanto influye el espacio donde montará la obra en las decisiones que la construirán?

Arquitectura y “Yo” es el título de mi última exposición individual. Una relectura de mis trabajos más íntimamente relacionados con esa disciplina desarrollados, o que se quedaron en el camino, desde 2002. Muchos de mis proyectos son “site specific”, y ese “espacio” sobre el que se actúa o reflexiona es vital. Las obras, ya sean una intervención, una performance, un vídeo o algo más objetual no son “objetos” neutros, siempre se relacionan con su entorno. Concretamente en esa exposición a la que te refieres esa relación era doble, con el espacio que las acogía y entre las propias obras, ya que se trataba de un montaje sin centro ni hitos, todo funcionan como una gran instalación.

¿Cómo construye el trabajo con sus colaboradores?

El conjunto de mi producción incluye vídeo, fotografía, instalación, performance, escultura, dibujo, obras sonoras, danza, libros de artista… medios que conozco o sobre los que investigo y me formo, pero que no siempre controlo a nivel profesional, técnico. Siempre que abordo un proyecto complejo y tengo que contar con un equipo –o incluso en otros más sencillos en los que necesito de asistentes– y también cuando trabajo con comisarios, instituciones o galerías elaboro una memoria y facilito información a los colaboradores, tanto de esa labor a desarrollar en concreto como del resto de mi producción, para que conozcan, reflexionen y contextualicen su tarea.

Después, durante el proceso, soy muy permeable y receptivo. Las ideas crecen, mutan, se transforman y a veces se redefinen, sobre todo cuando se trata de proyectos multidisciplinares o dilatados en el tiempo. A lo largo de todos estos años he tenido la suerte de trabajar con grandes profesionales –que en muchos casos se han convertido en grandes amigos– y por su experiencia y sus conocimientos trabajamos juntos, todo suma.

Háblenos de su obra: Geometría Dorada. ¿Cómo logra hacer funcionar en su obra conceptos como espacio, tiempo, azar?

El tiempo y el espacio son conceptos abstractos e íntimamente relacionados, pero también son experiencias físicas que definen nuestro mundo. Jugar, darles forma, desplegar el tiempo, plegarlo, condensarlo y derribar las barreras espaciales, aunque sea a nivel mental, son una constante en mi trabajo. Cuando te enfrentas a una obra en la que se cuestiona o se altera tu percepción espacio/temporal te ves obligado a tomar conciencia, a relativizar conceptos que a priori son inamovibles, y eso de alguna forma te libera y expande tu percepción de lo cotidiano, del mundo que te rodea, te hace sensible y no sólo al arte.

El azar y el error son parte de todo proceso creativo y vital, y en mi caso son el leitmotiv, el motor y el desencadenante de muchos de mis proyectos. Hay que estar siempre muy atento a todas las narraciones paralelas, a lo que ocurre mientras trabajas, al movimiento circular, pues por experiencia propia cuando arrancas nunca sabes cuando vas a parar, una idea es flor y futura semilla al mismo tiempo, principio, fin y renacimiento. Mi trabajo se define y crece releyéndose a sí mismo, “como si propiciase el avance ficticio a través de la fuga infinita abierta al enfrentar espejos paralelos”.

Usted trabaja en su obra con distintos elementos: fotografía, videos, murales etc. ¿Cómo se vinculan a la hora de decidir cuáles serán los elementos que seleccionará?

Dar forma a una idea es la decisión más importante que tienes que tomar cuando planteas un proyecto. Defines el lenguaje que vas a utilizar, aunque después le des la vuelta al comunicarte con el espectador. No es lo mismo tanto a nivel formal como presupuestario producir una fotografía o una escultura, un trabajo efímero como una intervención mural, o algo intangible como una pieza musical. También el contexto donde se va a presentar ese trabajo, el recorrido comercial –si lo tiene– que va a tener, el capital y el tiempo con el que cuentas son aspectos que considerar a la hora de tomar decisiones.

Muchos de mis proyectos son multidisciplinarios, pero no siempre son decisiones que tomo desde el principio. A veces mi propósito es hacer un vídeo, una fotografía, una intervención, pero después la naturaleza del propio proceso se desborda, crece, y empiezas a ver otras perspectivas desde las que posicionarte, y simplemente te dejas llevar. Es cierto que para mí es muy importante que todo sume, que cada nuevo proyecto tenga un sentido y dialogue con el resto de mi trabajo, no se trata de producir por producir.

Hay quienes opinan que su obra puede situarse en el ámbito de las prácticas conceptuales. ¿Está de acuerdo?

El “arte” es, o debería ser, reflexión estética, vivencial, conceptual…Pensar, experimentar, sentir no tienen que ser vías excluyentes. Lo conceptual, que para mí es la idea, es la máquina que lo mueve todo. Cuando se habla de “prácticas conceptuales” parece que nos estamos refiriendo a obras muy crípticas, inaccesibles, frías y distantes, verdades absolutas sólo al alcance de unos pocos. La experiencia artística –tanto de creadores como de espectadores– es una cuestión de actitud, de querer aprender a muchos niveles. El arte como todo campo específico tiene su propio leguaje –y sobre todo una historia que es importante conocer, o al menos tener conciencia de ella– requiere de conocimientos, de manejar ciertos conceptos, pero estar receptivo es el punto de partida, después todo se aprende –o se desaprende– con la experiencia.

¿Parte del dibujo para idear su obra?

El dibujo –ya sea un garabato en uno de mis cuadernos, un croquis, un boceto, un dibujo elaborado sobre un papel o una intervención mural– es un medio económico, práctico y muy disfrutable. Empecé a dibujar, a utilizar el dibujo como medio de una manera consciente por necesidad, tenía tiempo y muchas ideas en mi cabeza, y no me gusta rumiar demasiado, prefiero que todo fluya. y el dibujo es una herramienta ideal para ello.

¿Qué peso tienen los curadores en el montaje de las exposiciones?

Mi experiencia siempre ha sido muy positiva, cuando trabajo con un comisario doy por sentado su interés, que conoce bien mi trayectoria y que va a sacar lo mejor. Nadie conoce mi trabajo como yo, eso es lógico, convivo con él a diario; pero es una visión y una experiencia personal, parcial, y una mirada externa a veces te coloca en otro lugar, y ese ejercicio siempre es enriquecedor. En ese diálogo, si se parte del respeto, digo a casi todo que sí, aunque no lo vea claro, y después ya se verá, si durante ese proceso la cosa no funciona será evidente, y si es así pues se aprende del error y se sigue adelante.

¿Las Ferias de Arte han sumado a la difusión?

Ese gran tema. Es cierto que hay propuestas valientes que intentan invertir los roles, o al menos encender otro foco, como en el caso de Arco feria que conozco bien. Maribel López y su propuesta de “una feria para los artistas”, con Félix González Torres como tema en su última edición, y con un programa paralelo de actividades didácticas y proyectos expositivos. Pero no podemos olvidar que una feria es mercado, y se comporta como en cualquier otro sector, lo quiere y devora todo. Las ferias siempre han tenido un componente muy social, sobre todo en el ámbito latino, pero cada vez son eventos más exclusivos y excluyentes orientados a que los invitados, con el dinero y el esfuerzo económico de galeristas y artistas, se la pasen bien, y eso es muy perverso, y el pastel se lo acaba comiendo el que más poder tiene, aunque en parte lo pagamos todos. Nosotros, los artistas, estamos acostumbrados, que no resignados, a que nos instrumentalicen, a ser el eslabón más fuerte –por ser indispensables– y débil a la vez, a ser la moneda de cambio de las galerías, a que un trabajo se valore cada vez más por su contexto comercial, y eso mismo les está ocurriendo ahora a las galerías, son las ferias un rasero de medida de su trabajo, y eso es muy peligroso. Si que difunden, pero también confunden. Yo creo que es necesario que se reformulen. Esa escala descomunal, ese gasto de recursos a todos los niveles, viajes, transporte, material, son agotadoras.

¿Los coleccionistas son hoy una pieza de poder en las artes visuales?

Hablamos un poco de lo mismo, el poder. Un buen coleccionista debe ser honesto y valiente, no tener miedos y utilizar ese poder de una forma constructiva. Estamos todos en el mismo barco.

Una nota sobre su obra comienza: “Con lo complicado que es para un artista de mediana edad conseguir una exposición institucional…” ¿Complica la edad de un artista tanto como para que se le cierren puertas, aun con una obra valiosa?

Por mi edad y trayectoria soy un artista de media carrera, aunque lleve más de dos décadas caminando. He pasado de ser artista emergente, a artista emergido, y ahora me toca flotar y mantenerme, porque corro el peligro de hundirme. La escena artística, los medios, el mercado demandan continuamente nuevos productos y “la novedad” tiene un valor añadido, pero lo más importante en la carrera de un artista es el conjunto de su trabajo. Este año he tenido dos grandes exposiciones institucionales que han coincidido en el tiempo y en el espacio, es raro, pero ha sido casualidad. Es verdad que ha sido un momento muy especial, he trabajado mucho, lo he disfrutado.

¿Tiene la memoria un lugar de peso en su obra?

Todas las obras son memoria, aunque en algunas tienen un peso más específico. Varias de mis series, las “Geometrias para…”, las “Teorias…” las “Variaciones…” o proyectos como “Memories of love”, “Todos mis amigos me parecen guapos” o “Pastoral” son  arqueología de mi propio trabajo, de la labor de otros, o de espacios aparentemente neutros que al ser intervenidos revelan su propio geografía, su historia, la huellas que el paso del tiempo y otros agentes (artistas, visitantes, equipo técnico) han dejado impresas bajo capas de pintura, en definitiva la memoria no escrita pero latente de esos espacios.

¿En qué proyecto se encuentra?

Pues estoy con varias cosas. Queremos cerrar la “Trilogía del espejo” y estamos buscando financiación para la tercera pieza “Ángeles sin brillo” que es la más compleja y ambiciosa de todas (“Written on the wind” e “Imitación a la vida” se pueden ver en vimeo, como el resto de mis vídeos); tenemos en imprenta “Oráculo” mi última publicación que podrá también descargarse en breve en mi nueva página web (estoy actualmente actualizándola); dándole forma a “AYYO” la pieza que donaré al CA2M de Madrid, una obra que hemos diseñado con los “restos” de “Arquitectura y “Yo””; estamos cerrando “Una idea de paisaje” un proyecto para octubre que será mi primer comisariado. Se trata de un muy completo programa didáctico y de actividades y una doble exposición de mi trabajo; en uno de los espacios planteamos el acercamiento al paisaje a través de mi obra videográfica, y cómo ese “tema” ha evolucionado con los años y ha sido abordado desde diferentes perspectivas, y en otro de los espacios realizaré una intervención mural que servirá como telón de fondo o escenografía para el trabajo de otros artistas que serán invitados a reflexionar sobre esa idea de paisaje desde diferentes disciplinas, artes plásticas, música, poesía, danza. Y el último proyecto en el que nos hemos embarcado es “Nueva música”, una pieza sonora que voy a producir con una ayuda que me acaba de conceder VEGAP, y cuando la termine la vamos a bailar.