Tutti frutti. Centro de Arte de Alcobendas 2019

Tutti Frutti es la primera exposición conjunta del proyecto Lo quiero todo; un ambiciosa apuesta en la que he estado trabajando durante los últimos ocho años. Una suerte de despliegue multicolor que asume el error y el azar como partes ineludibles de todo método creativo.

Mi labor ligada siempre a procesos automatizados, repetitivos, así como a un vocabulario mínimo y modular de recursos gráficos, nos revela ahora una pasión por el color inesperada, al tiempo que mantiene la sobriedad, el rigor y la contundencia que caracterizan toda mi producción. Desde tal posición he abordado aquí mi interés por el arte monocromo a partir del concepto de multipágina, ese sistema doméstico para conseguir imágenes fotomecánicas económicas y de gran tamaño a partir de la suma de numerosas impresiones en simples folios.

Del conjunto de los 100 multipáginas del proyecto se han seleccionado para esta exposición 28 colores correspondientes a las cinco series que conforman Lo quiero todo (Campo de color, Carta de grises, Escala desde el Cyan, desde el  Magenta y desde el Amarillo). Dispuestos  a modo de gran friso continuo recorren todo el perímetro de la sala, mintras que el resto permanecen plegados en sus correspondientes cajas archivadores.

Cada multipágina, cuya accidentada superficie debería ser un plano de tono uniforme, está salpicado de numerosos errores, faltas e interferencias, y nos ofrecen en su conjunto un espectáculo de colores sin orden aparente. Una apología del error que pone manifiesto cómo el “ruido” se impone inevitablemente a la claridad de la técnica y de la máquina en sus propios dominios; también que lo inesperado y la sorpresa son siempre susceptibles de enriquecer toda previsión, planificación o norma.

En su tramo final, el plan de trabajo de Lo quiero todo se vio completado con dos nuevas series, donde se reprodujo la secuencia de todo los errores : primero desde el lenguaje calcográfico, a partir de los colores primarios (cyan, magenta y amarillo) más el blanco y el negro, y segundo desde la técnica del gofrado del papel, por medio de un sutil relieve sin tinta alguna. En este punto, la cadena de errores se convirtió ya en una especie de código o lenguaje oculto.

En el recorrido -el ciclo de lo manual a lo mecánico, de lo analógico a lo digital y de lo conceptual a lo material- se cierran sobre sí mismos en un viaje de ida y vuelta. Todo este conjunto de trabajos supone una reflexión sobre el color y la construcción mental del paisaje desde la abstracción más radical. Al fin y al cabo, los vínculos emocionales que establecemos con los colores dependen de lo que sobre ellos proyectamos, tal y como ocurre con las escenas de nuestros recuerdos.