The look. Serie fotográfica sobre cristales ahumados bañados en Ion de plata. 2017…

Mis fotografías recorren intermitente toda mi producción, forman parte de proyectos interdisciplinares e híbridos -entendidos como grandes ciclos-, o se presentan como piezas autónomas siempre hilvanadas conceptualmente con el resto de mi trabajo. Se trata en todos los casos de propuestas que, entre otras cuestiones, ahondan en el sentido y el significado íntimo y compartido de las imágenes, y reflexionan sobre los tiempos de la mirada y su proceso de consolidación mental.

El paisaje como espacio de proyección es uno de los lugares desde los que planteo estas cuestiones. Un “tema” que a lo largo de los años he abordado desde la abstracción más radical a partir de elementos gráficos mínimos, a través de la metáfora o la mirada del otro. También con el jardín y el desierto como protagonistas, o con el horizonte y la ventana como elementos mediadores entre dos mundos.

Las dos imágenes que hasta este momento forman el proyecto The Look – surgidas de los rodajes de las dos primeras obras de la Trilogía del espejo- están impresas sobre Ion de plata, sobre la piel reflectante de un espejo. Y qué es un espejo. Según dice la enciclopedia, es “Una superficie brillante en la que se reflejan las imágenes”. Un lugar sin espacio por excelencia, ni densidad, donde sin embargo tiene cabida todo, hasta lo infinito; umbral entre lo real, lo imaginario y lo simbólico que recoge y condensa todo lo que le rodea. Y, ¿Qué es una imagen?: “1. apariencia visible de una persona o cosa por efecto de ciertos fenómenos de óptica //2. Reproducción de la figura de un objeto sobre un espejo, pantalla, etc…”

Una imagen es siempre un reflejo, un pozo sin fondo, algo intangible incierto e indefinido cuyo significado no se limita a lo que vemos, lo que reconocemos, sino que va unido a toda una batería de recuerdos y visiones mentales latentes en nuestro pensamiento.

Solo el cielo lo sabe está tomada al atardecer después de instalar un espejo de grandes dimensiones (3 x 5 m) en un paisaje desértico. Al día siguiente ese objeto sería el marco de representación de una video: un plano secuencia de mí mismo borrando la capa de plata de esa superficie especular, convirtiendo el espejo así en un simple cristal.

Ampliando el encuadre del citado video desde la trasera del espejo, Solo el cielo lo sabe dibuja un nuevo marco de representación donde los espacios se duplican. Al tratarse para poder ser borrado de un espejo sin la pintura de azogue que protege la plata, ésta, visible, se convierte también en una suerte de espejo velado, y nos devuelve en tonos brumosos lo que el objetivo de la cámara es incapaz de captar; la continuación del horizonte que vemos en segundo plano.

La segunda imagen fue registrada durante una residencia en Birch Creek Ranch. Un lugar aislado en la montañas de Utha donde trabajé durante varias semanas en la idea y producción de Written on the Wind, el vídeo citado anteriormente. There is Always Tomorrow es una doble ventana: la de mi estudio en el rancho, a miles de kilómetros, y la generada por la propia imagen y el espectador. El personaje que aparece a contraluz de espaldas -yo, aunque podríamos ser cualquiera de nosotros- permanece absorto, a la vez que en una postura activa/reflexiva, sentado en la mesa de su estudio ante la inmensidad de un paisaje al que observa, pero que también le interroga.

En ambas obras este juego de espejos, reflejos y proyecciones reales e imaginarias, sitúa a estas instantáneas entre la escenografía, la concepción pictórica y el documentalismo. La fotografía como elemento físico se convierte así en un superficie que condensa y proyecta diferentes niveles espaciales al mismo tiempo: los capturados en las imágenes, y los que genera el propio soporte, ya que se trata de estampas impresas sobre la capa de Ion de plata de unos cristales ahumados, es decir, sobre una de suerte de espejo irisado donde el espectador también queda reflejado. Imagen, paisaje y espejo.