La experiencia a través del dibujo. Un texto de Laura Acosta para la revista MUSA. Sevilla. 2008
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Contrasta Juan Carlos Bracho con su obra. Contrasta la sutileza con la que nos envuelve en atípicas situaciones espaciales y sensoriales, con la contundencia de su juicio y la clarividencia de su discurso crítico en materia artística. Su trabajo, a veces tímido y otras casi insolente, esconde el secreto propio de un creador convencido de que, sólo haciendo lo que hace, puede entender aquello que a su razón escapa. “ El arte no es, o no debería de ser sólo evasión y mundos llenos de fantasías, sino una herramienta útil e imprescindible que nos ayuda a ser conscientes, estar alertas y ser críticos con lo que nos rodea y con nosotros mismos”, revela Bracho.
Tremendamente consciente del sector en el que su perfil se enmarca, este andaluz entiende el mundo de la creación como una epidermis que debiera subyacer bajo las estructuras propias del ser humano. Así, nos comenta sin afecciones que para lograr que el arte sea algo más que un mercado de valores, “hace falta un esfuerzo de todos: de los agentes culturales, artistas incluidos, por mostrarse más comunicativos y menos ensimismados, del espectador que no siempre es receptivo, y de las instituciones que deberían mostrar un apoyo sincero”.
No es muy habitual encontrar artistas jóvenes que pisen tan sólidamente la tierra. El poco coleccionismo, las escasas galerías comerciales dispuestas a arriesgarse, los partidismos y, en general, las cuotas de poder que hay que pagar, son algunos de los vicios que acusa el gaditano en el mercado del arte, no sólo en Andalucía. A pesar de todo, se siente optimista y considera que el mundo del arte es “una cuestión de esfuerzos, de dedicación, de entrega y compromiso y hay que entender desde bien pronto que aparte de tener un buen trabajo y saber defenderlo, un artista emergente tiene que hacer labores de promoción y gestión, que indudablemente son importantes y necesarias, en definitiva profesionalizarse”.
Por todo esto, considera vitales iniciativas como el espacio Hangar, en Barcelona, donde estuvo becado como artista residente. Tan combativo como respetuoso, Bracho confiesa que Hangar se ha convertido con el paso del tiempo en un espacio de referencia para su trabajo. “ Hangar facilita el acceso a muchos artistas que sin su apoyo no tendrían la posibilidad de desarrollar su labor. Casi todos mis trabajos de taller los he desarrollado en sus instalaciones y actualmente estoy preparando la grabación de un nuevo video y estamos trabajando en el desarrollo de un proyecto que quiero llevar a cabo el próximo invierno en Canada”. Con la misma estima habla del Programa Iniciarte que le acaba de conceder uno de sus más jugosos premios, y considera sinceramente que “ los premios siempre ayudan a la difusión de tu trabajo y este en particular, pro su cuantía económica, tiene un valor añadido. Además el premio incluye una exposición producida por la Consejería en el nuevo Espacio Iniciarte que es estupendo y un reto en el que estoy trabajando actualmente”.
Su propuesta artística nos adentra en un juego inteligente, interrogantes sesudas que nos dejan desnudos ante nosotros mismos. Aunque su labor creativa pueda parecer a veces contenida y se encapsule en un exceso de metodismo, grita más que si tuviera expresivos colores o formatos extravagantes. Grita y se desgarra tratando de entender los caprichosos parámetros que provocan que diferentes mundos confluyan con mayor o menor teatralidad o naturalidad, en un mismo espacio de interpretación. Para descubrir la solución, tenemos que hacernos muchas veces la misma pregunta ¿Qué es eso que veo y que significa? La respuesta está en el que mira. Con tal elegancia que es hasta difícil percibir, el artista se retira a tiempo y precipita la búsqueda del espectador en sus experiencias y vivencias, en sus memorias y códigos de representación, en su universo emotivo y sensitivo. “ Es el público quien lo activa todo, la pieza más importante. Yo me puedo pasar horas dibujando, pero es una experiencia mía, que difícilmente puede extrapolarse porque es un trabajo muy físico. Es trabajo, nada más, ese es su valor. Lo que ves es lo que tú proyectas, la intensidad de tu experiencia dependerá de la aptitud a la hora de enfrentarte a una imagen que te interroga sobre tu propia manera de mirar y de interpretar tu bagaje visual y emocional. En definitiva es poner en evidencia nuestros mecanismos de codificación de la imágenes”.
Juan Carlos Bracho se expresa a través de lo mínimo, se mueve en terrenos intangiblemente efímeros y subjetivos, trata de poner al público ante un espejo, donde sólo podremos encontrar tanto como estemos dispuestos a dar. Nada de ornamentos que desvíen la atención, ningún elemento que no sea puro y necesario. La experiencia a través de la experiencia, más allá incluso del arte. Y su mejor herramienta para tal viaje es el dibujo, el gran aliado de una mano inquieta, pero también “una rubrica, una forma de posicionarme, una reivindacación del trabajo, del esfuerzo, y del valor del compromiso ante las cosas que para mí son importantes. El dibujo es un medio versátil, flexible, al alcance de la mano, económico. Es un proceso que puede ser muy dilatado en el tiempo -calculado o metódico- o un gesto rápido e intuitivo”. Sólo hay que ver sus monumentales trabajos para dar por hecho que, además de aprender con él, Bracho disfruta lúdicamente con el grafito. Proyectos como Félix y su amiga F, Otra historia, Un hecho real, The celestial omnibus o Películas de mi mísmo, ponen de manifiesto la tremenda concentración y acto de disciplina que, no sólo físicamente, sino también mentalmente, el artista tiene que llevar a cabo cuando se enfrenta a su trabajo.
El dibujo es utilizado como herramienta para la experiencia, o, en palabras del artista, “ como un espacio conceptual generador de ideas”. Al igual que grandes figuras del arte conceptual como Sol LeWitt, Juan Carlos entiende que la esencia del arte reside en la intención del concepto y no en la apariencia que adquiera el objeto. En cambio, a diferencia del primero, que investigó a través del dibujo la relación de figuras geométricas concretas y reconocibles, Bracho se enfrenta a un gesto repetitivo y banal, obsesivo, sin definir, que se transforma poco a poco en una imagen en expansión. “Si que existe un tipo de trazo ya definido de antemano, un formato preestablecido, que en mi caso es importante para no perderse. Pero el resultado final, el dibujo, su estructura interna pertenece al propio proceso, es azar, que en conjunto configura una imagen abierta a múltiples interpretaciones”, nos confía el artista.
El proyecto para el Centro de Lectura de Reus, realizado en 2003, significó en la carrera de Juan Carlos un punto de inflexión y es quizás el trabajo que más se sale del resto de su producción. Después de siete años colaborando con la artista Julia Rivera, Bracho se enfrentó a este trabajo que afirma le sirvió para concentrarse en su obra y para ubicarse y posicionar sus miras hacia nuevos objetivos. Durante dos semanas estuvo dibujando con cinta adhesiva el plano del edificio a escala. Su propuesta fue la de girar 14 grados en planta los planos del Centro re-creando un espacio alternativo dentro del ya existente que dejaba en evidencia las relaciones impersonales que llegamos a tejer con nuestros entornos más cotidianos, Como el afirma, “revelar la arquitectura y el recorrido como experiencia estética fueron mi punto de partida en el Centro de Lectura, ya no se trataba de adaptar un modelo, y ver lo que sucedía, sino de generar un diálogo con el propio edificio”.
Desde entonces, hay un sitio en su obra para la representación cartográfica, elemento contextualizador de otros discursos ya integrados en su escena artística. A Bracho le apasiona adentrarse en experimentos que dejen al descubierto los diversos diálogos que un espacio conceptual es capaz de generar dentro de uno físico y viceversa. “ Se trata de estar atento a todas las narraciones paralelas, y a las posibilidades transformadoras que las ideas pueden tener al ser llevadas a la práctica”, comenta. Para él, la cartografía simboliza una manera de fijar unas coordenadas, de delimitar un espacio y un ejercicio que nos obliga a realizar un sondeo y tomar conciencia del tiempo y el espacio que habitamos. Muchos de sus proyectos y acciones son fotografiados, incluso grabados, mientras se llevan a cabo, y es a través de ese material, donde Juan Carlos encuentra nuevas relaciones y actuaciones, nuevos significados que se han generado por azar en ese proceso de desarrollo conceptual y espacial. Siempre está dispuesto a que el espacio original vaya mutando y transformando los elementos que allí habitan. El material fotográfico de Películas de mí mismo, por ejemplo, muestra “ una escenografía siniestra donde los objetos que vemos nos hablan de personajes ausentes y de acciones que no sabemos si han ocurrido o están a punto de suceder”.
Aunque ya se atrevió en su proyecto Donner c’est aimer, aimer c’est partager a introducir sutílmente un rojo intenso, el proyecto más especial que tiene a la vista es “lanzarme al color”. Explosiva mezcla la que este Bracho nos prepara.
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